¿Qué tipo de música escucha Arantza Lorenzo?

–Buena pregunta... A mi edad, tengo claro que no estoy en el mundo para perder el tiempo, así que prefiero escuchar buena música.

¿Y qué es buena música?

–El debate eterno (sonríe). Pues una música bien elaborada. Pero estoy en el muno y también escucho música comercial, entre otras cosas porque, lamentablemente, mis orejas no tienen párpados (ríe). Cuando la que elijo soy yo, opto por la polifonía medieval. De hecho, es lo que, últimamente, me dedico a interpretar. También escucho clásica, claro, pero, insisto, sé que existe el reguetón, aunque me parece todo igual. Puedo escuchar los primeros 30 segundos de una canción de este estilo, pero no voy a consumir dos una completa porque me aburre. Cuando has conocido lo bueno en cualquier ámbito, ya no tienes interés por aquello que no tiene tanta calidad, ¿no? A mí me gusta dejarme llevar por lo que escucho, y, ¡hombre, donde estén Beethoven o Bach, que se quite el reguetón! También me gusta muchísimo la música contemporánea; por ejemplo, Xenakis, Shostakovich. Flamenco, jazz...

¿Y disfruta de la música o siempre sale la Arantza profesional?

–Me cuesta disfrutar. Quizá por eso no quiero escuchar cierta música, porque con cualquier pieza empiezo a analizar la estructura, la organización, y si a los 10 segundos ya me he aburrido, lo dejo. Esto no me suele pasar con los buenos músicos, que siempre me interesan porque sé que te van a proponer algo diferente, nuevo, una variación... Y, efectivamente, ocurre.

En los últimos años han vivido una gran interinidad en el Conservatorio Superior, y ha habido movilización, protestas y comparecencias parlamentarias por parte de alumnado y profesorado. ¿Es consciente de que ahora va a ser usted la juzgada?

–Totalmente. Al asumir la dirección, tengo retos y proyectos, pero también sé que voy a tener que enfrentar problemas. Parto con confianza porque el año pasado se produjo el proceso de estabilización, pero no me olvido de que yo también he sido una de las interinas históricas y de que teníamos alrededor de un 95% de interinidad y muy poco profesorado fijo.

¿Cómo son ahora los porcentajes?

–Estamos cerca del 50% de profesores estables. Si miras el histórico, hemos mejorado muchísimo, pero la mitad o más todavía es interino. Esto genera problemas en la organización del curso académico y problemas laborales; problemas que, lógicamente, repercuten en los estudios y en el alumnado. En cualquier caso, quiero ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío y pensar que esta situación va a mejorar un poco, porque ya somos más los que estamos estables. También confío, porque así lo anunció Educación a finales del año pasado, en que van a salir una serie de plazas, imagino que en dos o tres años, que nos ayudarán a mejorar el porcentaje de fijos. Así que espero que, en un tiempo prudencial, el profesorado estable sea muchísimo más elevado que el que tenemos ahora y la gestión sea más amable y más productiva. También es verdad que por la naturaleza de estas enseñanzas, que son muy individualizadas, la ratio suele ser uno a uno en la clase de instrumento, así que es muy difícil que lleguemos al 100%, pero es que los niveles de interinidad que teníamos antes eran insoportables.

La estabilidad suele traer calidad.

–Claro. Yo necesito que el profesorado esté tranquilo y que colabore con el proyecto. Y si formas parte de la plantilla con un puesto definitivo, es mucho más fácil subirte a las propuestas de innovación que si eres una persona contratada. Aunque, tengo que decir que tenemos profesorado interino magnífico, que, a pesar de sus malas condiciones laborales, son capaces de darlo todo y de hacer grandes proyectos por el centro.