De niño, en Ituren, iba a la escuela imitando el ritmo de los joaldunak, los cencerros que anclaron en lo más profundo de sus raíces un sonido y una pasión por la música que todavía hoy, a sus 87 años, AurelioSagaseta mantiene vivas. El maestro de capilla más veterano de España se despide este martes 24 de enero de un oficio, el de director de la institución musical más antigua de Navarra, que le ha aportado “siglos de historia, de música y cultura”.

¿Cómo se siente ante la despedida?

Pues por un lado liberado porque me canso ya, he estado bien hasta ahora pero de repente me noto que he envejecido, y por otro lado también son muchos recuerdos. La gente del coro no se lo cree, me preguntan, ¿pero tú te vas a ir seguro? Porque como has estado presente en todo… 

Es el maestro de capilla que más ha durado en el cargo en España.

Sí, hicieron un estudio hace poco y parece que no hay ningún otro que haya estado 60 años… En general el de maestro de capilla era un cargo muy duro, de mucho trabajo, y se esperaba a hacer 40 años e irse. 

Y usted se quedó, hasta hoy. ¿Cómo resumiría todo lo que le ha aportado esta larga trayectoria?

Aporta toda la historia. Es un dar y un recibir. El caso de Pamplona es especial, porque la Capilla de Música viene del año 1206, y tú recibes todo lo que han ido dejando los grandes maestros; sobre todo hay uno, Miguel Navarro, del Renacimiento, luego del siglo XVIII, XIX, Eslava y otros..., y tenían obligación de dejar equis obras. Con eso se ha hecho el archivo. Los organistas no tenían esa obligación y se ha perdido todo. Entonces yo he recibido todo ese impacto, toda esa educación, toda esa música y cultura de siglos de maestros de capilla.

¿Cómo recuerda los comienzos en la Capilla de Música?

Yo estaba de cura en San Martín de Unx, con 25 años. Me mandaron de organista allí y estuve un año. Ahora me doy cuenta de que éramos todos críos, el maestro, el cura nuevo... Y venir a dirigir con 25 años a unos señores que llevaban años, pues… Pero no tuve problema. A mí no me interesa lo que dicen las actas, sino lo que sucede realmente en el coro, todos esos chascarrillos. La escena de ese niño educado desde niño como cantor, beneficiado de la catedral, que canta y a la vez riñe y dice tacos, e inmediatamente después sigue cantando el Gloria patria… esa mezcla de lo divino y lo humano está muy bien. Porque la Iglesia está fundada de hombres, no de ángeles, felizmente. Con todas las consecuencias.

“La Capilla de Música es un elemento cultural del siglo XIII que otros quisieran tener... los ingleses ya lo guardarían bien”

¿Dónde sitúa el origen de su interés por la música?

Eso nace en el pueblo. Yo suelo decir que antes de los conservatorios, donde están nuestras raíces musicales y culturales es en los organistas de los pueblos. Además administran muy bien el pueblo. En Roncal, por ejemplo, ya en el siglo XVIII está presente la parroquia, el órgano, está el ayuntamiento y están los vecinos que se preocupan y exigen al organista que eduque cada año a seis u ocho niños. Y de ahí han nacido los compositores. Sebastián de Albero y todos esos no nacen por casualidad, nacen del organista del pueblo. 

¿Así fue también en Ituren?

Sí, en Ituren estuvo durante 53 años como organista José Urrestarazu, cura y alumno de Felipe Gorriti, y nos enseñó gratis solfeo a todos. Y además luego me pagó los estudios, dentro del seminario, se preocupó de mí. También Ituren tiene una peculiaridad, la de los cencerros, los joaldunak; nosotros de críos íbamos a la escuela, de barrio a barrio, imitando el ritmo de los cencerros. Le atribuí a Beethoven la frase de que al principio de todo existía el ritmo. Eso es puramente ritmo y es algo educativo que he vivido desde crío. También tocaba el txistu; con diez años iba de Ituren a Narbarte, un camino de unos 5 kilómetros, en una bicicleta de aquellas que tenían un manillar al que no llegabas... hace falta tener ganas, ir a Narbarte a pedales así, torcido, y detrás de mí iba corriendo otro crío del pueblo, Miguel Macuso, gran txistulari y sacristán de Ituren durante más de 60 años, que murió hace poco. Claro, se desarrollaban los pulmones. Hoy día es inconcebible que un niño haga eso, denunciarían a los padres. Pero yo era de caserío, estaba acostumbrado a ir de noche por los caminos. Todo eso era la realidad, el niño lo hacía, lo asumía, y fue educativo, el txistu.

Siendo usted director, por la Capilla de Música de la Catedral han pasado 280 coralistas, entre ellas voces reconocidas hoy.

