P: Usted es uno de los bailaores más célebres del flamenco, pero de pequeño quería ser cantaor. ¿Qué le hizo cambiar su vocación?

R: De pequeño y de mayor, a mí lo que más me gusta es el cante, lo que pasa es que Dios no me dio la facultad de una buena voz. Vi que tenía más facilidad para el baile, el cante siempre me costaba: afinar, sacar bien la voz, respirar… Mi padre era cantaor y estaba siempre con él, pero, al final, hay una cosa muy dentro de mí que es el desahogo, y el desahogo final para mí siempre ha sido el baile.

P: ¿Cómo diría que es su forma de bailar? ¿Narrativa, cuenta una historia? ¿O es algo más visceral, de transmitir sentimientos y sensaciones?

R: Aunque cada espectáculo esté orientado hacia un mensaje distinto, el mensaje general siempre es el mismo, es el mensaje del flamenco. El flamenco tiene un mensaje que yo creo que es muy necesario en los tiempos que corren. Habla de naturalidad, de verdad, de vivir el momento con su improvisación y su parte espontánea, de comunicación entre los músicos, que acaban siendo familia, de hermandad, de respetar los orígenes para poder evolucionar… El flamenco ya de por sí tiene un mensaje increíble. Con mis espectáculos, intento ser yo mismo a través del flamenco, o ser flamenco a través de mi forma de ser, que de alguna manera viene a ser lo mismo. Intentamos dar un espectáculo de calidad al público, que se lo merece, pero sin dejar de lado esa verdad, esa naturalidad y ese punto de que te dé igual quién esté mirando, porque tú te estás expresando con humildad, con honestidad y con el corazón.

P: ¿Y cómo funciona esa manera de expresarse cuando actúa en el extranjero? Porque usted ha tenido mucho éxito en países que en principio no están tan familiarizados con el flamenco.

R: Lo sorprendente es que a veces lo entienden mejor que en España. Lo he hablado con otros compañeros y es así. Se llenan teatros muchísimo más grandes, en menos tiempo y con precios más elevados. Y lo vemos también cuando damos cursos, master class, y los alumnos que se apuntan están muchísimo más formados en el flamenco. ¿Por qué? No lo sé. Igual porque, cuando tenemos las cosas tan cerca, no las apreciamos. Pero es sorprendente cómo entienden, sienten, viven y experimentan el flamenco fuera de España, en países como Estados Unidos, México… En septiembre voy a Brasil, acaban de salir las entradas a la venta y ya casi no quedan. Los cursos se anunciaron y se ocuparon todas las plazas. Voy a colaborar con una compañía de flamenco de allí que tiene una calidad increíble, si no te dicen que son brasileños no te das cuenta. Y cada año, más y mejor. Es sorprendente, pero es así.

“Con mis espectáculos, intento ser yo mismo a través del flamenco, o ser flamenco a través de mi forma de ser, que viene a ser lo mismo”

P: Viene a Tudela con un espectáculo que se llama Bajañí, que en caló significa guitarra. La edición del Flamenco on Fire de este año está dedicada al “alzapúa”, que es una técnica de la guitarra flamenca, así que su espectáculo casa perfectamente.

R: Es un espectáculo que he diseñado especialmente para el festival, no voy a girar más con él, solo ese día. La guitarra ha tenido muchísima importancia en el flamenco en general, y en el baile en particular. Es uno de los pilares más fundamentales de nuestra música. Y el espectáculo se basa en eso: no me va a tocar la guitarra a mí, sino que yo le voy a bailar a la guitarra todo el tiempo. Ella es la protagonista y yo intentaré ser su prolongación. Vamos a rescatar toques de los guitarristas más importantes de la historia del flamenco, con muchísimo respeto, pero a nuestra manera y con nuestro corazón. 

P: Hemos hablado antes de que viene de una familia muy reconocida, y la saga continúa, porque le acompaña bailando su hijo, Juan El Moreno. Es muy pequeño, ¿no?

R: Sí, tiene diez años, cumple once el mes que viene. Debutó igual que yo, con cinco años en Nueva York. Baila desde niño y nos hacía ilusión repetir la historia. Tiene facilidad con el ritmo, le gusta mucho, pero le ha tocado un padre que es exigente. No quiero que caiga en el error de creer que por ser mi hijo tiene el camino hecho, ni mucho menos. Por eso le meto caña.

P: Usted bailó por primera vez en público en Broadway, con cinco años y acompañando a su abuelo. Su hijo, de la misma manera y acompañándole a usted. ¿Cómo y con qué edad se empieza a interiorizar el baile?

R: Eso se ve desde niño. Hay niños que les gusta estar tranquilos viendo la tele, a otros les gusta subirse a los sitios… Yo tengo tres niños y te puedo asegurar que no parecen ni hermanos. Juan, Manuela y Triana. Las niñas son mellizas y no se parecen en nada en la forma de ser, ninguno de ellos. Desde niño ves al que le gusta la risa, al que se corta, al que es más travieso, al que es más sinvergüenza… Y al que tiene sentido musical, sentido del arte. Cuando el niño escucha una música y sin darse cuenta va siguiendo el compás con la mano, cuando hay una fiesta y se mete a mirar y sale a bailar… Ves que le gusta y que se le da bien. Un día te dice que quiere bailar contigo y lo sacas. Ven el flamenco en casa y lo van haciendo suyo a su manera. 

P: Si miramos las biografía de flamencos de generaciones anteriores, eran vidas muy duras: dejaban de estudiar muy pronto, eran autodidactas… Era otra España, evidentemente, con posguerra, dictadura y demás. Afortunadamente, las cosas han cambiado mucho, ¿no?

R: Fíjate: mi padre se tuvo que salir del colegio con trece años porque se quedó huérfano y era el mayor de sus hermanos y tuvo que cuidar de ellos. Yo llegué hasta el acceso a la Universidad, pero tenía tan claro que quería ser bailaor que no quise matricularme en ninguna carrera, quería estudiar la carrera del flamenco. Mi niño saca sobresalientes y notables en todas las asignaturas, ya sabe que, si suspende, se queda sin fútbol, sin play station y sin bailar conmigo. Ahora tienen acceso a todo, hay cursos, libros, vídeos en internet… Mucha más información. Siempre existirá la diferencia de tener un maestro en la cercanía, que te oriente y que te aconseje. Pero sí, ahora hay más facilidades.