Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951) vuelve a dar vida a su famosa inspectora Petra Delicado en su nueva novela, La mujer fugitiva. En esta ocasión, la investigadora recorre las ferias de España para resolver un crimen cometido en un food truck. Del universo de Petra Delicado hablará este sábado en Pamplona la veterana escritora, pionera en aportar una perspectiva femenina y feminista a la novela negra con su famosa comisaria.

Vuelve a Pamplona Negra, que cumple ya su décima edición. ¿Cómo ve el festival? Se ha consolidado...

Desde luego. Yo estuve en una de las primeras ediciones, y parecía que podía fructificar o no. A mí me dio la sensación, por la cantidad de público que había en un festival de reciente creación, que pegaría fuerte. Pero no me esperaba una pegada tan intensa y de tantos años. Realmente se ha hecho muy famoso y los autores están encantados de ir.

Viene a hablar del universo de su detective, Petra Delicado. Un personaje que sigue muy vivo. Sin intención de desvelar nada concreto, pero menudo giro da su vida en la última novela.

Uf. No se puede decir, pero sí que da un giro, sí. Cambia un poco de tercio... Sigue con su fiel compañero, Fermín Garzón, y todo más o menos acontece parecido pero realmente hay un cambio importante en esta novela, sí.

En La mujer fugitiva, así se titula esta obra, las mujeres son las auténticas protagonistas. La presencia femenina siempre ha caracterizado su obra, desde los inicios, y cada vez es más palpable en el género negro en general. En alguna ocasión ha dicho que hay muchas mujeres en las novelas negras porque hay muchas mujeres en las comisarías. ¿Es un fiel reflejo de esa realidad?

Por parte policial está clarísimo. La incorporación de mujeres jóvenes a la Policía ha sido intensísima en los últimos años. Y en la ficción, no digamos. Ahora hasta los escritores varones escogen personajes femeninos. Porque claro, además, dan pasta.

“Desde que conocí Pamplona Negra, en sus inicios, me dio la sensación de que era un festival que pegaría fuerte”

Está de moda el feminismo.

Sí, está de moda. Eso es un poco mosqueante, pero bueno, mientras salgamos victoriosas, todo está bien.

Como acostumbran sus novelas, ésta también refleja la realidad de nuestro tiempo. Se nota mucho en concreto la marca de la pandemia, que ha traído consigo replanteamientos de vida, crisis personales... ¿A usted también le ha marcado de alguna manera?

A ver, fui más observadora que un agente activo. ¿Por qué? Porque aquellos dos meses de confinamiento coincidieron con que me había roto una pierna paseando a mi perro por el campo, entonces ya estaba aislada con anterioridad, y me sentía aislada de todo lo que sucedía. No fue tan intenso para mí. Pero observaba lo que pasaba, cómo influía en la gente, y yo creo que fue poco tiempo pero importante. Pasajeras, también las conclusiones. Porque a todos nos ha influido pero todos nos hemos olvidado, ¿no?

Hemos vuelto a lo de siempre.

Claro. Yo recuerdo que decía: esto es muy serio. Y cuando empecé a ver que salían mascarillas de diseño con dibujos animados y de cien marcas, pensé: tranquilos, porque vamos a seguir exactamente igual. Y al final ha habido poco cambio. Estructural, ninguno. Y personal, pocos.

“Sorprender al lector es muy difícil hoy, por eso hay que darle otras cosas que le diviertan, le enriquezcan, le hagan cómplice del juego”

Esta última novela se adentra en la vida ambulante, quizá muy idealizada por muchas personas. ¿Qué le atraía de la vida de los feriantes como para darle este protagonismo?

Siempre me ha llamado la atención... Escribí una novela hace muchísimos años, no novela negra, que se llamaba Vida sentimental de un camionero. ¿Qué pasaba? Que me atraía la gente que está en la sociedad, que tiene familia, tiene hijos, paga impuestos, pero que al mismo tiempo tiene una pata fuera del sistema, no tiene horarios, no tiene lugar de trabajo, no tiene compañeros fijos... Esa duplicidad dentro-fuera siempre me había interesado, y aquí he vuelto a ella. He visitado además concentraciones de cocineros en sus vehículos y me ha llamado poderosamente la atención cómo son gente normal y corriente integrada en la sociedad, y al mismo tiempo exhiben contentos una cierta libertad que los demás no tenemos. 