Sí, solistas como María Bayo, Raquel Andueza, Patxita Beaumont, Maite Beaumont, Iñaki Fresán… todos estos han pasado por aquí. Tenemos buenas relaciones, de vez en cuando si aparecen por Navidad vuelven. Hemos vivido épocas doradas, como entre 1990 y 2010, qué bien sonaba el coro con toda esa gente de solistas que ahora están cantando por ahí en distintos países. Y otra época muy bonita fue cuando yo estaba en el conservatorio, hacia 1980-1985, y gracias a la gran labor que hizo Pascual Aldave, incorporamos a más de cien adolescentes que, sumados a la capilla, componían una juventud con una fuerza vital… Fue un momento feliz.

“La gente del coro no se lo cree, me preguntan, '¿pero tú te vas a ir seguro? Como has estado presente en todo...”

También introdujo a las mujeres en la Capilla de Música...

Ah, sí... En la década de 1970 fueron desapareciendo los tiples, los infantes, que estaban desde la Edad Media en la catedral. Entonces eché mano de chicas que conocía del conservatorio, de clases de canto, y por primera vez entraron en la Capilla de Música las mujeres. Y más adelante, en tiempos de Fernando Sebastián, que luego fue cardenal, ya a finales del siglo XX, estas mujeres además empiezan a cantar dentro de la liturgia, del altar, dentro del presbiterio junto con la Capilla de Música. Yo lo hice porque es que era lo normal. Sin pensar más, pero ahora me atribuyen que yo metí a las mujeres, bueno, las metí porque las tenía que meter. Era lo natural.

¿Con qué concierto se queda de todos los que ha vivido?

Hemos estado en Nueva York, Japón, Alemania… y yo me quedo después de todo con Córdoba. Cantar en la mezquita es una maravilla. Ese paso de la parte árabe, que ellos guardan con mucho respeto, a la parte cristiana, es un recuerdo imborrable… Volvería a Córdoba, ni Japón, ni Nueva York ni nada. 

También habrá sido emocionante el concierto del pasado 5 de enero en que, de alguna manera aunque no oficialmente, dijo adiós.

Sí, para terminar escogí el Amén del Oratorio de El Mesías de Händel. El Amén significa el final. Y también en el concierto di una obra en euskera, Belenen sortu zaigu, que tiene una historia muy bonita de un caserío donde nacen mi madre y mi abuela, en Leurtza; ahí había un abuelo ciego que había sido carbonero, y enseñó catecismo a todos los críos de los caseríos de al lado, y de ahí este villancico. Fue como un resumen, del nacimiento al Amén. Ya les dije que no estoy para abrazos, no me sostengo. Así que dediqué como un gran final musical el Amén de El Mesías. Fue emocionante. Algunos del coro lloraban. Me afectó un poco cuando recordé a mi madre, el caserío, pero ya me sostuve y acabé bien.

El veterano maestro de capilla, recordando anécdotas inmortalizadas en fotografías para el recuerdo. Iban Aguinaga

¿Cómo describiría el momento actual de la Capilla de Música?

Estamos en un momento en que parte de los alumnos que conmigo pasaron del conservatorio a la catedral se han hecho mayores, y precisamente ahora celebramos la despedida de estos 11 ó 12 que somos, yo entre ellos; pero va entrando gente joven interesante. No es tan fácil encontrar este perfil de cantor que quiera cantar en la catedral por un motivo, hoy día cada vez más la gente tiende a hacer puentes: Semana Santa, Navidad, San Fermín, todo son puentes, y claro, son los días que más tienes que estar en la catedral, por eso es difícil; pero hay gente para todo, y están viniendo personas interesadas. Primero se exige que sean músicos, que canten, y también que aprecien, no el motivo religioso, pero sí ese aspecto de una catedral gótica llena, por ejemplo el Día de Reyes… hay un cierto sector de la juventud al que le interesa esto. Aunque antes era mucho más fácil venir por el aspecto religioso. Y hay un aspecto atractivo, y es que Pamplona es distinta a otras catedrales porque en ciertos hechos socio-religiosos, culturales o cívicos, como San Fermín, Vísperas, Octava, San Saturnino, en todo eso, por historia, sigue interviniendo la Capilla de Música, pero a la vez se suman, desde hace más de un siglo, Orfeón Pamplonés y Orquesta Sinfónica de Navarra, y el ayuntamiento interviene, contrata y paga, pero la dirección la lleva siempre la Capilla de Música. Este aspecto tiene una incidencia social y religiosa en el ámbito de la ciudad, cosa que no existe en otras catedrales. Y yo creo que esta cultura en Inglaterra la mantendrían, tendría un apoyo social. Me da cierto miedo que ahora, cuando pase yo, esto se abandone o no haya esa presencia de las instituciones civiles para conservar un elemento cultural suyo desde el siglo XIII, que otros quisieran tener… 

“Con diez años iba de Ituren a Narbarte en bicicleta a aprender txistu; claro, se desarrollaban los pulmones”

¿Qué llamamiento hace a la ciudadanía y a la juventud?

