El legendario grupo de rock-punk nacido en Barakaldo llega este sábado a la Sala Tótem para arrancarse el bozal y gritar con su último trabajo, El grito del hambre. Formado por Josu Korkostegi (voz y batería), Lino Prieto (bajo y voces), Pedro de la Osa (guitarra y voz) e Iñaki Setién (guitarras), la banda no ha perdido en sus 38 años de trayectoria ni un ápice de su espíritu combativo y la rabia que les ha caracterizado siempre, con la que ahora suben de nuevo al escenario tras unos años de descanso. 

Después de tantos años de recorrido, Parabellum vuelve a la carga con El grito del hambre. ¿En qué momento se encuentra el grupo? 

–Estamos en nuestro mejor momento. No habíamos parado mucho, solamente con los problemas que teníamos con la salud de Juan Carlos, pero siempre hemos estado un poco en la sombra, preparando cosas y ensayando. Decidimos terminar lo que empezamos hace tiempo, un disco que teníamos que haberlo hecho hace mucho, pero nunca es tarde. Y nos encontramos muy bien, pletóricos. 

¿Cómo va a ser el reencuentro con el público en el concierto? 

–Tenemos pensado dar caña al disco nuevo, pero siempre sin olvidar las canciones que han marcado mucho desde hace muchos años y que es casi inevitable no tocarlas. 

¿Qué puede contar sobre El grito del hambre

–Estamos súper contentos con el resultado, teníamos ganas de hacerlo. Tras la impotencia de no poder trabajar cuando estábamos deseándolo, hemos querido preparar esto a conciencia. Ha sido un poco nuevo, porque con Pedro llevamos 18 años, pero no habíamos grabado más que una canción; con Iñaki lo mismo, hacía cinco años que estaba con nosotros y en estudio no habíamos trabajado todos juntos. Ha sido una cosa bastante mágica y creo que se ve en el resultado. Sigue siendo Parabellum, pero está muy trabajado. 

¿A qué quieren gritarle? 

El grito del hambre era un título que teníamos desde hace tiempo, que me gustaba, y lo que hemos querido plasmar en el disco son diferentes gritos. Los gritos son la manera que tenemos las personas a veces de expresar cosas cuando no nos escuchan, y creo que en este disco lo que queríamos hacer era reflejar distintos tipos de grito, tanto de ausencia como de dolor, de rabia, de amor... Los queríamos plasmar en canciones. También es un disco muy visual, a la hora de escucharlo. 

¿Cómo ha sido el proceso de creación? 

–Las canciones, salvo una que teníamos desde hace tiempo, son prácticamente nuevas. Es de las primeras veces que hemos estado trabajando todos para todos, daba igual quién trajera una idea o un esbozo de canción. Ha sido el trabajo de todos. Queríamos que cada miembro del grupo entendiera la canción como lo que quería expresar. Ha sido un poco mágico, porque todos nos hemos metido en las canciones y las hemos hecho propias; son de todos. Y se nota que ha sido un proceso mucho más elaborado. Toda la esencia de cada uno está metida en cada canción. 

¿Qué queda del Parabellum de los inicios y qué se les viene a la mente cuando echan la vista atrás?

–Hemos crecido, han pasado años y hemos evolucionado, pero el pensamiento es el mismo. Seguimos siendo los mismos, tenemos muy claro que hemos nacido en el suelo y que somos de barrio; mientras no olvidemos eso, lo demás todo es aprendizaje. Seguimos siendo la misma gente, con la misma rabia y diciendo lo que pensamos. Igual de otra manera, porque musicalmente también hemos aprendido a expresarnos de otra forma. Sin embargo, la rabia sigue estando ahí y las cosas las decimos igual. 

¿Cuál es la esencia de Parabellum?

–Creo que es algo que a mí siempre me ha gustado no perder: la inconsciencia. Cuando somos más jóvenes somos más inconscientes para bien y para mal, en el sentido de que no nos importa tirarnos al barro. Con el tiempo, parece que a veces nos cortamos nosotros mismos, cuando ya bastante nos están cortando los demás. Creo que eso todavía lo tenemos bastante asumido: no nos importa tirarnos al barro, investigar y hacer cosas nuevas, no importa el qué dirán mientras estemos a gusto y nos salga de la piel a todos. Creo que es lo más sincero a la hora de hacer algo. Puede gustar o no, pero lo que somos es lo que hay. 

¿Subir a los escenarios sigue siendo igual de emocionante que el primer día después de tantos años?

–Es lo mismo. Seguimos poniéndonos nerviosos y teniendo nuestros minutos de temblor. Eso es algo inevitable. Salimos al escenario con la misma gana y la misma fuerza que siempre. Hemos crecido en los escenarios, hemos aprendido a tocar tocando, y es parte de nosotros. El estudio está muy bien, es perfecto y trabajas muy a gusto, pero el escenario es donde te mueves mejor. Cuando subimos al escenario, da igual que haya 10, 100 o 10.000 personas. Nos cerramos en nuestro mundo para soltar todo a quien lo esté recibiendo. No ha cambiado nada. Si tú te crees lo que estás haciendo, ves a tus compañeros con cara de extasiados, todos sudados, tú también recibes eso y lo proyectas hacia fuera. Te puede gustar más o menos, pero lo que sentimos es lo que estamos dando y lo que queremos que reciba la gente. No pueden decir que no somos sinceros. 

¿Qué es el éxito de verdad para Parabellum?

–Seguimos creyéndonos lo que somos: cuatro colegas. Y el éxito es seguir manteniéndonos. De pequeños lo único que queríamos era hacer ruido y ser colegas, y después de tantos años seguimos haciendo ruido y siendo amigos. Para nosotros el éxito es seguir hablándonos, seguir pudiendo irnos de fiesta juntos y, aunque el grupo no siga, seguiremos siendo amigos. Eso para mí es el mayor éxito que podemos tener como grupo. 

¿Cómo entienden la música?

–La música es algo con lo que nacemos. Todos somos un instrumento, generamos ruido. Nada más nacer empiezas a llorar y gritas. Y creo que la música es algo vital, que te acompaña siempre, seas músico o no. Es una parte genética, y para nosotros, que llevamos tiempo en ese mundo, es como si fuera nuestro colega, nuestra familia, para bien y para mal. Es como si fuera un compañero de vida. 

¿Este último disco significa que Parabellum seguirá dando guerra unos años más?

–El futuro no se ve y no pensamos en él, porque tampoco lo hemos pensado nunca. Cuando éramos más jóvenes, pensábamos en el día que hiciéramos un concierto, e hicimos un concierto. Pensábamos en el día en que hiciéramos un disco, e hicimos un disco. No tenemos pensado lo que vamos a hacer, pero no vamos a parar. Algo gordo tiene que pasar para que no sigamos. Y como estamos muy a gusto, somos colegas y nos gusta juntarnos para ensayar y hacer canciones, seguiremos hasta que nos echen.