Sus grandes ojos reflejan una mirada honesta y un interior sereno aunque inquieto por conocer y compartir. Como buena historiadora y escritora, Ángeles Caso (Gijón, 1959) disfruta tanto del ejercicio solitario e íntimo de la literatura como de la apertura al mundo exterior que supone la promoción de un nuevo libro. Del último que ha publicado, Las desheredadas, habló el pasado viernes en los Diálogos de Medianoche de Civican. Una obra que, como otras suyas anteriormente, busca hacer justicia y rescatar la voz y el lugar merecido para tantas y tantas mujeres creadoras, en este caso de los siglos XVIII y XIX, que la sociedad patriarcal y machista condenó a la sombra y el olvido. Pero hace tiempo que la Historia se está reescribiendo, y el relato oficial ya no es el único que cuenta. Ángeles Caso, que en su época como presentadora del telediario padeció una “cosificación” que recordar hoy todavía casi le despierta la rabia, tiene muy claro que la literatura, la cultura y el arte en general hacen la vida más bella y mucho más rica. Y ella elige cultivarlos. Premio Planeta 2009 con Contra el viento, la escritora lleva muchos años dedicada a alumbrar una importante saga en favor de las mujeres: Las olvidadas (2005), Ellas mismas. Autorretratos de pintoras (2016), Grandes maestras. Mujeres en el arte occidental (2017) y, la más reciente, Las desheredadas (Lumen, 2023). 

¿Cómo vive alguien que quiso alejarse pronto de los medios de comunicación las temporadas de promoción de un nuevo libro?

Ay, a mí me gusta mucho. Son agotadoras, es verdad. Hoy he llegado de Madrid, anoche de Roma..., es cansado, pero me gusta. Porque los escritores, las escritoras, llevamos una vida muy solitaria, muy solitaria; tú te encierras en tu casa a escribir, no ves a nadie durante meses, no sabes si lo que estás haciendo tiene algún sentido o no lo tiene, te pierdes... Y de repente, cuando el libro sale, esta posibilidad de hablar de tu libro, de hablar de ti misma, ir de un sitio a otro, moverte, ver a gente, ver a los lectores... Hombre, es una satisfacción enorme. Después de todo ese tiempo metida hacia adentro, de repente todo estalla hacia afuera. Y yo intento disfrutar de las dos partes, de la intensidad de la parte interior y de la intensidad de la parte exterior.

Pasó de los focos de la televisión al oficio intimista de escritora de literatura; ha reconocido más de una vez que la tele le quemó desde el primer día, por la popularidad y la cosificación.

Sí, sí. Es que yo no tenía nada que ver con eso, llegué ahí por una serie de casualidades tontas de la vida. Yo había estudiado Historia, me especialicé en Historia del Arte, se suponía que iba a trabajar en un museo, o en alguna actividad de tipo cultural, o que iba a ser escritora, desde chiquitina lo había dicho... No tenía nada que ver con el periodismo ni me interesaba nada la tele, y de repente por una serie de casualidades de la vida acabé ahí, no entendía muy bien qué hacía yo ahí, y estuve un par de años y me fui.

Ese ser testigo y padecer en primera persona cómo se cosifica a la mujer en los medios audiovisuales, ¿tuvo algo que ver con los libros que ha alumbrado después, entre ellos Las olvidadas y este último, Las desheredadas, que ponen en valor a las mujeres por su talento e intelecto?

Probablemente sí. Seguro, sí, sí. Los dos años que trabajé en televisión era muy consciente de que se me juzgaba fundamentalmente por mi aspecto, por cómo iba peinada, por cómo iba vestida, por cómo me habían maquillado ese día... Que además no te maquillas tú ni te peinas tú, es como te ponen, no como tú decides. En mi vida me hubiera maquillado ni vestido como salía ahí, nunca me gustaron las mujeres demasiado arregladas. Y se me juzgaba por eso, y probablemente mucha gente daba por hecho que con eso ya tenía suficiente, y que lo de ser inteligente o ser culta estaba de más. ¿Para qué?, si no lo necesitaba, con ir bien peinada y bien maquillada ya estaba. Y eso me daba mucha rabia, porque a mí me educaron para desarrollarme intelectualmente, no para desarrollar mi físico. Me daba rabia que hubiera ese prejuicio en el que como mujer era cosificada. Y creo que eso sí ha influido en que luego yo me haya preocupado tanto por hacer justicia a otras mujeres que probablemente hayan sido víctimas de prejuicios parecidos.

“Yo me siento muy cuidadora, me gusta serlo y no renuncio a ello; pero lo que quiero es que los hombres nos acompañen en ese proceso”

En Las desheredadas se centra en las grandes mujeres creadoras de los siglo XVIII y XIX que han estado en la sombra. ¿Qué contexto les tocó vivir?

