sta investigación heráldica forma parte de mi libro -que Pamiela Argitaletxea publicará en mayo- En recta línea: el imaginario histórico y literario de los reyes de Navarra de la dinastía de Evreux.

A mediados del año 1364, tres de las veintisiete quejas contra el rey de Navarra que Carlos V de Francia hizo llegar al papa Urbano V inciden en que se había atrevido a exhibir un cuartelado con las armas plenas de Francia y de Navarra. Un emblema, el de las flores de lis en solitario, que sólo podían llevar los soberanos franceses, pero al que Carlos II, como último representante de la dinastía Capeta (que había gobernado ininterrumpidamente aquel país entre el año 986 y 1328), tenía más derecho que cualquier otro, pues como él mismo dijo en su discurso al pueblo de París del año 1358: “Si mi madre -Juana II- hubiera nacido varón, hubiese reinado en Francia”. Porque su condición femenina fue la excusa utilizada por los nobles, mediante la denominada Ley Sálica, para apartarla del trono francés. Sus derechos, en cambio, sí que fueron reconocidos en Navarra, donde no existía problema alguno para que las mujeres reinasen.

Por tanto, y aunque se ha solido defender que Carlos II no llegó nunca a reclamar el trono de Francia, este importantísimo dato del cuartelado Navarra/Francia demostraría que al menos en el año anterior a su derrota total en Cocherel, en la primavera de 1364, y también después, cuando puso a su hermano Luis al frente de una Compañía con la que intentó vengar aquel fracaso, sí pretendió la corona escamoteada a su madre en 1316, 1324 y 1328.

Veamos la traducción de esas tres quejas en el documento titulado Instrucciones dictadas por Carlos V para presentar al papa sobre los delitos cometidos por el rey de Navarra contra el rey de Francia, conservado hoy en día en el Archivo Nacional de Francia:

21. “Desde aquel momento, continuamente el Rey de Navarra sostuvo, favoreció y ayudó a Hanesoigne y Barradaco, a Espiot, a Bertonquin y a Petit Meschin, enemigos del Rey y del Reino, y Capitanes de las Compañías que hacían guerra notoria al Reino de Francia”.

22. “Item. El mes de mayo siguiente, el citado Rey de Navarra hizo cuartelar las armas de Francia con las suyas, y eliminar la diferencia [la banda componada de gules y plata propia de los Evreux] que llevaba y debía llevar. Y con esas armas hizo hacer todas sus banderas y pendones. Y entonces cabalgó públicamente ondeándolas, al frente de mucha gente armada, para ir hasta el castillo de Sées [Sos], a visitar al rey de Aragón”.

23. “Item. En los meses de febrero o de marzo recién pasados, el dicho Rey de Navarra retuvo expresamente, para hacer la guerra al reino de Francia, a los ya citados capitanes de compañías, y les proporcionó fondos, y les hizo mandamiento expreso de que comenzaran a hacerla, y les dio también banderas y pendones con las dichas armas, y las llevaron públicamente, y todos ellos cabalgaron y cabalgan por Francia, haciendo la guerra”

En efecto, entre el 7 y el 8 de mayo de 1363 el rey de Navarra y el de Aragón se reunieron en la villa aragonesa de Sos, en agosto en la de Uncastillo, y a finales de febrero del año siguiente nuevamente en Sos, para concertarse contra el rey Pedro I de Castilla. Con ellos se encontraba el abad de Fecamp, Jean de La Grange, servidor por aquel entonces del rey de Navarra, que fue quien denunció personalmente al rey francés las actuaciones de su antiguo señor, entre ellas las tres noticias sobre las armas Navarra/Francia que llevaron en aquellas fechas el rey Carlos II y los hombres que contrató.

Unos hombres cuyos nombres están entre los de los mercenarios más famosos de aquella fase de la Guerra de los Cien Años: el alemán Henesoignes, Barradaco, Bertonquin, Espiot y Petit Meschin. El rey de Navarra había empezado a reclutarlos en abril de 1364, con vistas a organizar una campaña de castigo contra Borgoña (ducado que por herencia también debería haberle correspondido) bajo el mando de su hermano Luis de Beaumont, quien años más tarde moriría tratando de conquistar Albania.

Volviendo a las armas Navarra/Francia, y ahora que sabemos que se utilizaron de manera pública como reivindicación sobre todo política, ¿se conservará algún otro testimonio coetáneo que confirme que Carlos II de Navarra empleó en más ocasiones esas al parecer- desacostumbradas armerías, que tanto habían sublevado a su archienemigo Carlos V de Francia? Pues lo cierto es que sí, hay otra representación muy cercana: la que campea en la clave de bóveda del tramo más oriental (el último en cubrirse, antes de 1385, durante los años de su reinado) de la nave gótica de Ujué.

Según Javier Martínez de Aguirre o Carlos Martínez Alava, la combinación heráldica Navarra/Francia nunca fue utilizada en los sellos de los reyes de Navarra que han llegado a la actualidad. Mientras el primero nos recuerda que con Carlos II la combinación es siempre Navarra/Evreux, y no Navarra/Francia, llegando por tanto a la conclusión de que con los conocimientos actuales no es posible defender que un escudo cuartelado de Navarra y Francia hubiera sido empleado como representación heráldica por Carlos II, por lo que lo más lógico sería adjudicárselo a algún monarca anterior, con preferencia por su abuelo Luis el Hutín o su madre Juana II, aunque ninguna noticia documental los conecte con Ujué, al contrario de lo que sucede con Carlos II, su mujer, Juana de Valois y sus sucesores.

