Vanesa González García (Pamplona, 1980) tiene grabadas en la retina las imágenes de las inmensas colas que se formaban en la taquilla de un recién inaugurado Baluarte donde ejercía su “primer trabajo oficial”. “Venía gente desde las siete de la mañana a esperar con la silla de campo para conseguir entrada. Las colas no paraban, y los espectáculos se agotaban en horas, o en una hora. En el 80% de la programación colgábamos el cartel de todo vendido. Recuerdo muchos nervios y horas y horas de trabajo, empezar a las diez de la mañana y salir a la noche”, rememora hoy, veinte años después, esta trabajadora primero de Taquilla y desde hace un año de Ticketing del Palacio de Congresos y Auditorio pamplonés.

Ya en entonces (año 2003) al frente del cargo, que todavía hoy ejerce, de Director Técnico y de Operaciones de esta gran infraestructura cultural y congresual, Eduardo Nanclares Berrio (Pamplona, 1969) palpaba en aquel octubre de hace veinte años “la expectación y la necesidad de conocer” que había en la ciudadanía navarra ante la nueva infraestructura. “Era la novedad, no había un auditorio en Pamplona, estaba el Teatro Gayarre pero de estas dimensiones nada. De grande que es, este edificio es un súper imán. Y en el momento de abrir sus puertas había una cierta ansiedad, todo el mundo quería conocer. El efecto apertura fue un llamamiento terrible, y fue largo, se prolongó durante tres o cuatro años”, apunta Nanclares, uno de los trabajadores más veteranos de la plantilla de Baluarte, que cuenta hoy con una docena de personas. 

El Palacio de Congresos y Auditorio se inauguró el 30 de octubre de 2003 con un concierto –de asistencia con invitación– protagonizado por la soprano navarra María Bayo y el barítono Iñaki Fresán junto a la Orquesta Sinfónica de Navarra y el Orfeón Pamplonés. Desde entonces, cerca de 6,8 millones de personas han visitado el edificio. Baluarte, que cuenta con una superficie total de 63.000 m2, se ha convertido en este tiempo en un referente cultural y congresual tanto dentro como fuera de la Comunidad Foral.  

Cuando abrió sus puertas, la expectación era enorme. “Aunque se hizo una exposición previa que itineró por Navarra en la que se mostraba cómo iba a ser la infraestructura con recreaciones 3D, lo que entonces era una tecnología novedosa, todo el mundo quería verla por dentro. Que en el centro de la ciudad hubiera dos solares vacíos generó mucho ruido, a favor y en contra. De repente se levantó un auditorio con capacidad para 1.500 personas, más otra sala de 500, más por fin un espacio en el centro de la ciudad para hacer congresos, porque había una dinámica muy fuerte de congresos en Navarra, gracias a las universidades y los hospitales; y la Comunidad era pionera en el asunto de las eólicas. Había mucho tejido y faltaba un espacio en Navarra. Todo eso generó tal ruido que la gente venía aquí y no había sitio para todos a la vez. Obviamente con el tiempo se ha demostrado que todo el mundo ha tenido la posibilidad de acceder”, cuenta Eduardo Nanclares. 

“Era una novedad poder traer a Pamplona una gran orquesta, un musical, una ópera, en un escenario de estas dimensiones, casi tres veces mayor que el del Gayarre...”, apuntan. En esos inicios, añade Vanesa González, “Internet no se usaba como ahora, eran cuatro personas las que compraban por esa vía, así que lo más característico eran las colas en taquilla, y el enfado de la gente que se quedaba fuera, sin entrada”.

“Y hablabas con promotores y artistas cuyas giras no iban tan bien o tenían altibajos, y aquí en dos días vendían todo. Todos querían venir, era éxito asegurado”, añade el Director Técnico y de Operaciones de Baluarte, poniendo en valor las ventajas y facilidades que desde el principio se vio que conllevaba la ubicación céntrica de esta gran infraestructura: “No es normal que tú puedas entrar en el siglo XXI con seis trailers al centro de la ciudad y descargar sin parar la ciudad. En otras ciudades cercanas esto es muy complicado. O se tiende a hacer grandes palacios de congresos pero en las afueras. Los y las congresistas que pasan por aquí valoran siempre como muy positiva la ubicación de Baluarte, desde donde pueden llegar caminando al casco antiguo, y que cuenta con un pulmón al lado que es la Vuelta del Castillo”.

