El rigor histórico y el realismo de sus novelas ha llevado al tudelano Carlos Aurensanz a ser uno de los escritores navarros de novela histórica con un público más fiel, que espera con ansiedad sus nuevas entregas, sean de la época moderna o de los Banu Qasi. Su prolífico bagaje (8 novelas en 15 años) le ha llevado ahora a acometer El cementerio de cristal, una inmersión en la Navarra de la Guerra Civil y la posguerra que tiene como eje argumental la fuga del penal de San Cristóbal del 22 de mayo de 1938 y donde recupera también la vida en Puente Real, que tantas alegrías le dio con La puerta pintada. Las historias de aquellos presos brutalmente reprimidos y tratados de forma inhumana se encuentran entremezcladas en los personajes de Aurensanz.

¿En qué momento piensa que la fuga del fuerte de San Cristóbal puede ser una novela?

Me tropecé con la historia de la fuga del fuerte y con el propio fuerte buscando documentación de una novela anterior, La puerta pintada. Muchos de los presos que estuvieron encerrados en la cárcel del antiguo convento de San Francisco de Tudela, al quedarse pequeña, fueron trasladados a San Cristóbal. Así empecé a interesarme por lo que había pasado y se quedó ahí pendiente. En aquel momento manejaba un libro fundamental que es Navarra 1936. De la Esperanza al terror, que recorre lo sucedido del 18 de julio en adelante en todos los pueblos de Navarra. Es un libro que rompe por dentro y que muestra cómo de un día a otro, hermanos, amigos... se pueden enfrentar hasta el punto de matarse. Después de terminar la anterior novela El tejido de los días pensé que había llegado el momento de retomar esta historia de El cementerio de cristal.

¿Por qué este título?

La novela transcurre entre 1936 y 1942 y se queda sin cerrar para retomar en un epílogo en 2010. Las condiciones de vida del fuerte eran tales que había constantes muertes por enfermedad, de hecho en los último años se reconvirtió en sanatorio de tuberculosis. Entre los muertos por tuberculosis y las sacas del propio penal los cementerios del entorno estaban saturados y no cabían más. En 1942 se decide hacer un cementerio en el entorno del fuerte y se empieza a enterrar. En la vida de la prisión fue fundamental el capellán don Pascual, una persona con mucha humanidad que se preocupó por el bienestar de los presos. Propuso organizar el cementerio y en mayo se enterró al primer muerto que no tenía identificación. A don Pascual se le ocurrió usar las botellas de cristal del fuerte para meter una hoja con el nombre, apellido, edad y origen. Así se hizo y se llevaba un registro de los presos. A todos se les entierra con una botella entre las piernas. En 2000 se descubrió el cementerio y con las indicaciones de las botellas, Jimeno Jurío (que tenía una relación de los presos del cementerio) se consiguió durante muchos años de trabajo entre otros de Exteberría, Aranzadi y Txinparta, identificar a los 131 enterrados. De ahí salió El cementerio de las botellas, del que he bebido y me he servido ya que tiene tantos detalles y calidad literaria que a veces cogía fragmentos (y los cito en la propia novela). Por eso me parecía un título muy significativo y que sería bueno.

“El motivo de las condiciones deplorables en las que vivían era una trama delictiva en la que el principal protagonista era el director del penal”

Mezcla personajes ficticios como Ana María o Joaquín, los protagonistas, con otros reales con nombres y apellidos, ¿son nombres imaginarios con vidas reales o nombres reales de vidas imaginarias?

Cuando profundizas en lo que pasó en el fuerte Ezkaba durante la Guerra Civil te encuentras con cientos, miles de testimonios de cómo se sufrió allí. Centrar la novela en uno solo de aquellos presos significaba dejar fuera el 95% de la realidad que se vivió allí. Tenía que usar personajes de ficción para intentar abarcar en su peripecia la de todos los compañeros que sufrieron allí con ellos. Joaquín y Ana María son los que he elegido en una historia que empieza en julio de 1936. Joaquín es un joven de Puente Real (vuelvo a ella después de La puerta pintada), que va a estudiar derecho a Madrid y ante los rumores de asonada militar inminente, el despacho de abogados donde trabaja decide cerrar por a lo que pudiera pasar y vuelve a Puente Real con la idea de pedir compromiso a su amiga de toda la vida, Ana María. Sucede la víspera del 18 de julio y en el momento en que se intercambian los anillos de compromiso no imaginan cómo la vida se va a truncar a partir del día siguiente.