Que no le suene esto a una antigualla. Yo suelo decir que aquellos antiguos sabían mucho. Es más, sabían latín. Que no consideren lo antiguo una antigualla sin más, que lo aprecien porque tiene su miga, tiene su historia, está en nuestra raíces. Y hoy día a la juventud también le gusta un aspecto artístico gótico; al margen de lo religioso, estéticamente tiene su atractivo, hay siempre un sector que entrará por ese lado. La música antigua tiene aspectos que también tiene la música moderna. Toda la vida el organista de la catedral ha improvisado. Y un poco eso se ha perdido en la enseñanza oficial de nuestros conservatorios. Eso que la iglesia ha ido abandonando lo ha cogido el jazz. En el jazz se improvisa, cogen unas escalas equis y sobre eso tocan. Es lo que hacían los antiguos.  

¿Qué futuro le gustaría para la Capilla de Música de la Catedral?

A mí me obsesiona que la institución siga. Las personas pasamos, pero la institución tiene que conservarse. Esto que viene del siglo XIII ya lo guardarían bien los ingleses o los alemanes… está en las raíces de nuestra música. Salvar la institución, y cierta categoría de dignidad de la música en la catedral. Iglesias hay muchas, pero catedral no hay más que una, y ya que tienes un nivel musical, guardarlo, y no caer en esa cosa tonta de decir: ahora vamos a hacer una música pastoral de guitarreo de atractivo para la juventud... No, hombre, no, la juventud no es idiota; dale bueno todo lo que le sirvas, ya cogerá lo que sea, pero sírvele un culto desde una cultura, un culto desde lo culto.

CLAVES DE UNA VIDA

Docencia. Aurelio Sagaseta estudió composición con Fernando Remacha, a quien se refiere como “lo más honrado que he encontrado en la vida; una gran persona con la que me entendía perfectamente”. Remacha le consiguió apoyos y una beca para ir a estudiar a Roma, y a la vuelta le nombró secretario y profesor auxiliar de Armonía en el Conservatorio Superior de Música Pablo Sarasate. “Luego hice oposiciones cuando él cesó para la Cátedra de Armonía e Historia, y ahí seguí como docente 28 años, hasta que me jubilé a comienzos del siglo XXI y ya me centré solo en la catedral”, cuenta Sagaseta.

Composición. “Suelo decir que soy un compositor fracasado. La mayoría de mis composiciones son de la época de Roma, de aquellos tres años. Luego ya me dediqué a esto (la Capilla de Música) y parece mentira, lo de menos es dirigir; todo lo demás, ensayar, preparar..., lleva mucha más labor, y eso me ha restado para componer”, reconoce. Aun así, tiene 110 obras compuestas y catalogadas. Ahora que deja la capilla, no sabe si seguirá creando. “Ya veremos cómo va la salud, ando con problemas… Así como a Mozart le salía fácil, a mí componer me cuesta trabajo”, dice.

Nuevo maestro. Ricardo Zoco Lampreabe coge el testigo de Aurelio Sagaseta al frente de la Capilla de Música, compuesta en la actualidad por 35 miembros. “A mí me viene ideal, es mi candidato. Desde niño ha cantado en los Jesuitas, ha cantado en la Capilla de Música, es seglar, es farmacéutico, porque curas no hay y yo veo que nadie estudia en serio música. Y él tiene todas esas cualidades, tiene título superior de órgano, dirige un coro, conoce esto, y además le gusta. De manera de ser somos distintos, yo grito, me muevo, él es mucho más suave pero domina igualmente. Y la gente lo acepta y lo apoya, que es lo importante”, dice Sagaseta del nuevo maestro, con el que seguirá trabajando en el archivo de música de la catedral, recuperando y publicando obras inéditas como la copia del Réquiem de Mozart hecha en Pamplona en 1844 que recientemente han rescatado.

LA DESPEDIDA OFICIAL

24 de enero, 61 años después. Este martes 24 de enero, se hará efectiva la renuncia de Aurelio Sagaseta como maestro de capilla, al cumplir 61 años en el cargo. Será en la Misa Capitular en la Catedral de Pamplona, a las 10.00 horas. “Yo quiero hacer los 61 años, ya les dije: no me quitéis antes”, asegura Sagaseta aludiendo al día de mañana, en que se aprovechará el paso de un maestro a otro para cantar la misma antífona gregoriana que hace 61 años cantaron en la catedral, y que “pide por las mujeres, cosa rara en la liturgia en gregoriano”, cuenta Sagaseta.