La limpieza

Un edificio versátil que está siempre a punto

El gran edificio en forma de L, de color gris, al que se accede a través de una gran plaza de 10.000 m2 y cuyo pavimento de adoquín tuvo que sustituirse al poco tiempo para facilitar la accesibilidad, se ha integrado ya de tal manera en el paisaje del centro de Pamplona que cuesta imaginar el lugar antes de su construcción.

Un edificio que tiene que estar siempre a punto, impoluto, para recibir a visitantes y congresistas. La limpieza es un reto diario imprescindible. Lo sabe bien Cristina González Caneda (Pamplona, 1966), quien empezó a trabajar en la limpieza de Baluarte desde un mes antes de que abriera sus puertas al público. “Hubo que hacer un trabajo tremendo. Entonces no había ascensores, así que íbamos con toda la carga escaleras arriba, escaleras abajo. En un sitio tan grande, no sabíamos por dónde empezar. Recuerdo que hubo que teñir el suelo y no dejábamos pisar a nadie... Y risas y anécdotas, muchas. Como que nos decían que no limpiásemos tanto los cristales porque los obreros se chocaban, no los veían, se pegaban y rebotaban”, recuerda entre risas esta trabajadora del servicio de limpieza que en el Palacio de Congresos y Auditorio Baluarte siempre se ha subcontratado –en los inicios a la empresa Velate, luego a Eulen, Uni2 y, desde hace ocho años, a Maju–. 

La plantilla fija la integran unas ocho personas y para eventos muy voluminosos se cuenta con gente de apoyo. “Para la feria Navartur el trabajo era bestial...”, destaca Cristina González, muy contenta de estos veinte años de trabajo en un servicio “que cumple”. “Queremos que Baluarte siempre quede bien para toda persona que venga aquí”, dice, apuntando que en los últimos años “se ha avanzado mucho en el tema de control de residuos”. “En los inicios usábamos contenedores de ruedas, y había que subirlos hasta la planta. Ahora cada contenedor tiene sus residuos y parte de nuestra labor es contar las bolsas para contabilizar lo que se genera. Además, todas las papeleras están marcadas para que cada una se use como es debido; luego ya es responsabilidad de cada cual...”, concluye.

Cristina González, trabajadora del servicio de limpieza de Baluarte desde que se abrió el edificio. Patxi Cascante

Como Director Técnico y de Operaciones, Eduardo Nanclares coordina todas las actividades culturales y congresuales, facilitando todos los servicios, desde que el cliente compra su entrada hasta que se desarrolla el evento. En la escena, todo lo referente a sonido, audio, proyección, horarios, pruebas, ensayos, atención al público, cuantificar y coordinar equipos de trabajo... “El objetivo es que todo lo que pase aquí esté por un lado controlado, y por otro con un cierto orden empresarial”, dice.

Los comienzos los vivió “con mucha ilusión”, y asegura que “los equipos de trabajo que hemos funcionado aquí durante todo este tiempo hemos aprendido un montón con los años, no solo cosas técnicas, sino también de ese trabajo colaborativo. Al principio teníamos que inventar muchas cosas, algunos compañeros tenían experiencia previa en televisión, otros en los mejores teatros de Madrid, en comunicación... pero era un trabajo nuevo para todos, con nuevas experiencias y todo muy comprimido, porque la programación que tuvimos hace veinte años era una barbaridad; otros recintos parecidos iban con la mitad de la mitad de programación”.

Destaca que han llegado a estar 200 personas trabajando para garantizar el desarrollo de algunos grandes eventos. “Este edificio tiene la versatilidad de poder tener a 1.500 personas en dos sesiones, es decir, 3.000 el mismo sábado, de acoger una feria de carácter familiar en los 2.000 m2 de exposiciones, tener un congreso arriba y una exposición en La Muralla, y esto no es lo habitual pero sí que pasa relativamente todos los años”, cuenta Eduardo Nanclares.

En cuanto a la evolución de Baluarte en estos 20 años, destaca que ha habido “un gran cambio: la forma de comprar, no solo aquí, en toda la sociedad”. Vanesa González lo ha visto de cerca: “Ahora mismo la venta por Internet siempre gana, y así como antes las entradas se imprimían en un dispensador que teníamos, ahora ya se traen en el móvil. Aunque desde taquilla se ha ido trabajando la atención personalizada: ahora la gente llama, le atiendes, eso al cliente le gusta. Siempre estamos ahí detrás para resolver cualquier incidencia; valoramos la atención física y personalizada, y trabajamos mucho en que el cliente vuelva”, destaca.  

