Fernando Iriarte vivió por y para la pintura. No entendía su vida de otra manera. Esa convicción, materializada en una entrega pura y coherente al arte hasta el final de sus días, fue el motor de sus obras.
Un legado de gran potencia, fuerza y energía que luce ahora en las paredes de las Salas 1 y 2 del Palacio del Condestable, en una exposición retrospectiva que solo era posible tras su fallecimiento, en mayo de 2023.
“Si Fernando estuviese aquí esto no se habría hecho. Él estaba en contra del sistema establecido, en todas sus facetas. Así vivía, así pensaba y así trabajaba. No entendía la pintura como una farándula, como ir a una galería, como hacer un cuadro de un determinado color porque pega con el sofá... eso a él se sacaba de madre”, ha comentado este jueves por la mañana la que fue su mujer y es madre de su hijo Darío, Brígida Forcada, apuntando que “aunque no lo demostraría”, si viera esta exposición Fernando “estaría orgulloso, porque refleja toda una vida de trabajo intenso en el arte y una fortísima convicción de lo que hacía y de su vocación, que era pintar”.
Un recuerdo vivo
Comisariada por el pintor Pedro Salaberri, Fernando Iriarte (1958-2023) reúne obras desde los inicios de la trayectoria del artista hasta su fallecimiento, hasta el último cuadro que quedó en el caballete de Iriarte al morir, un lienzo en tonos verdes y blancos cargado de lirismo.
Hay obras inéditas y otras muchas procedentes de coleccionistas privados que la familia y amigos y amigas del artista han recopilado para hacer posible este homenaje a un pintor “resistente”, tal y como lo define su hijo Darío, quien se ha mostrado este jueves “muy orgulloso” de la carrera artística y la “resistencia” de su padre.
Esa entrega a su condición de pintor a la que, en palabras de Salaberri, “se somete con honestidad toda su obra”, y que le hizo “mantenerse, seguir pintando hasta el final”, ha añadido Brígida Forcada, “muy agradecida y contenta” de ver hecha realidad esta exposición, a través de la cual quieren que el recuerdo de Fernando Iriarte “se mantenga vivo”.
"Esta exposición le hace justicia"
“Es una exposición necesaria para fijar su figura en el panorama. Esta retrospectiva le hace justicia, dice quién era, quién es, y nos da la oportunidad de celebrar su arte”, ha dicho Pedro Salaberri sobre quien se consideraba a sí mismo un “artista maldito” en Navarra por haber dicho lo que pensaba sin medias tintas.
“En Pamplona, un pintor o está con las instituciones o no existe”, llegó a afirmar Fernando Iriarte en su última entrevista, en este periódico.
Salaberri recordaba este jueves por la mañana los tiempos en que se juntaba a hablar de pintura con Iriarte, Pedro Manterola, Javier Balda y Mariano Royo. “Los años anteriores habían sido los del realismo, los del pop, se había hablado de la Escuela de Pamplona, éramos figurativos, pero había una necesidad de ensanchar los límites de la pintura que animó a algunos a irse por los caminos de la abstracción, a contar de su vida sin ser figurativos, sin contar lo que veían los ojos sino lo que pasaba en su interior”.
“Esta exposición es un homenaje a la carrera artística y la resistencia de mi padre”
Fernando Iriarte fue uno de los que emprendió ese rumbo con decisión. “Entró directamente en la abstracción. Su primera exposición, en el año 1983 –en la sala de la entonces Caja de Ahorros de Navarra–, ya lo demostró. Él estaba ahí, fue muy claro, enseguida vio que no quería ser narrativo, que tenía la necesidad de decir en un campo en el que él se iba a esconder: la abstracción expresionista”.
En ese terreno, Iriarte “ha dejado salir sus sentimientos sin mediatizarlos, siendo limpio en lo que ha dicho y ha querido decir”, afirma Salaberri, quien define a Iriarte como “un pintor honesto y enérgico, con mucho vigor, que siempre ha tenido una tensión con el mundo”.
El primer cuadro de este recorrido expositivo, del año 1988 y perteneciente a su etapa en Berlín, adonde viajó con una beca del Gobierno de Navarra, ya refleja esa tensión, en concreto con la clase artística, que ve “un poco falsa, buscadora de éxito y de fama”, dice Salaberri.
“Un magma que bulle”: pasión y contención
Fernando Iriarte producía su propio pigmento, cogía la tierra, la amasaba y la extendía luego sobre el lienzo, en ocasiones sobre lienzos de 2 metros, como varios de los que acoge el Condestable. Ahí dejaba salir con fuerza lo que sentía. “Y a pesar de todo, los cuadros están ordenados. Hay pasión y contención. Una energía desatada y al final todo se ordena”, puntualiza el comisario de la exposición.