Una de las cosas más admirables es su forma de documentarse, el rigor histórico, que hace que el lector sienta que camina por el patio del fuerte o por la Pamplona de 1936.

Esta vez he tenido la suerte de que hemos llegado a tiempo para tener testimonios de presos que estuvieron allí en el penal. En 1988 se celebró el 50º aniversario de la fuga (22 de mayo de 1938) y hubo un grupo de personas de Ansoain que hizo un acto de memoria. Contactaron con 22 supervivientes, se hizo un documental (La gran fuga de las cárceles franquistas, de Iñaki Alforja) y reunía los testimonios de 22 de aquellos hombres. En el penal eran críos, había jóvenes de 16, 18 o 20 años, reclutados al inicio de la guerra, que habían llegado al frente y capturados, para ser recluidos en el fuerte. Después Félix Sierra e Iñaki Alforja, escribieron un libro recogiendo todos los testimonios y también de familiares y de un grupo de mujeres que tuvieron un papel fundamental, que desde Pamplona subían al penal para tratar de suavizar las circunstancias de los presos, arriesgando también mucho al significarse como compañeras de ellos. Otra obra fundamental es la de Francisco Etxeberría y Koldo Pla (El cementerio de las botellas). Hay también cientos de artículos periódicos, una tesis doctoral y visitas in situ al penal, que sigue bajo control militar. Es muy difícil visitarlo por dentro y el paseo perimetral y la entrada en algunos fosos ya permite hacerse una idea. Tuve la suerte de que Koldo Pla me permitiera ir a una de las visitas al interior.

¿Cuál fue su sensación al estar dentro?

Cuando entras se te encoge el alma. Las paredes se te echan encima. Es un lugar claustrofóbico, incluso en un día de primavera; no quiero ni imaginar con nieve o niebla. Los edificios no tenían cristales, solo rejas. Hay que pensar cómo serían las galerías donde se hacinaban 500 ó 600 presos. El penal estaba pensado para una guarnición de unos 100 soldados y llegaron a estar 3.000 presos (2.795 en el momento de la fuga). Las galerías subterráneas estaban en contacto con los aljibes del fuerte y el agua se filtraba a través de las piedras de la pared y llenaba el suelo, donde dormían sin colchones ni nada, a lo sumo conseguían alguna manta o saco. Para 500 presos tenían unos aseos, el agua racionada… eran condicione infrahumanas y la mayor causa de mortandad eran las infecciones, parasitosis...

Portada de 'El cementerio de cristal'.

Portada de 'El cementerio de cristal'. cedida

Conocer de primera mano las instalaciones es también fundamental para la documentación...

Koldo Pla me llamó para decirme ‘¿cómo has podido describir con tanto lujo de detalles el interior si la visita fue casi fugaz?’ Íbamos con dos soldados que nos vigilaban, no se podía hacer fotos más que en determinadas zonas, pero tuve la fortuna de poderme escabullirme y hacer fotos de lo que me interesaba documentar.

“En esta novela, de manera muy especial, me ha ido llevando la historia. Cuando empecé a escribir no tenía muy claro qué iba a pasar”

Hablando de las condiciones, ¿cómo era la vida de los presos?

El motivo de las condiciones deplorables era que había una trama delictiva en la que el principal protagonista era el director de la prisión Alfonso Rojas, también el administrador, el que llevaba el economato y el médico titular. Lo que comían era un caldo sucio de agua en la que como mucho lo único sólido eran los gorgojos de los garbanzos, que los contaban. Les daban un mendrugo de pan para todo el día, el agua estaba racionada, la carne no la veían. Los supervivientes temían el día que había pescado porque les daban una corvina del Sáhara que al hervirla la peste era insoportable y todos vomitaban. Ese día nadie comía. Estaban famélicos y de hecho el motivo de que muchos renunciaran a escapar es que no se sentían con fuerzas. Estaban descalzos y así muchos huyeron monte abajo. Eso les llevó a muchos a escapar de aquel infierno; morir era una posibilidad que les resultaba incluso atractiva.

La fuga fue de noche, también debió conocer las diferentes vías de huida.