Un contexto durísimo, durísimo. No tanto las del XVIII, porque el XVIII es un momento muy luminoso, es un momento de la Ilustración, de poder femenino con dos emperatrices muy poderosas en Europa, como fueron María Teresa de Austria y Catalina de Rusia, y donde de repente, bueno, la mujer parece que tiene un peso específico en el arte, la ciencia, el pensamiento y la política. Pero luego llega la Revolución Francesa, se empieza a construir la sociedad burguesa, la sociedad democrática de la que todavía somos herederos, y se deja fuera por completo a las mujeres y se las convierte más que nunca en seres domésticos y en seres sumisos. Fíjate tú que el siglo XIX es el que inventa el mito del ángel del hogar. ¿Qué significa ser ángel? No tienes ni cuerpo, no tienes deseos, eres puro espíritu puesto al servicio de la familia, de tu marido, de tus hijos, el sacrificio permanente... Esto es un invento muy del siglo XIX. Es un siglo de una crueldad terrible y extrema para el género femenino, más que los siglos anteriores. Curiosamente es también el siglo en el que estalla el feminismo, claro, porque justamente en ese contexto tan duro, muchas mujeres dicen: hasta aquí hemos llegado, no podemos más.

Portada del libro de Ángeles Caso 'Las desheredadas'.

Portada del libro de Ángeles Caso 'Las desheredadas'. cedida

¿A qué estrategias recurrieron esas mujeres creadoras para sobrevivir?

Sobre todo, a publicar con seudónimos o de manera anónima. Los libros de Jane Austen, a la que ahora adoramos, eran anónimos, nadie sabía entonces quién era ella. Los libros de las hermanas Brontë salieron con seudónimos masculinos. Frankenstein de Mary Shelley se publicó de manera anónima. Mary Shelley no se atrevió a firmarlo. Fíjate hasta qué punto vivían la presión de que una mujer no debe asomar la cabeza fuera de la ventana de su casa. Una mujer no debe tener una voz pública. La moralidad de una mujer que se atreve a escribir, a opinar, a levantar la voz, es sospechosa. Fueron unas auténticas heroínas, porque yo no sé de dónde sacaron la autoestima y el respeto a sí mismas para seguir adelante en unas condiciones tan difíciles. Algunas se arriesgaron a poner en juego su nombre, su virtud, y asumieron el riesgo de que les insultasen, les ofendiesen, les llamasen de todo. Le pasó a Emilia Pardo Bazán en España, una señora a la que los escritores que ella creía amigos, cuando ella empieza a publicar y se dan cuenta de que es una tía que tiene mucho que decir y que tiene mucho valor, empezaron a acribillarle, a decir brutalidades tremendas sobre ella, y ella lo afrontó, lo aguantó y siguió adelante. No se calló, a pesar que de esos señoros le decían que tenía que estar callada. Fueron luchas continuas, y algunas perdieron las batallas, se rindieron, y probablemente se habrá perdido mucho talento femenino que podría haber aportado mucho a la humanidad.

“Creadoras como Emilia Pardo Bazán, Jane Austen o las hermanas Brontë fueron unas heroínas, hicieron frente a condiciones durísimas ”

Seguimos arrastrando esas consecuencias del mito del ángel del hogar, los cuidados recaen en las mujeres, no se valoran, no se ponen en el centro.

Es increíble que haya todavía hombres jóvenes que crean que eso no es responsabilidad suya sino de las mujeres. ¿Cuántos siglos y cuántas generaciones tienen que pasar para que realmente el género masculino asuma la igualdad plena en todos los derechos y en todos los deberes? Pues parece que tienen que pasar muchos siglos y muchas generaciones, porque seguimos en esa lucha. Cuando se habla de conciliación, es algo que solo nos afecta a las mujeres, la responsabilidad de los cuidados, del hogar, de los niños, los mayores, los enfermos de la familia..., está estudiado, el 90% de las personas que cuidan a gente enferma en las familias son mujeres... Que ojalá no dejemos de hacerlo. Si las historia es que esto hay que seguir haciéndolo.

Sí, porque por un lado se nos vende el discurso de que la mujer moderna es la que asume los roles tradicionalmente masculinos, pero entonces, ¿quién va a cuidar? 