El segundo insiste también en que la clave de Ujué no puede identificarse con ninguna armería ni sello en concreto, ni coincide con ninguno de los emblemas heráldicos que conservamos de la monarquía navarra. Y en que la presencia de los emblemas de Navarra y Francia parece simbolizar únicamente la relación de la monarquía con el propio santuario. No revelarían por tanto la intervención concreta de Carlos II en las obras, sino el reconocimiento de la obrería y el regimiento de Ujué ante la devoción y generosidad que el rey y su familia dedicaron al santuario.

Y lamento disentir en este punto con historiadores tan prestigiosos como ellos, pero ya hemos visto que las quejas de Carlos V de Francia al papa son muy claras: Carlos II y sus hombres emplearon un cuartelado igual al de la clave de Ujué desde mediados del año 1363 y al menos hasta finales de 1364, atreviéndose de esta forma a seguir reivindicando sus legítimos derechos al trono francés. Y justo en ese mismo y emblemático año de 1364, podemos acreditar la presencia de la familia real navarra en Ujué en varias ocasiones: Juana de Valois en junio, Luis de Beaumont, el hermano del rey, en julio, y el propio Carlos II el 8 de septiembre, para la celebración de la Natividad de la Virgen, titular de la iglesia.

Por tanto, en ese tiempo alrededor de la derrota de Cocherel, acaecida el 16 de mayo de 1364, con Juan II de Francia prisionero en Inglaterra, y siendo incapaz todavía el delfín de imponerse en el gobierno, el rey de Navarra defendió sin duda alguna sus derechos políticos confeccionando estandartes identificativos y plasmando en la bóveda de Ujué las armas Navarra/Francia. Porque tan sólo tres días después de esa batalla, que marcó casi de manera definitiva el fin de sus pretensiones políticas en el país vecino, el vencedor fue consagrado como Carlos V en Reims. Y Carlos II, que al fin y al cabo hubiera sido rey de Francia si su madre hubiese nacido varón, tuvo que aceptar a regañadientes que su oportunidad había pasado.

Es decir, que el documento publicado por Secousse ya en el siglo XVIII, o parcialmente por Brutails en el XIX, atestigua de forma inapelable que Carlos II sí que utilizó las armas heráldicas que realmente le correspondían, por mucho que hicieran enojar a su adversario, debido al carácter innegable de reclamación del trono de Francia que suponían. Y según las citadas acusaciones, lo hizo tanto en Navarra como en Francia.

Refuerza esa impresión otro elemento figurado en la clave: la corona tallada en la parte superior del escudo, representación que por aquel entonces sólo se utilizaba en Francia y que subrayaría también las aspiraciones y el concepto que de sí mismo tuvo el monarca navarro. Una percepción que podría extenderse a la propia imagen titular del templo, cuyo trono fue enriquecido en aquella misma época con relieves de plata y seis escudos pintados sobre cristal: cuatro de Francia y dos de Navarra, que tradicionalmente se atribuyeron a la generosidad de Carlos II, pero cuyo patrocinio había sido después puesto en duda.

Aunque en esos mismos estudios ya mencionados, la profesora Clara Fernández-Ladreda sí que recuperó la explicación de que tanto la clave como los escudos que adornan la talla de la virgen debían de ser puestos en relación con Carlos II. Según esta misma autora, el rey habría empleado las armas de Navarra/Francia por herencia de su madre, Juana II, y como forma de reivindicar sus derechos al trono de Francia, añadiendo: “cabría pensar que Ujué, por su situación en el reino navarro y además en un lugar relativamente aislado, se prestaba mucho más a una exhibición de ese tipo, con la posibilidad de que pasara desapercibida para el rey de Francia, que si se hubiera hecho en un edificio de Pamplona o emplazado en los dominios franceses de Carlos II”.

No obstante, ya hemos visto que Carlos II ordenó también ondear dichas armas a sus tropas en Aragón y en Francia, como las quejas heráldicas que Carlos V dirigió al papa Urbano V confirman, demostrando además que, en efecto, la inquina que el soberano francés tenía al monarca navarro le hacía vigilar hasta el más mínimo de sus movimientos.

Y si aceptamos que ese testimonio enlaza asimismo con la clave de Ujué, que representaría de este modo las armas propias y más queridas de Carlos II, puede del mismo modo corroborar dos aspectos hasta ahora bastante discutidos: la participación del monarca en las obras del santuario -de la cual ya no cabría duda-, y la fecha de abovedamiento de la nave gótica, al menos en su tramo más oriental: alrededor o a partir del año 1364, justo cuando sabemos que el monarca empleó las mismas armas de la clave para reivindicar sus derechos.

Así que ese proscrito cuartelado Navarra/Francia plasmado en Ujué, sería al fin y al cabo el que mejor reflejaba sus aspiraciones más arraigadas, y no -o al menos no sólo en exclusiva- el Navarra/Evreux, que era prácticamente igual, sólo que con la banda componada de gules y plata (esa “diferencia” que hemos visto que él mismo ordenó quitar de sus banderas en 1364) sobre las flores de lis propias de los soberanos de Francia.

En cualquier caso, es innegable que la clave de bóveda de Ujué se convierte en testimonio emblemático importantísimo y prácticamente único de las aspiraciones que la dinastía de Evreux en general, y Carlos II en particular, mantuvieron respecto al trono de San Luis, pues las armas heráldicas Navarra/Francia y la corona real, dejan poca duda sobre lo que el rey quiso verdaderamente representar.

Carlos II se atrevió a exhibir banderas con las armas plenas de Francia y de Navarra. Un emblema, el de las flores de lis en solitario, que sólo podían llevar los soberanos franceses

La clave de Ujué se convierte, en testimonio importantísimo de las aspiraciones que Carlos II mantuvo respecto al trono de San Luis