En el momento de la fuga la mayoría no sabían lo que se estaba cociendo. Había un grupo, encabezado por Leopoldo Picó, al que mantengo con nombre y apellidos, que fue el autor intelectual. Era una locura, viendo como es el penal. Fuera de la prisión esperaba toda la guarnición militar. La idea de conseguir escapar era una utopía y Picó tuvo problemas para conseguir ayuda porque todos creían que estaba loco. La desesperación y pensar que lo peor no era morir en el intento les animó. Cuando salieron muchos no sabían lo que estaba pasando. Les dijeron ‘estáis libres’, ‘¿dónde vamos?’ se decían. Muchos se asustaron y volvieron al penal y solo escaparon unos 800. Marcharon ladera abajo, tratando de orientarse hacia su meta que era Francia. También fue necesario documentarme en las vías de escape.

¿Cuál es el método para crear la historia? ¿Dibuja un personaje agrupando historias y va hacia atrás para ver cómo se pudo formar su vida?

Ha variado con el tiempo, desde mi primera novela. Antes era bastante cuadriculado. Con los Banu Qasi funcionaba con bases de datos, cronogramas, todo muy estructurado. Antes de empezar a escribir sabía los capítulos y qué ocurría en cada momento y al final. Eso ha ido cambiando y en estas últimas novelas que no me he ceñido tanto a los hechos históricos (en la vida de Joaquín y Ana María hay novela) me permite libertad para dejar a los personajes que circulen por donde quieren. En El tejido de los días, la llamada a ser protagonista principal de la novela era Antonia, doncella de la casa de los Monforte, pero el personaje de Julia fue ganando protagonismo hasta el punto de que se lo arrebató y la portada es de Julia y no de Antonia. Ahora permito a los personajes que vivan sus vidas y no me cierro a cambiar cosas preconcebidas. En esta, de manera especial, me ha ido llevando la propia historia. Cuando empecé a escribir no tenía muy claro qué iba a pasar. Ha sido un año de escritura con un proceso más de decidir día a día.

“Cuando salieron, muchos no sabían ni qué estaba pasando; la desesperación y pensar que lo peor no era morir les alentó”

Con una fuga así en otro país se habría hecho de todo, museos, películas, libros… aquí no hubo noticias en la prensa local y nacional, pero 'The New York Times' hizo tres menciones… ¿A qué se debe?

En el momento de la fuga, para el régimen suponía un varapalo fuerte de cara a la propaganda en plena Guerra Civil. El régimen no podía reconocer que de un penal de máxima seguridad se les escaparan 800 presos por la puerta. Durante los 40 años de dictadura fue un tema tabú del que no se habló. Se ha recuperado la historia a partir de 1988.

Hay dos períodos que le apasionan, la República, Guerra Civil y Postguerra y los Banu Qasi.

Siempre me han atraído. Conocer un período te hace amarlo y cuanto más sabes más quieres saber. Me parecen épocas apasionantes. Me han llamado para dar conferencias sobre el siglo IX, X, sobre el Islam, sobre los Banu Qasi… y ya les digo que no soy historiador pero me dicen ‘un experto en un tema es aquel que le ha dedicado 10.000 horas. Quien hace eso es un experto’. Entonces creo que sí, con los Banu Qasi son 2.200 páginas de trilogía, continuadas con El médico del Califa. Cuando me preguntaban qué quería hacer, siempre decía lo mismo: ‘a mí me gustaría escribir lo que me gustaría leer escrito por otro’. Si escribo es porque antes he sido muy lector de novela histórica. Cuando me tropecé con los Banu Qasi me di cuenta que nadie había escrito sobre esos episodios. Era una zona virgen, sin explorar.

¿Qué tiene preparado para siguientes libro? ¿Habrá también más historias con Puente Real?

Durante el proceso de documentación salen otras historias. Ideas hay muchas. Tengo una aparcada desde 2016 y ya he empezado, vuelvo a los orígenes, vuelvo al siglo X, al reinado de Abderraman III, el primer califa. Vuelvo a Córdoba que es una de esas historias que dejas aparcada porque sabes que tiene enjundia. El centro de la historia es un eunuco. Respecto a Puente Real posiblemente vuelva a ello, porque la Guerra Civil y postguerra es algo que me atrae mucho.