También refleja esta novela el desencanto de la ciudadanía española respecto a la política y las instituciones.

A ver, más que desencanto, yo diría que refleja algo de los españoles que quizá viene de la época de Franco, donde nos contaban cosas que nadie creía. La autoridad por sí misma nunca ha tenido una base moral sólida como para que la interioricemos. Sí un poco por la fuerza, por la sanción, actualmente. Que los ciudadanos no creamos realmente que existe una autoridad que se basa en la moral, es de ahora y es de antes. ¿Por qué?, no lo sé.

Lo que se mantiene respecto a otras de sus novelas es ese punto de humor, de ironía, y de distancia y respeto a la hora de tratar lo negro, el crimen, sin entrar en detalles escabrosos o truculentos, que tampoco hace falta.

Sí. Para mí el humor y la ironía es mi manera de funcionar por el mundo. Incluso conmigo misma, humorizo sobre mí misma, ironizo sobre mí misma, me burlo de mí misma. Y lo del tratamiento respetuoso y no tan incisivo de las torturas, de las víctimas, de las salpicaduras de sangre en la pared... pues me parece que no es necesario. La novela negra tiene otros recursos, tiene el juego, la inteligencia, la misión social, y el humor, que antes era típico de este género. Creo que esa incidencia a veces tan tan excesiva en, ya no es la parte negra de la sociedad, es la parte inimaginable de la sociedad, no hay por qué exhibirla tanto, no es necesario.

Una clave del éxito de su serie es sin duda la relación entre Petra Delicado y el subinspector Fermín Garzón, dos personas aparentemente muy distintas pero también afines. Representan dos maneras de ser pero con muchos puntos en común.

Muchísimos, más de los que creemos. Yo soy una gran valedora de la amistad, que no te voy a decir que me parece tan importante como la familia para que no me salten al cuello las redes sociales, en las que no estoy, pueden saltarme cuando quieran (ríe)..., pero la amistad es importantísima, y en ella no tiene por qué incidir la edad ni la cultura, ni tantas otras cosas. A veces un poco de respeto, de humor y de complicidad es suficiente para crear una amistad. Y en España hemos sido muy pioneros en eso, la gente que trabaja junta muchas veces toma la caña al salir del trabajo, y se cuentan cosas, más las mujeres que los hombres, los hombres sobre la vida privada cuentan poco; pero esa amistad que parece superficial y que sin embargo es un contacto humano casi diario yo diría que es muy importante, y Petra y Fermín lo representan y lo reivindican.

“Cada vez que vengo a Pamplona me tomo una cervezorra con el club de fans de Garzón, hemos creado un vínculo especial”

Fermín Garzón es un personaje muy querido aquí, tiene un club de fans navarro. ¿Tiene relación con él?

Bueno, cada vez que he ido a Pamplona he tomado una cervezorra con el club de fans de Garzón, además es que se llama Fermín, me decían. Por supuesto. Y siempre el público de Pamplona ha sido especialmente cariñoso conmigo. Yo me aprovecho todo lo que puedo, me río con ellos, me reúno... se ha creado un vínculo, quién sabe por qué, no se sabe exactamente por qué en un lugar hay una raigambre más aguda, pero con Pamplona ya te digo que ha sido un enamoramiento a ojos vista. Por eso voy. Porque te aseguro que la agenda de promoción que me ha preparado la editorial es para acabar conmigo, no con el personaje de Petra sino con Alicia (ríe). Pero iré encantada, encantada.

Tiene el aliciente de esa cerveza.

Es verdad (ríe).

Antes hemos hablado de que el feminismo está de moda, y es mosqueante. ¿Con el género negro pasa un poco igual, que está en auge y todo el mundo se apunta a la novela negra porque vende? ¿Eso puede ser un riesgo?

De banalización, claro. Estoy convencida. Debería ser más políticamente correcta, pero no. Hay gente que se ha subido a un carro que además parece que literariamente es fácil cuando no hay nada fácil, ni en literatura ni en cualquier otra disciplina, y que aprovecha un poco el tirón que hay ahora en España, tirón que en otros países había sucedido mucho antes. Yo creo que hay que seleccionar, el propio lector, por supuesto. Pues esto tiene mucha sangre pero me lo cuentan a patadas, y yo estoy por encima de eso. Hay que seleccionar un poco, en novela negra y en cualquier cosa. Como lo hacemos en un restaurante, o con los vinos, o con las cosas que se ponen de moda. Hay que tener un criterio en todo, mínimo pero tenerlo.

