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Carlos EscobedoCantante, bajista y miembro fundador de Sôber

“Todo lo que hemos hecho siempre ha sido muy sincero”

Mañana viernes, Sôber presentará en Pamplona (Zentral) su último álbum, ‘Retorcidos’, y repasará sus 30 años de carrera, incluyendo proyectos alternativos como Savia y Skizoo

“Todo lo que hemos hecho siempre ha sido muy sincero”

Han regrabado su primer disco, con el que tenían una espina clavada.

–Sí, se nos quedó un sabor agridulce con esta primera grabación. Lo hicimos en un fin de semana, tiene una historia un poco trágica detrás. Queríamos cerrar el círculo y grabarlo ahora como nos hubiese gustado hacerlo en su momento. Hemos hecho una revisión y le hemos dado el carácter de los Sôber de ahora. A la gente que lo había escuchado le ha sorprendido, y a los que no lo habían oído todavía les ha parecido un disco nuevo, así que objetivo cumplido.

El título, ‘Torcidos’, estaba inspirado en la novela ‘Los renglones torcidos de Dios’, de Torcuato Luca de Tena.

–Eso es. Toda la temática del disco tiene que ver con eso. A veces te sientes tan diferente que no sabes si el resto del mundo está mal de la cabeza o si eres tú el que está loco. Cada una de las canciones tiene un sentimiento por el que todos pasamos. Hay canciones más oscuras, otras que hablan sobre encontrarte a ti mismo… Incluso socialmente, hay alguna canción, como Oscura comunicación, que no están tan lejos de lo que estamos viviendo actualmente. Eso significa que no han envejecido tan mal o que no hemos podido avanzar demasiado como sociedad. Este disco nos ha dado bastantes alegrías a la hora de volver a grabarlo, de volver a tocarlo en directo… El sonido del grupo no ha cambiado tanto, todo lo que hemos hecho siempre ha sido muy sincero. En una banda con treinta años de carrera, eso nos hace sentir muy bien.

Al margen de la mejora del sonido, ¿se siguen viendo reflejados en esas canciones que escribieron hace tanto tiempo?

–Sí, porque hay una parte de frescura que no hemos perdido. Seguimos teniendo una parte muy sobria a la hora de ejecutar y es cierto que nos queda algo. Han pasado treinta años, pero en nuestra cabeza no ha pasado tanto tiempo. Recuerdo estar tocando en la playa No poder, hace treinta y un años, y a mí me parece que solo ha pasado un rato. No estamos tan lejos de esas canciones. A nivel de sonido sí que hemos querido darle una vuelta de tuerca, incluso hay algunos riffs que han cambiado. Ahora va a salir un vídeo clip de una canción de ese disco, Dónde está mi paz, porque en su momento no hicimos ninguno.

El disco incluye un par de canciones nuevas. En una de ellas, ‘Tiempo’, dicen que nunca lo malgastan. Lo cierto es que tienen una carrera muy intensa…

–Sí, muy intensa. Hemos podido vivir el momento en el que en España el grunge y el after punk, el rock más alternativo, empezaba a tener auge. Hemos vivido el momento en el que un grupo como Sôber sonaba en radio fórmulas o en Crónicas Marcianas. También hemos vivido el momento del desgaste, que fue cuando surgieron Savia y Skizoo, y la vuelta, en 2009, ya con Manu Reyes en las baquetas. Desde entonces, hacemos los discos a nuestro ritmo, no cuando una compañía nos lo pide.

La carrera del grupo siempre fue en ascenso, pero con ‘Paradÿsso’ superaron todas las expectativas.