Los colores telúricos, intensos y profundos, y las líneas verticales que según Salaberri apuntan a una espiritualidad, forman parte del “magma que bulle” en las obras, “a punto de explotar”. La abstracción, en el caso de Fernando Iriarte, “es un sitio en el que él quiere vivir, no quiere dejarse ver ni estar a los ojos del mundo; pero eso es imposible, si uno pinta va a estar a los ojos del mundo. De manera que él vela el mensaje, no es explícito, aunque los títulos dan pistas”, dice el comisario.
“Fernando Iriarte es un pintor enérgico y honesto, limpio en lo que ha dicho y ha querido decir”
La Sima, Invierno en Berlín, La máquina de matar, Paso de Roncesvalles, Desde Etxalar veréis París, Azul Darío o Brígida al rojo vivo son algunos de ellos.
A partir del año 2000, la pintura de Iriarte se vuelve más clara. Sigue ahí ese magma, esa gestualización, pero los colores son más líricos, más claros, más aéreos. Hay más espíritu que profundidad terrenal.
“En los últimos años los títulos nos cuentan lo que está pasando. Cuando él ya tiene problemas de salud. El patio de la administración, Indiferencia administrativa, El cáncer, Los cipreses de Pijoan -un pintor muy matérico que seguramente le gustaba mucho a Fernando, y él pinta los cipreses, que se asocian al cementerio-; La hora fugitiva, La verja final. Tenía una conciencia muy clara de la finitud de su vida, y la expresa de esa manera”, cuenta el comisario de la exposición, concluyendo que “el esfuerzo de Fernando Iriarte y su enfrentamiento con la vida se resumen en que él es pintor. Y lo es hasta los últimos días de su vida”.
Las ciudades que los demás no vemos
La exposición retrospectiva, visitable hasta el 23 de marzo, se enriquece con la edición de un catálogo que cuenta con textos, en castellano y en euskera, de Darío Iriarte Forcada y Brígida Forcada Carvajal, Mikel Larramendi (Fernando Iriarte, arte y rebeldía) y el propio comisario, Pedro Salaberri (36 divisas para poetas, texto en el que se recuerda la serie con la que Iriarte participó en junio de 2002 en la exposición Abstracciones, en la Sala de Armas de la Ciudadela junto a otros 16 artistas). La publicación también reproduce fotografías personales del artista y de sus obras, y cita a las personas que se han esforzado para hacer posible este proyecto expositivo y han cedido obra, entre ellas Lola Aldave, Rafael Escalada, Jorge Elizalde, Mikel Larramendi y Tako Pezonaga.
En palabras de Brígida Forcada, Fernando Iriarte “era muy puro, en el arte y en su vida, y una persona con una gran vida interior. Tenía muchas fuentes de las que alimentarse: escuchaba muchísima música, leía sobre vidas y obras de otros pintores, y eso le llenaba hasta el punto de que vivió el final de su vida en Sarriguren, enfermo durante siete años y solo, exclusivamente con sus pinceles, con sus pigmentos, sus tierras, y con su vida interior y su amor que era la pintura”.
Ella, la pintura, su motor y el sentido de su entrega, con la que, como dijo en su día Miguel Sánchez Ostiz, Fernando Iriarte “pinta ciudades que los demás no vemos”, habla ahora por sí sola en esta retrospectiva.
EN CORTO
Inicios. Creador autodidacta, prolífico y curioso, Fernando Iriarte tuvo desde pequeño gran interés por la pintura, en contra del criterio familiar. A finales de los 80 cursó estudios artísticos en Berlín con una beca del Gobierno de Navarra.
Exposiciones. Su primera individual fue en 1983 en la sala de Caja de Ahorros de Navarra, y tres años después debutó en Ciudadela (Mixtos), adonde volvería en 2002 con Abstracciones. Ha expuesto en las galerías Pintzel, María Forcada (Tudela), Afinsa Almirante (Madrid), Trindade Afinsa (Oporto, Portugal), Lourdes Ugarabe (Vitoria), Altair (Palma de Mallorca), Odeón (Zaragoza), en el Museo Gustavo de Maeztu de Estella o la Sala Juan Bravo de Madrid.
Colecciones. Su obra está presente en colecciones del Museo de Navarra, Parlamento de Navarra, UPNA, Ayuntamiento de Pamplona, Museo Miguel Hernández (Alicante), Caja Navarra, Museo Provincial de Zamora, Fundación La Caixa (Barcelona) o Ayuntamiento de Barañáin.