Hace poco el escritor Eugenio Fuentes apuntaba como asignatura pendiente de la novela negra el cuidado de la estética, de las palabras. No hay que olvidar que por encima de todo es literatura, por encima de acción, thriller, enganche...

Por supuesto. Eugenio Fuentes sabe muchísimo, es un gran teórico, además. Escribe ensayo muy inteligente y es verdad que la forma, hombre, caramba, es como hacer un sofrito en cocina, hay que hacer las cosas despacio y bien, y procurar afinar lo más posible, hasta donde puedas. Todos cometemos errores, pero ha de haber una voluntad de estilo, no únicamente una voluntad de captar lectores, digo yo.

¿El mayor reto en el género negro es siempre sorprender al lector, ir sorprendiéndole conforme va transcurriendo la novela y con el final, por supuesto?

Cada vez es más difícil. Yo recuerdo que me quedé un día con el hijo de mi sobrina que tenía cinco años, le di la merienda y me dijo: ¿puedes poner la tele? Sí, sí. Y era una especie de capítulo de una serie de novela negra. Yo estaba por ahí mirando y de repente el niño dice: ese seguro que es el que se lo ha cargado. Lo miré como diciendo, este niño... Y era el que se lo había cargado. El niño ya percibía una serie de tics que había visto otras veces, aun sin comprender lo más profundo. Entonces, sorprender a un lector es muy difícil hoy en día. Por eso hay que intentar darle otras cosas que le diviertan, que le enriquezcan, que le hagan cómplice contigo y con el juego, porque la novela negra no deja de ser un juego.

“Hay gente que se ha subido al carro de la novela negra aprovechando el tirón, y es necesario que el lector tenga un criterio y seleccione”

Cuando elabora una novela, ¿suele tener claro el final desde el principio, o la historia va cambiando en el propio proceso de escritura?

En mi caso va cambiando. Hay veces que tienes ideas que te iluminan un camino, sigues por ahí... Tengo una idea vaga de todo y tengo una idea más o menos aproximada al final, pero no hay nada escrito, porque si no también para el propio autor es bastante aburrido. Yo intento sorprenderme un poco a mí misma. Es un trabajo dinámico más que de hacer planos previos.

Suele descansar del género negro con la escritura de otro tipo de narrativa. ¿Está ahora mismo con alguna otra novela fuera del noir?

En este momento no. Pero me gustaría escribir algo, y lo voy a hacer próximamente, sobre mi etapa de profesora de bachillerato. Estuve doce años siendo profesora.

¿De qué?

De inglés. No de literatura. Los dos últimos años sustituí a una profesora de literatura porque tenía el doctorado, estas cosas de oficina... Fue tan interesante, surgieron tal cantidad de temas, que no renuncio a contar esa experiencia autobiográfica.

Aun así Petra Delicado tiene que volver. Su historia no puede tener el final que le da en La mujer fugitiva.

Yaa. Sí. Es un final que exige una segunda parte por lo menos. Luego ya veremos qué pasa. De hecho hay un contrato firmado ya con una editorial para continuar por lo menos con una novela más. ¿Qué pasará después de esa novela? Pues tampoco quiero anticiparme, y ya tengo una edad y también ha de primar un poco lo que me apetezca en cada momento. Vamos a ver qué pasa. Igual voy a Pamplona a soltar dentro de dos años la primicia de un nuevo proyecto literario (ríe).

La portada de la novela.

La portada de la novela. cedida

EL LIBRO

  • Título: La mujer fugitiva. El nuevo caso de Petra Delicado.
  • Editorial: Destino Ediciones.
  • Páginas: 430.
  • Precio: 19,90 euros.
  • Sinopsis: Una mañana, el propietario de una furgoneta gastronómica ambulante aparece apuñalado en su interior. El vehículo está aparcado en una céntrica plaza, junto a otros de las mismas características. Todos participan en unas jornadas festivas que organiza el Ayuntamiento de Barcelona. Ningún testigo ha oído o visto nada durante la noche. Tras las primeras pesquisas, los encargados del caso, la inspectora Petra Delicado y el subinspector Fermín Garzón, sólo cuentan con una pista: los vecinos de las furgonetas cercanas a la del crimen aseguran que, la tarde anterior, una mujer hizo una compra importante en el negocio de la víctima.