–Tuvimos la suerte de que el éxito no nos pilló demasiado jóvenes. Paradÿsso fue el cuarto disco. Éramos un poco más mayores, ya sabíamos lo que queríamos. Fue un disco que ya teníamos maquetado cuando la compañía nos fichó, nadie nos dijo por dónde teníamos que ir. Exigimos un contrato en el que nosotros éramos los productores y manteníamos el control de la parte musical y audiovisual. Tuvimos la suerte de ir a Estados Unidos a mezclar, vivimos esa experiencia. Las giras nos desgastaron, tocábamos quince o diecisiete días al mes. Acabábamos uniendo un montón de bolos, apenas pasábamos por casa para lavar la ropa. Hacíamos lo que queríamos, pero nos desgastó. También había que hacer promoción, había que ir a Barcelona a no sé qué… Al final nos pasó factura y tuvimos que hacer un parón. Ahora lo veo como algo positivo, porque gracias a eso hoy el grupo sigue con buena salud. Vendimos ciento trece mil discos e hicimos como ciento veinte conciertos. Pudimos llevar el rock a sitios donde estaba vetado. Igual nos llevaban a las Fallas, y el día anterior estaba Melendi y al día siguiente, Andy y Lucas.

Descubrieron la parte oscura del éxito.

–Sí. Yo me había tirado un montón de años compaginando trabajos en la construcción con el grupo, la música siempre había sido ese refugio para estar a gusto y no quería que se desvirtuara. Cuando se convierte en un trabajo, cuando te dicen que han salido cinco bolos más y tú ves que necesitas descansar, cuando te dicen que podemos ir a México, pero el mánager te dice que no es el momento, que en España estábamos ganando mucha pasta… A nosotros la pasta nos daba igual, queríamos hacer las cosas a nuestro ritmo. Por otro lado, la compañía nos pedía un disco nuevo para aprovechar el tirón… Sentimos mucha presión. Habíamos montado el grupo porque queríamos estar juntos, compartir la creatividad, hacer música… Había veces que tenía que preguntarle al mánager dónde estábamos y me lo apuntaba en el setlist para poder saludar, porque no sabía ni dónde estábamos. La parte positiva fueron todas las experiencia que vivimos. También ganamos dinero, que el que más y el que menos guarda algo.

Antes mencionaba los estilos que había en España cuando salieron. En ese sentido, Sôber mezclaba muchas cosas y era difícil de etiquetar.

–Sí, ese fue el problema de los inicios, sobre todo para los medios, que no sabían si éramos los Tool españoles o los Héroes del Silencio cañeros. Metíamos caña, pero había melodía, también letras románticas… Eso descolocaba. Contábamos lo que veíamos a nuestro alrededor. Una canción como Qué hice mal hablaba sobre la homosexualidad; la persona que venía con nosotros a hacer las performances era homosexual y nos contaba los problemas que tenía en aquella sociedad de finales de los 90. Ese tipo de letras no se estilaban en el panorama nacional. Ahora hay una serie de grupos que tienen un estilo parecido al de Sôber. Incluso gente que no escuchaba rock cañero, entró a partir de las letras. Teníamos esas dos vertientes, y eso permitía que estuviésemos en un Viña Rock, en un Resurrection Fest o en un fiestón con Celtas Cortos.

En esta gira repasan la carrera de Sôber, pero también la de Savia o Skizoo. ¿Cómo están estructurando los conciertos?

–Los hacemos como surgió, intercalado. Arranca Sôber, luego entran músicos de Savia y de Skizoo… Hay momentos de tres guitarras, de dos baterías… Es un concierto de tres horas, muy dinámico, en el que repasamos toda la historia de Sôber, sin olvidar a Savia y a Skizoo. La gira está yendo como un cañón, me da pena que se acabe.

Pamplona es un lugar especial para Sôber. Aquí está El Drogas, con el que han colaborado, aquí tienen su oficina (El Dromedario Records)…

–Sí. También están mis amigos de Marea, con los que he cantado en el Palacio de los Deportes y en el BEC. De vez en cuando subo para estar un rato con ellos. Para el cumpleaños de Alen (Ayerdi) montamos una buena fiesta. Como ellos nos dicen, son nuestros hermanos del norte. Pamplona es un sitio muy querido, tenemos muchas ganas de tocar. Las entradas se están vendiendo muy bien… ¿Qué más se puede pedir? Como dice Kutxi, nos pagan por pasarlo bien. Hay que disfrutarlo.