Todavía en el primer tercio de su gira, los Marea regresaron a casa para ofrecer un concierto multitudinario en un Navarra Arena que estaba a rebosar. Ya desde primera hora de la tarde podían verse numerosas camisetas del grupo por Pamplona, así como decenas de tatuajes con su inconfundible logotipo bandolero; muchos de los que portaban semejante atuendo eran de casa, pero también los había venidos desde otras comunidades. Conforme se fue acercando la hora de la actuación, un interminable rosario de acólitos fue llenando las carreteras que conducen al recinto. Y es que veinticinco años después de su formación como grupo, el quinteto de Berriozar mantiene por todo lo alto su poder de convocatoria; la seis citas ya celebradas de esta gira Sin riendas se habían celebrado en loor de multitudes (a destacar la de Madrid, donde el grupo congregó a unas treinta mil personas), y Pamplona no fue la excepción, con doce mil almas saltando y gritando al son de la música de Kutxi y compañía.

En realidad, la música comenzó a las 20:55, cuando los miembros de Bocanada salieron al escenario. El quinteto se mostró agradecido a Marea por invitarles a abrir todos los conciertos de esta gira y, como en ellos es costumbre, sudaron al máximo la camiseta (en el caso de Martín, como también es habitual, solo la sudó durante dos canciones, porque en la tercera la despedazó y quedó a pecho descubierto). Con un sonido incontestable, los Bocanada no hicieron honor a su nombre, porque lo cierto es que no dieron tiempo a respirar durante lo cincuenta minutos que estuvieron sobre las tablas. Comenzaron con canciones como Tu nombre se escribe con sangre, Que me arranquen el pellejo o Río, alcanzaron el cenit con Mala hierba, en la que Martín bajó al foso para saltar por encima del público, y se despidieron con Campo a través. Impresiona, y mucho, ver en acción a una banda con semejante sonido y entrega.

A las 22.05, con escasos cinco minutos de retraso y en medio de una impresionante ovación, comenzó a sonar la intro, que no fue otra que taranta de El Cabrero de la que han sacado el título de su último disco, Los potros del tiempo. Después, sin más preámbulos, Otra cicatriz y Más me duele a mí, con el Navarra Arena rugiendo. Entre las canciones más recientes, fueron intercalando material añejo como Mierda y cuchara o Manuela canta saetas, dedicada a Andalucía, que es la que sonaba en el momento del cierre de esta edición. Todavía quedaba mucho galope por delante.