El flamenco en los balcones está recibiendo una gran acogida en las calles de Pamplona. Tres citas matutinas han tomado hoy las calles , concentrando a un centenar de personas a pesar del calor. El balcón del Ayuntamiento ha sido el primer escenario en ofrecer un concierto. Allí, en todo lo alto, y bajo un toldo rojo, la voz de Antonio Reyes y su hijo, Nono Reyes a la guitarra han conseguido captar la atención de todo el público. Al ser uno de los puntos más transitados de la ciudad, la cita ha concentrado a aficionados del flamenco, como un señor que retenía a su familia cantando “mira que soy gitano, gitano, puro”, pero también a turistas que pasaban de casualidad. Incluso vecinos que salían a comprar no han podido evitar pararse a escuchar. Todos se han concentrado en la sombra, hipnotizados por las palmas, la voz del cantaor y la guitarra. Por su parte, los más enérgicos se han animado a bailar, ya que a eso han venido, “a ver el flamenco”, como indicaba una señora, pero también a sentirlo. Con quince minutos de margen, el balcón del Hotel La Perla ha acogido la voz de Potito y al joven guitarrista José del Tomate, quienes han contado con un público multitudinario al que han agradecido la asistencia a pesar de las altas temperaturas. A pesar de ser la primera vez de Potito en un balcón, el cantaor se ha mostrado natural y espontáneo, incluso ha compartido con el público el calor que sentía, “me voy a desabrochar un poco la camisa”. Sus giros de voz, que sonaban desde lo más profundo, han llegado a todos los rincones de la Plaza del Castillo, en la que el público se ha repartido por los porches, la hierba, los bares y bajo la sombra de los árboles; también los más valientes han contemplado la actuación a pleno sol. Las terrazas de los bares Laba y Windsor se han llenado de personas que no querían perderse el espectáculo. Incluso ha habido quienes han compartido mesa para no perder la oportunidad. 

Aunque las terrazas se hayan convertido en un lugar privilegiado, Paula Vallés ha encontrado un sitio aún mejor. La argentina se ha sentado en el suelo, al resguardo de la sombra que proporcionaba una sombrilla a los pies del balcón. Estaba a escasos metros de la familia de los propios artistas, que animaban el ambiente con palmas y “olés”. Se ha sentado allí para “sentir el flamenco más de cerca”, ya que le despierta pasión y le pone los pelos de punta. Es el segundo año que Paula disfruta del festival, y le sigue sorprendiendo escuchar flamenco en Navarra. 

El compás del vino

Tras dos conciertos en exteriores, el flamenco se ha desplazado al interior del Nuevo Casino para acompañar una sesión de maridaje. Grandes mesas rectangulares y redondas se han llenado en cuestión de minutos de asistentes locales y turistas. Allí les esperaban cuatro copas diferenes, la experiencia estaba a punto de empezar. En palabras del ponente, José María Castaño, “más que un maridaje, la actividad consiste en una interacción del vino con los cantes. Los distintos vinos de Jerez se van enlazando con los diversos estilos del flamenco. Una sinestesia en la que, por distintos sentidos, alcanzamos un sentimiento común”. Una vez introducidos los vinos, Castaño ha dado la bienvenida a los artistas del encuentro, José Carpio Mijita y el guitarrista Antonio Higuera. La soléa y la bulería se han abierto paso entre las lujosas lámparas y los cristales del casino a medida que la cata de vino avanzaba entre sonrisas y miradas concentradas en el vino y la música. 

Entre los asistentes, Marie Claude Dolet, originaria del sur de Francia, llegó el sábado pasado a Pamplona con la misión de escuchar flamenco. De alguna manera “lo llevo en las raíces”, ha declarado. En sus vacaciones le acompañaban amigos franceses, que como ella, han disfrutado del vino sin perder la vista a los artistas, cuyos cánticos y acordes de guitarra han retumbado en la sala.  

En suma, la fuerza y la pasión que despierta el flamenco han demostrado estar por encima de las altas temperaturas.