Los datos no dejan lugar a dudas, pero es necesario analizarlos en detalle. Por ejemplo, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) declaró al conejo en el año 2019 como una especie en peligro de extinción. Esta decisión se basaba en las cifras analizadas durante su última evaluación, que había tenido en cuenta que, en los 70 años precedentes, las poblaciones de este animal en la península ibérica habían descendido en más de un 90%, sobre todo debido a los cambios producidos en los usos del suelo y también a las enfermedades. Sin embargo, en regiones como la Ribera de Navarra, la situación que se vive con el conejo es diametralmente opuesta, ya que las sobrepoblaciones de este animal han convertido a la especie en una plaga que, ante el peligroso incremento de los daños que provoca en la agricultura, precisa de un control incesante por parte de los cazadores.

En Navarra, los problemas en cuanto a los daños en los cultivos se habían localizado en la Ribera, pero en los últimos años se ha detectado que las poblaciones de conejos se están desplazando hacia el norte.

Esta es una de las dicotomías a las que hace frente el proyecto LIFE Iberconejo, en el que 15 entidades españolas y portuguesas trabajan con el propósito de establecer un sistema de gobernanza para la gestión del conejo en la península ibérica. El proyecto nació en octubre del 2021 para reflejar el compromiso de diferentes actores que tienen un fin común: mejorar el estado de las poblaciones de conejo y, a su vez, reducir y prevenir los daños que causa en la agricultura. Se espera que a finales de este año se presenten sus conclusiones, después de más de tres años de trabajo y un presupuesto de 2.103.880 euros, parte del cual ha sido cofinanciado por el programa LIFE de la Comisión Europea.

Algunas de sus avances se presentaron recientemente en Albacete durante las Jornadas de intercambio de experiencias sobre prevención de daños de conejo a la agricultura, en las que participó la Federación Navarra de Caza (FNC). En ellas se abordó un gran número de problemáticas en torno al conejo, desde las herramientas para su gestión o la indispensable colaboración con la Administración, hasta planes de prevención de sus daños en la agricultura, la temática más importante para regiones que, como la Comunidad Foral o Aragón, han de combatir poblaciones sobredimensionadas de este animal.

Importancia del conejo

Valor medioambiental: Desde la perspectiva medioambiental, se debe asegurar la disponibilidad del conejo como presa básica para otras especies de predadores que se encuentran gravemente amenazadas, como el lince o el águila imperial. Además, al conejo se lo considera como un ingeniero de ecosistemas, ya que afecta tanto a la composición de la vegetación como a la estructura del suelo.

Valor económico: Es necesario mantener poblaciones que permitan su aprovechamiento cinegético y, a la vez, ser capaces de intentar equilibrar las superpoblaciones que existen en determinadas zonas de la península ibérica.

Originalmente, el conejo era muy abundante en la toda la península. No obstante, el efecto de dos enfermedades víricas, la mixomatosis y la enfermedad hemorrágica del conejo (EHV), redujeron considerablemente sus poblaciones en buena parte de España y Portugal. Además, otro factor incidió negativamente en la distribución del conejo: el deterioro del hábitat. Incluso antes de la aparición de la EHV, el cambio en el uso de los suelos, el abandono de las prácticas tradicionales de la gestión del matorral, la intensificación de la agricultura en algunas zonas o la concentración parcelaria afectaronde manera muy negativa a las poblaciones de conejo.

Partiendo de esas bases, el proyecto LIFE Iberconejo se propuso conocer el estado de la especie en la península (incluida su situación sanitaria) y cuantificar los daños que causa en la agricultura. Del mismo modo, recopila las buenas prácticas de gestión regionales, que pueden servir tanto para el fomento de las poblaciones, como para la reducción de esos daños. Y, por último, intenta crear un sistema de gobernanza que incluya progresivamente a todos los actores clave y las administraciones con competencias en la gestión de la especie, más allá de los socios implicados en el proyecto.

Dentro de esos socios iniciales, se encuentran representados la gran mayoría de agentes sociales que trabajan en la gestión del conejo: administraciones públicas, organismos científicos como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), organizaciones de agricultores como la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), colectivos conservacionistas como WWF, y el sector cinegético, con la Real Federación Española de Caza y algunas de sus delegaciones autonómicas, como las de Navarra, Aragón o Castilla-La Mancha.

Como se recuerda, los proyectos LIFE son instrumentos de financiación que desarrolla la Unión Europea para, en definitiva, trabajar por el medioambiente. Las metas que persiguen estos programas a nivel genérico son, principalmente, proteger y conservar el capital natural existente en la UE. Por ello, los mayores esfuerzos se destinan a contribuir a un desarrollo sostenible de los entornos rurales, a la mejora de la calidad de los recursos y a la consecución de una transición hacia una economía circular. Todo ello, sin dejar de lado la máxima colaboración con los agentes implicados, como, en este caso, los cazadores.

Las acciones que tratan de materializar esos objetivos consisten en la realización de pruebas de campo, el establecimiento y la validación de protocolos sanitarios, la puesta en marcha de planes de formación para analizar los daños del conejo en la agricultura e implantar metodologías de seguimiento en sus poblaciones, así como propuestas para modificar la Política Agraria Común (PAC) que ayuden a los agricultores en las coyunturas de sobreabundancia. Sin olvidar, por otro lado, la ejecución de un análisis acerca de la percepción social de las problemáticas en torno a esta especie.

En Navarra, los problemas en cuanto a los daños en los cultivos se habían localizado únicamente en la Ribera, pero durante los últimos años se ha detectado que las poblaciones de conejos se están desplazando hacia el norte, siguiendo el curso de la AP-15. Enclaves como Olite y Tafalla, por ejemplo, ya han registrado crecimientos en los daños ocasionados por los conejos. Para Aitor Merino, ingeniero forestal asesor de la FNC que acudió a las jornadas de Albacete, habría que aumentar el apoyo que el Gobierno foral muestra al ámbito cinegético, ya que, en muchas ocasiones, su labor parece no ser tenida en cuenta.

“Los cazadores llevamos a cabo una función trascendental en la naturaleza y somos la herramienta más útil para controlar las poblaciones de conejos, pero eso no significa que el Ejecutivo deba cargar a los gestores de los cotos con un sinfín de responsabilidades, dificultando su labor”, expresa. Para corregir esa deriva, Merino propone que la Administración establezca normativas que consigan un compromiso de colaboración mutuo entre agricultores y cotos. “La solución del problema no puede recaer únicamente en nuestros hombros y, sobre todo, salir de nuestros bolsillos”, reclama.