Claro, yo es que reivindico lo opuesto. Me siento muy orgullosa de pertenecer a un género tradicionalmente cuidador, creo que nuestra aportación a la historia de la humanidad ha sido extraordinaria, aunque luego el relato historiográfico y legendario sobre la propia humanidad no lo recoja; pero seguramente lo que hemos aportado en términos generales ha sido más valioso que muchas de las cosas que supuestamente han apostado los hombres, y que a veces se llaman espadas, dagas, cañones, bombas, etcétera. Ha sido mucho más valioso e importante ser cuidadora que ser guerrero. Y yo no quiero renunciar a eso. Además yo me siento muy cuidadora, muy cuidadora, me gusta serlo. Pero lo que quiero es que los hombres nos acompañen en ese proceso. Y además siempre he pensado: si es que no tienen nada que perder, al contrario, tienen mucho que ganar. Cuidar de tu hija o de tu padre que se está muriendo es algo increíblemente bello y bueno, y te enriquece muchísimo como ser humano. Perderse eso porque eres hombre y no te toca, me parece que es muy triste para ellos.

“El siglo XIX fue de una crueldad terrible y extrema para el género femenino, y todavía arrastramos las consecuencias"

Siempre le ha apasionado el arte, de hecho tenía el sueño de trabajar en un museo. ¿Considera que el arte está lo suficientemente integrado en nuestras vidas, en la educación? Porque yo creo que estamos un poco huérfanos en ese sentido.

Sí... Es curioso, porque sobre todo cuando somos pequeños y adolescentes sí que el arte forma parte de nuestra vida de una manera natural, todas las niñas y niños dibujan, a todas las niñas y niños y adolescentes les interesa lo gráfico, la música, lo visual, el cine, y según te vas haciendo mayor te vas desconectando de todo eso y parece, bueno, que forma parte de la sociedad del ocio de unos pocos. Es una pena porque realmente el arte hace que la vida sea muchísimo más rica y más bella. Yo creo que quien disfruta conscientemente del arte se lo pasa mucho mejor en la vida.

Portada del libro de Ángeles Caso 'Las olvidadas'.

Portada del libro de Ángeles Caso 'Las olvidadas'. cedida

¿Cómo ve el momento para publicar siendo escritora mujer? Y sobre todo, para que a las escritoras mujeres les lean los hombres, que falta hace…

Ay, esto es dificilísimo. Parece mentira, cuando empecé a publicar, hace treinta y muchos años, me sorprendió que hubo amigos chicos que me confesaron que nunca leían libros escritos por mujeres. Pero vamos a ver, si yo me he pasado toda la vida, por suerte, leyendo a hombres, desde Homero hasta Arturo Pérez Reverte. ¿Por qué ellos no van a poder leernos a nosotras? Y sigue pasando, hay muchos hombres que no leen a las escritoras. Pero sí noto que en las presentaciones de libros, en las conferencias y charlas, cada vez hay más hombres presentes. Hace veinte años casi no había, y ahora siguen siendo un porcentaje menor respecto al de mujeres, pero cada vez hay más chicos o señores mayores incluso que vienen con naturalidad, participan, preguntan y les interesa. Vamos despacio, pero se va venciendo esa barrera. Parece mentira. Pues yo digo: vosotros os lo perdéis. Nosotras tenemos la suerte de que hemos vivido intelectualmente en los dos mundos, y vosotros os perdéis el espíritu de la mitad de la humanidad por negaros a leer lo que escribimos las mujeres.

“Los dos años que trabajé en televisión fui consciente de que se me juzgaba sobre todo por mi aspecto, y eso me daba mucha rabia”

Por curiosidad, ¿es consumidora de telediarios en este momento? 

No, pero ni en este momento ni nunca. 

“El arte hace el mundo más rico y más bello; y quien disfruta conscientemente del arte se lo pasa mucho mejor en la vida”

¿No cree que nos contaminan con lo que eligen que sea actualidad?

Claro, claro, sí. Yo el telediario nunca lo he visto, ni antes de presentarlo yo, ni cuando lo presentaba, ni después. He sido cero consumidora de telediarios. Siempre me he informado más por la prensa escrita, por la radio, y bueno, a veces si me interesaba ver una imagen concreta de algo, pues por supuesto. Pero nunca ha sido un medio que me haya interesado. Siempre me ha parecido un poco banal, y por supuesto, pero eso pasa en el telediario y pasa en general en los medios de comunicación: se cuenta la realidad que interesa contar. Y muchas veces con la mejor de las intenciones, es decir, yo creo en la buena intención de los periodistas, no quiero dudar de la profesión, pero sí que tengo esta mentalidad de historiadora que me hace pensar: pero si no nos vamos a enterar de lo que está pasando de verdad hasta dentro de 40 ó 50 años, cuando se pueda acceder a fuentes, a documentos, a información que ahora mismo nos está oculta, ¿no? Entonces a veces creo que desde el periodismo, con la mejor de las intenciones y con el compromiso ético de contar lo que está ocurriendo de verdad, lo que se hace es dar pábulo a lo que a los poderes les interesa que contemos. Pero es inevitable, tampoco creo que se pueda hacer de otra manera.