La tecnología ha cambiado también el desarrollo de los congresos, “que ahora pueden seguirse desde casa, en un formato streaming, y nos ha permitido avanzar en tiempos y en montajes”, señala Nanclares, reconociendo que “la digitalización es uno de los ejes que nos interesa potenciar de cara al futuro, no solo para ganar en calidad, sino también por un trabajo de ahorro y eficiencia energética”. 

En la memoria

Vivencias para el recuerdo

Musicales y óperas suponían los mayores retos técnicos en los inicios de Baluarte. “Eran muchísimos días de trabajo y de preparación. Entonces los primeros musicales eran el boom y suponían un reto, tanto por el público como por comprobar y adaptar las infraestructuras del auditorio. Y también las óperas, grandes coproducciones de Sevilla o de Oviedo que se consiguieron traer a Pamplona. Fue un lujo disfrutar de esas sesiones”, dice Eduardo Nanclares.

Él ha tenido la suerte de presenciar ensayos de artistas de la talla de Paco de Lucía, Bebo Valdés, Woody Allen, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés o Raphael... “Con Tricicle nos lo pasábamos genial, eran muy metódicos, ensayaban mogollón, estaban ahí a todas horas. Y recuerdo cuando vino Paco de Lucía, yo estaba con mi compañera Esperanza Soroa, de Comunicación, y él solo afinando en el escenario mientras su hijo de 12 años correteaba por allá... Esas cosas no se olvidan”, dice.

Vanesa González también recuerda con una sonrisa que Montxo Borrajo les llevaba a diario una rosa a taquilla los días que tenían función en Sanfermines, o que “Joaquín Cortés se acercaba a ver cómo iban las ventas, se preocupaba mucho de su espectáculo”, dice, apuntando como primeros llenos de público en la sala principal de Baluarte los de Mayumaná, Les Luthiers, Miguel Bosé o Sara Baras, sin olvidar “el Ballet Nacional, que también es venta segura; las grandes orquestas: Filarmónica de Berlín, Viena, London Symphony Orchestra..., o grandes solistas como el tenor peruano Juan Diego Flórez, que cuando vino firmó autógrafos en los camerinos”. 

“Con Julieta Venegas también tuvimos un súper éxito. Y con las programaciones estables: Orquesta Sinfónica de Navarra, Sinfónica de Euskadi, los festivales Flamenco On Fire, Punto de Vista, Pamplona Negra, los Encuentros...”, destaca Eduardo Nanclares.

Ahora, la programación se “ha diversificado un poco más y es más accesible para públicos emergentes o más jóvenes; ahora viene el espectáculo de humor La Ruina, hay mucho monologuista que viene desde redes sociales, TikTok, como Martita de Graná, y llenan. Es otra forma de programar, te lo piden en las redes, salen de gira y el lleno está asegurado”, cuenta el Director Técnico y de Operaciones de Baluarte.

Satisfacción y sacrificio

Trabajar para el ocio de los demás

La relación humana es, para Eduardo Nanclares y Vanesa González, lo más gratificante de sus trabajos en el Palacio de Congresos y Auditorio Baluarte. “Agradecemos, mirando atrás, a todas las personas que de una manera u otra, en una temporada larga o corta, han coincidido en este engranaje, desde empresas que hacen el diseño y tienen que entender lo que queremos comunicar, hasta empresas que aportan capital humano; un espectro terrible”, destaca el Director Técnico y de Operaciones. 

“Siempre ha habido un buen nivel de cercanía entre los equipos: técnicos, de taquilla, acomodación, limpieza..., y esa relación humana es muy gratificante. Se ha hecho una piña entre todos para soportar esta gran infraestructura, que desde fuera se ve muy bonito y es verdad, pero como en todos los trabajos, y en éste en especial porque trabajas para el ocio de los demás, implica sacrificio, horarios duros y esfuerzos familiares”, reconocen los veteranos trabajadores de Baluarte, inmersos ya en la programación navideña y en un nuevo reto: la exposición artística inmersiva del colectivo TUNDRA, que llegará el próximo 11 de noviembre a la Sala de la Muralla.