Pocos auotores y directores hablan de libertad a la hora de trabajar. Para Rodrigo Cortes no sólo algo deseable, sino obligado y buscado. Quizás ese aspecto le pese a la hora de estar cerca de los premios, pero es evidente que no le importa demasiado. “La libertad es posible en cualquier medio pero es mas cara en el cine”. Para poder rodar con esa libertad creativa hay que asumir la responsabilidad que conlleva y hacerte cargo de las consecuencias. No entiendo la creación de otra manera”, dijo ayer en Tudela.

¿Entiende que ‘El amor en su lugar’ solo tuviera 2 nominaciones menores a los Goya? ¿Es el precio de la libertad?

-No lo sé. Procuro hablar lo menos posible de eso porque no tiene que ver conmigo ni con la película. Las películas tienen una función, se estrenan y ésa es su vida. Los premios son injustos siempre, cuando te los dan porque no se los dan a otro y cuando no te los dan porque no te los dan a ti. En todo caso no tiene nada que ver con la película. Las películas son iguales el día antes y el día después de los premios, lo que les diferencia es que permanecen o no, con el tiempo no se recuerdan los premios. Puede haber muchas razones, pero no son importantes, la academia no es una señora, son cientos de personas.

¿Cómo le llega esa historia y qué le hizo lanzarse a rodarla?

-Mi compañero Adrián Guerra me enseñó un borrador que escribió un novelista alemán que había descubierto que esta obra se representó en el guetto de Varsovia en lo más crudo del invierno de 1942 y que el titulo original era algo así como El amor busca apartamento. Pergeñó un primer borrador que leí y que inicialmente no me interesó lo suficiente; eso creí. Le dije que lo iba a reposar y a ver si quedaba un poso en mi cabeza. Había cosas que me seguían dando vueltas y comencé a leer sobre la vida dentro del guetto, entre 1939 y 1942. Entonces abordé la escritura tratando de evocar el espíritu de Billy Wilder, para saber cómo abordar ese pesimismo divertido y ese fatalismo sarcástico y ese espíritu tan romántico que era propio de Wilder. Me encontré con un reto que le habría gustado a Orson Welles: Exigía una relojería cinematográfica y un gran amor por la escena. Una de las cosas que me hizo decidirme fue tener un poco de miedo, no saber si iba a salir con vida de ese reto.

El espectador va de la tranquilidad (con el plano secuencia) a que le falte el aire al terminar la película...

-La película debía ser una experiencia sensorial que se debía vivir en primera persona. Había que obligar al espectador a conocer muy bien ese guetto. Había que ubicar esta historia en el sitio, el guetto de Varsovia en mitad de la ocupación alemana. Al no cortar el plano, y ceñir la mirada del espectador a la de la protagonista, obligas a que descienda desde ese cielo a meterse en un hormiguero humano, se sube a uno de los taxis precarios (eran bicicletas), vemos los mercados, escapa de una cacería nazi, entra en unas ruinas, entra por la espalda del teatro, conocemos a los personajes y cuando se levanta el telón es una forma de decir al espectador: ‘Ahora empieza la película’. La película sucede en tiempo real, sin saltos temporales. Había que simultanear lo que ve el espectador del teatro con lo que de verdad sucede y lo que ocurre entre bastidores.

Viéndola viene a la cabeza ‘To be or not to be’

-Es una de las películas que pedí a los actores que vieran antes de rodar. Les pasé una lista para tener vocabulario común y referencias a las que acudir. Les pedí To be or not to be; 1, 2, 3 (por el sentido del ritmo); Berlín occidente (también por el fatalismo); Cabaret o incluso El Cisne Negro. La intención era hacer una película con un corazón muy clásico pero con una formulación contemporánea muy física.

Buscó actores que cantaran en vivo

-Claro. Buscaba la emoción real, como un diálogo. Con un play back todo esta domesticado, pero en el teatro, en directo, el personaje que salta de una silla eso se traslada a sus pulmones y a la inflexión de la voz. Era más complicado porque cuando un actor tiene conocimientos musicales suficientes puedes llevar eso a un estudio, hacer varias tomas y reafinaciones, pero en directo no, se la tienen que jugar y cantar maravillosamente. Si había 20 tomas eran 20 tomas con sonido y se cogía el de la toma seleccionada. Eso contribuye a que el espectador sienta que está dentro de una forma sensorial y en tiempo real.

Su primera película ‘El Concursante’ es una obra necesaria, ¿le pide el cuerpo hacer lo mismo con otros aspectos del ser humano, la política, el medio ambiente...?

-Nunca he creído que haya películas necesarias y mi vocación al hacerla no era subirme a un taburete y ser didáctico. Solo sirves a las cosas si te concentras en ellas y no crees dar una lección, eso puede desviarte del camino. En esta película me concentro en los actores y sus contradicciones, y no en dar lecciones sobre la Segunda Guerra Mundial o sobre el totalitarismo, eso lo hace el espectador solo. De El concursante me interesaba el espíritu kafkiano de convertir una buena noticia en una mala noticia.

¿Como puede un director hacer películas tan diferentes y de tanta calidad sin dejar un estilo propio?

-Personalmente creo mucho en el estilo. Pero el estilo no son trozos que se repiten una y otra vez a si mismos. Hay siempre elementos que te hacen pensar en un director. Mi voluntad no es tratar de que las películas no se parezcan entre si, sino servir a sus historias del modo que considero más eficiente. Buried y El amor en su lugar comparten determinadas cosas: el sentido del tiempo real, la idea del encierro (a escalas distintas). El plano secuencia no es para variar, es porque tienes que pegarte a un personaje para que el espectador tenga la sensación de estar ahí. Creo mucho en el estilo, es la forma el creador de opinar. Si algo aprendí, como espectador, de Scorsese es que el qué es el cómo y el cómo es el qué. No hay debate entre fondo y forma, el fondo determina la forma y la forma determina el fondo.

“Nunca he creído que haya películas necesarias, mi vocación no es subirme a

un taburete y ser didáctico”

“No hay debate entre

fondo y forma, el fondo determina la forma y la forma determina el fondo”