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Música

Vuelven los mosqueteros

Vuelven los mosqueterosIban Aguinaga

La recreación, muy libre, del mundo de los mosqueteros que hizo famoso a Alejandro Dumas, parte de unos gastados y achacosos Athos, Porthos y Aramis, que dan la alternativa a los nuevos y jóvenes mosqueteros (y mosqueteras) para que sigan en la lucha contra el cardenal (ahora Mazarino) y defiendan al delfín de Ana de Austria. D’Artagnan, ya maduro, es el jefe. Y la lucha, con las intrigas cortesanas incluidas, continúa, y es el argumento de la ópera, no precisamente pueril, sino bastante compleja para los intérpretes, que nos presenta la Ópera de Cámara de Navarra. La producción se basa en el estreno de una extraordinaria partitura, un libreto ingenioso –del que no pudimos apreciar todo su intríngulis–, una sólida puesta en escena, rico vestuario e iluminación, y voces un tanto desiguales en calidad.

Jesús Echeverría se luce “volviendo a la tonalidad”, usando este término para diferenciar este número de opus, de su obra orquestal más reciente. Es una música nueva, desde luego, llena de inventiva temática para cada uno de los personajes, muy fluida para la escena, que no decae en ningún momento con contrastes para los diversos estados de ánimo, de fácil escucha, aunque difícil para los intérpretes, y que, sin que sea copia, hace guiños a la tradición operística: por ejemplo, la salida a escena de Mazarino, nos recuerda al Gran Inquisidor verdiano; o el trabalenguas de la escritura de las cartas de D’Artagnan nos remite a las actas notariales mozartianas o rossinianas, aquí con la complejidad de atribuirlo a la voz, además de a la orquesta. Hay arias líricas y tramos pegadizos (Todos para uno, uno para todos), pero es en los dúos o concertantes, un tanto “ariosos”, donde sobresale del foso la rica orquestación que siempre subyace. Me gusta que lo nuevo se asiente en cierta tradición.

D’Artagnan y lo jóvenes mosqueteros

Ópera en un acto y ocho escenas con libreto de Víctor Iriarte y música de Jesús Echeverría. Intérpretes: José Luis Sola, Andrea Jiménez, Iñaki Fresán y Julen Jiménez al frente del reparto. Asociación de esgrima, Corvus. Coro (dirección Erika Imizcoz) y Producción: Ópera de Cámara de Navarra. Orquesta Sinfónica de Navarra. Dirección de escena: V. Iriarte. Jesús Echeverría dirección musical. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: 20 de diciembre de 2024. Incidencias: Casi lleno.

No sé lo que subirá la producción el poner sobre-títulos con el texto, pero me parece fundamental. Aunque el libreto de Víctor Iriarte es en castellano, en el canto, sobre todo en los concertantes, no todo se entiende. Víctor Iriarte es un hombre de teatro (premios Lope de Vega y Calderón, entre otros) y apenas pude pescar alguna referencia bien traída: por ejemplo, el tenor cómico se llama Godot, y Mazarino se queja de que “siempre está esperando a Godot”…, seguro que hay más. Incluso la música se hace aún más comprensible viendo el texto. Al fin y al cabo es una ópera nueva para todos.

La puesta en escena funciona tan bien con las proyecciones porque éstas se hacen sobre un escenario sólido, con todo el juego teatral que dan las dos alturas. Además lo proyectado no quita protagonismo a los actores, sino que hace creíble la situación. Hoy día, en otros espectáculos, se abusa de las proyecciones. El vestuario epatante de la corte y la iluminación, también, están muy bien.

El apartado vocal es más complicado de juzgar, porque yo creo que estamos ante una partitura que exige –como a la orquesta– altura hasta al último secundario. Y esto, claro, encarece el presupuesto. Sola, como D’Artagnan hace una salida a escena potente, con la escuela de esgrima de fondo, que resulta muy luminosa, su rol tiene escollos de agudos y va bien a dúo con Andrea Jiménez, quien defiende muy bien el papel de Ana de Austria, tanto en sus arias como en concertantes. Iñaki Fresán (que excusó no estar al cien por cien) da empaque a Mazarino, muy bien caracterizado física y musicalmente. Julen Jiménez luce una timbrada y potente voz de tenor. Marta Huarte, María Lacunza (que sustituyó a Selma Sola), y María Gutiérrez, solucionan su parte, así como Julen García. Los tres ancianos mosqueteros, recordando lo que fueron…

Jesús Echeverría es, además, un gran director, porque concertó todo con una seguridad pasmosa, dando entradas –muchas peliagudas, medio en síncopa–, y la orquesta le respondió muy bien, aunque uno siempre quiere, para esta música, una orquesta más nutrida en el foso. Así, también, el coro, que solucionó bien su rol, pero que se apetece más grandioso. Una función importante por el tremendo esfuerzo del estreno.