Si ya sobrevivían con dificultades, la pandemia ha agravado la situación de las danzas tradicionales de Navarra. Dos años de parón, sin Sanfermines, sin oportunidades de bailar, sin dejarse ver, sin poder crear motivación y ser referente para una futura cantera, es mucho tiempo. Demasiado.

A las puertas de un verano que al menos se vislumbra algo esperanzador, el gran reto y firme objetivo es ahora recuperar las calles y plazas.

“El momento es muy delicado. Nos consta que el 80% de los grupos pararon en pandemia, y se ha perdido una tradición, una continuidad, un fondo físico, una rutina de ensayo. Hay que recuperar otra vez nuestro patrimonio inmaterial y volver a sacarlo a la calle para que los niños y niñas lo vean y pidan bailar, y pueda haber una continuidad”, dice Noemí Álvarez Calleja, presidenta de la Nafarroako Dantzarien Biltzarra / Federación de Dantzaris de Navarra. Aunque reconoce que las danzas tradicionales de la Comunidad foral “están mejor que en otros sitios, todo hay que decirlo, porque no se prohibió la actividad en sí”, las dificultades en este tiempo de pandemia han sido tantas que ahora “está costando mucho” volver a arrancar. “Se percibe mucha incertidumbre todavía”, apunta Noemí Álvarez.

La Federación que preside aúna a más de 80 grupos, entre colectivos de pequeños, de adultos y unos cinco grupos de música de bailables. Aunque puede decirse que hay un centenar de grupos de danzas tradicionales o que luchan por la danza tradicional repartidos por toda Navarra. “Hay grupos que no están federados, algunos no se sienten grupo como tal porque no tienen una continuidad ni un espacio, hacen cosas en sus pueblos. Porque si algo tiene Navarra es un tesoro de danzas autóctonas locales que no tienen otros territorios. Y eso está representado solo por el grupo de cada pueblo, y no todos esos grupos están federados. Es algo que nos gustaría, llegar a todos los grupos, pero no es fácil”, asegura.

No lo es porque el trabajo de NDB se basa en una inversión de horas, esfuerzo y pasión por parte de voluntarios y voluntarias. “Y no se llega”. No hay reconocimiento ni profesionalización. Sí necesidad y ganas. De hecho, este es el año en que más grupos han entrado en la Federación, siendo postpandemia. “Se han federado 4 nuevos grupos. Pero la situación no es fácil. Aquí hay un patrimonio inmaterial que es obligación de Cultura y del Gobierno de Navarra cuidarlo, y no se está priorizando”.

En lucha permanente“No vemos resultados”

“No vemos resultados”

La lucha viene de lejos. “Comparto la junta con personas que llevan 16 años luchando por la danza tradicional en Navarra. Pidiendo cosas como una partida presupuestaria para vestimenta autóctona, que sería un empujón a las danzas autóctonas. Esto está pedido hace 14 años. Y los gobiernos y responsables de Cultura van cambiando, lo hablado se mete en un cajón y no vemos resultados”, dice la presidenta de NDB. “Los grupos, aunque sean voluntarios, necesitan de un presupuesto para desplazarse, para ensayar, para calefacción, electricidad, para los músicos en directo, porque no es lo mismo contar con grabaciones; necesitan un espacio, materiales para bailar; hay muchas makildanzas, danzas de arcos, de palos, los trajes son demasiado caros y muchas veces los pone cada danzari. Cultura del Gobierno de Navarra debería tener un programa de recuperación priorizando nuestro patrimonio inmaterial autóctono. No podemos priorizar la danza contemporánea en Navarra, porque nadie en el mundo va a priorizar las danzas tradicionales populares propias de aquí”, reivindica.

Y no todo es inversión económica. También voluntad educativa. “Tenemos un sistema escolar en el que se podrían sembrar danzas de Navarra, y que luego derivasen los escolares a los grupos de sus zonas. Hay que ir dando formación, desde abajo, y profesionalizando el trabajo. No se puede basar todo en labor de voluntarios que muchas veces se hace además en fines de semana, festivos… Hay que valorarlo”, pide Noemí Álvarez.

Según explica, en Navarra, “simplificando mucho, hay más de 300 danzas tradicionales con sus versiones en cada pueblo”, y el mayor problema es que “como suceden y se mantienen de boca en boca, luego el legado que se tiene no es precisamente de técnica, metodología o pedagogía. Y así es difícil seguir manteniendo adecuadamente las tradiciones”.

Expresión universalUn lenguaje necesario

Un lenguaje necesario

Desde el público también hay una responsabilidad: “No perder una ocasión de bailar, de salir a la calle y aplaudir cuando bailan los de tu pueblo o los del pueblo de al lado”, dice la presidenta de la NDB e impulsora del grupo de danzas Erentzun de Viana. A los ayuntamientos, pide implicación a la hora de ceder espacios. “Hay que recuperar la expresión artística en las calles, aparte de en los teatros; no tengo nada en contra del refinamiento y de que la danza tradicional llegue a más espacios, pero si la sacas de las calles y plazas y no encuentras esos transeúntes, ese público que captas de la nada, que no paga una entrada, que no es público de danza pero tú lo conviertes en público de danza, la cadena se rompe”.

Las danzas tradicionales populares y sociales existen en todo el planeta y en todos los momentos históricos. “Son una necesidad, un lenguaje, un medio de comunicación y expresión humana. Y seguirá existiendo de una manera o de otra, pero hay que valorarlo y cuidarlo. Si no, lo comercial y la globalización acabará con este tesoro”. Y eso que este verano se empieza a ver la luz. La posibilidad de que se celebren los Sanfermines ya es una gran motivación para todos los grupos de la comarca de Pamplona, y cada grupo en su pueblo está consiguiendo mover cosas. “No se valoran, ni desde ellos mismos. Tienen la impresión de que hacen poco, y ese poco es mucho”, afirma Álvarez.

Cree que en esta pandemia “se ha dejado a los niños abandonados”, y se refleja en que “recuperar ahora los grupos de danzas de pequeños está siendo más complicado. No están surgiendo nuevos grupos de niños”.

Ahí es donde la continuidad peligra. Y con ella, muchos otros valores: “La danza tradicional popular y social es una herramienta educativa, de crecimiento, de conteo, de memoria, de motricidad, de autoestima y bienestar físico. Y no es competitiva, es de compartir con tu público y los compañeros. Aquí no hay ganadores ni perdedores. Además, la danza tradicional es contagiar alegría, es mandar un mensaje, contar una historia, y puede lograr algo que en otras danzas estilizadas y profesionalizadas no sucede: que un abuelo baile con su nieto. Aquí esa magia y ese intercambio suceden”, concluye.