Empezó su carrera respondiendo a un anuncio de un grupo que buscaba un cantante que se tirara el rollo. ¿Qué entendía entonces que era tirarse el rollo?

- En esa época, tirarse el rollo era que no fueras una pasmo sobre el escenario, que no estuvieras allí clavado, sin moverte. No se entendía de otra manera y yo sigo entendiéndolo así. El escenario es un lugar mágico en el que cuanto más seas capaz de transmitir, mejor. Hay dos maneras de subirte a un escenario: te puedes subir solo a cantar o a tocar, y te puedes subir a cantar, a tocar y a interpretar. A mí me gusta interpretar y en eso sigo.

En sus comienzos hubo mucha provocación. Pasado el tiempo y siendo ya un artista consolidado, ¿sigue siendo necesaria esa provocación? ¿O es algo que se va relajando con los años?

- El tiempo relaja, pero a mí, en algunas cosas, no demasiado. Provocar por provocar no tiene demasiado sentido. La provocación tiene que ir ligada a algo, tiene que tener un poso detrás y saberse defender. Cuando empecé, la sociedad era muy pazguata y se sentía provocada por un señor con un rombo en el ojo que cantaba Marica de terciopelo, pero estoy seguro de que si hubiera un programa de televisión ahora con una audiencia de dieciocho millones de personas y alguien saliera con un rombo en el ojo y cantando Marica de terciopelo, pasaría lo mismo. Tienes que provocar cuando algo te hace ser distinto, cuando algo molesta al poder y a los que están en frente de ti ideológicamente. En eso sigo igual, siempre digo lo que pienso. Se habla de que he provocado mucho, pero nunca he tenido que ir a un juzgado por haber insultado o calumniado a nadie. He ejercido mi libertad de expresión sin difamar.

"Suelo decir que la vida es una carrera de obstáculos que siempre acaba mal, y es así"

En más de cuarenta años de carrera ha sobrevivido a muchas cosas. ¿Qué estuvo más cerca de devorar a Ramoncín como artista, la campaña de desprestigio que sufrió a principios de los 2000, o un éxito tan desmesurado como el que disfrutó en los ochenta y los noventa?

- Desprestigiar a alguien es muy duro, sobre todo si ese alguien no sabe defenderse. Yo me defendí muy bien. El tiempo es sabio y pone las cosas en su sitio. Nunca he sentido desprestigio musical. Hasta los noventa, grabé doce discos en menos de diez años, y aquellos discos eran bastante mejores que la mayoría de los que se publicaron esos años. Los sigo tocando en directo. El mío no fue un desprestigio musical, sino un ataque por denunciar que se estaban robando los derechos de un colectivo.

Donde nadie ha podido cuestionarle nunca ha sido encima de un escenario, donde ha ofrecido siempre espectáculos incontestables. ¿Qué tiene preparado para el concierto de la sala Tótem?

- Lo bueno de aquel éxito desmesurado de los ochenta y los noventa es que aprendes a valorar la cercanía. Empecé tocando para veinte para personas, luego para cien y luego para decenas de miles. Me gusta mucho ver a la gente. Disfruto de estar cerca del público. Siempre he tenido bandas maravillosas y ahora estamos en esas condiciones. Lo que la gente va a ver el sábado es un concierto de rock muy bien interpretado por todo el mundo. Tocar una canción lo puede hacer cualquier mercenario; no lo critico, peor lo mío es otra cosa. En nuestra banda todos entienden los que hacemos, comprenden las canciones, interpretan lo que significan… No me gusta hablar de mejores o peores, eso es relativo, pero hacemos algo muy serio, hay que ir a verlo. Es lo que yo llamo rock de verdad.

"Cuando empecé, la sociedad era muy pazguata y se sentía provocada por un señor con un rombo en el ojo que cantaba 'Marica de terciopelo"

Siempre ha tenido una relación especial con Pamplona. En 2021 publicó un directo que grabó en el Anaitasuna en 1984 y en el interior del disco se incluye una crítica que hizo la revista Popular 1 sobre la actuación, en la que se dice que los grupos más queridos por entonces en Pamplona eran Leño y Ramoncín.

- Aquello fue muy bonito. Habíamos ido por la zona con alguna de las primeras giras, habíamos tocado en otros sitios maravillosos como Tudela… Hubo un concierto en el 82, se recaudaba dinero para unos alpinistas que iban a subir al K2. Fuimos Asfalto con nosotros y la gente se sorprendió mucho. Empecé a ir mucho a una radio, Radio Paraíso, en la que trabajaba entonces El Drogas. En ese momento, lo que más se ponía en Radio Paraíso era Ramoncín y Leño, que ya no existía; Rosendo estaba a punto de grabar su primer disco en solitario. Desde entonces, mi relación con Pamplona es extraordinaria, lo ha sido siempre.

Aquel concierto se celebró el 5 de mayo del 84 y el de este fin de semana será el 25 de mayo del 2024, casi 40 años exactos después. ¿Qué siente cuando mira atrás y ve una carrera tan larga e intensa?

- Es verdad. Yo creo que hay que vivir y hay que hacer el arte siempre con el espejo retrovisor. La vida sin mirar atrás es un error, a mí me encanta hacerlo. Siento vértigo, porque el tiempo te devora, es una trampa mortal en la que estamos todos desde que tenemos conciencia. Somos nuestra memoria, y la memoria dura mientras estás de pie. Hay vértigo, pero es un camino maravilloso, fabuloso. Suelo decir que la vida es una carrera de obstáculos que siempre acaba mal, y es así.

Le iba a preguntar si sabe más el diablo por viejo o por diablo, pero sé que le gusta decir que es usted el diablo.

- (Risas). Sí, yo soy el diablo. Esa es una pregunta eterna: ¿el diablo sabe más por viejo o por diablo? El diablo no es más que un ángel que se opuso a la autoridad, ese es el diablo que yo represento. Además, va también por cosas menos intensas, como cuando alguien me decía que me veía muy bien y me preguntaba si había hecho un pacto con el diablo. No he hecho un pacto con el diablo, yo soy el diablo. Pero ese diablo, el que se opuso a la autoridad; no el diablo malo, si es que hay un diablo malo.

¿Y qué nuevas diabluras podemos esperar? El último disco de estudio queda ya bastante atrás. ¿Hay planes para volver a grabar?

- Sí, tengo varias ideas. Quiero hacer un disco de estudio, tengo muchas canciones. No sé si va a ser un disco muy largo. Y quiero grabar un disco en directo que refleje cómo suenan las canciones ahora. No porque lo necesite o porque no pueda hacer otra cosa, sino porque entiendo que cuando hacemos Reina de la noche ahora, ocurren cosas. Interpretamos de una manera distinta a cómo lo hacíamos cuando grabamos el doble directo, hace ya treinta años.