"El nuevo director encontrará en Punto de Vista un espacio que le permitirá atreverse a muchas cosas"
Poco antes del inicio del Punto de Vista de este año, Manuel Asín (Zaragoza, 1978) reflexiona sobre el contenido de esta edición, la última que dirige, y sobre lo que cree que ha aportado y se lleva de esta cita. La programación se desarrollará entre el 24 de febrero y el 1 de marzo.
Su trabajo de programación ya está hecho, pero ¿cómo suelen ser estos días y horas previas al inicio del festival? ¿Qué queda por hacer?
–Queda la parte realmente más bonita, que es una cosa que el primer año me sorprendió porque no me había tocado estar en esta situación en un festival de cine. Y es la llegada de los invitados. Es muy emocionante porque durante un año trabajas intensamente para unos pocos días nada más, y, de alguna manera, el proceso se cierra con la llegada de toda la gente a la vez. También de los espectadores, por supuesto. Por eso, estos días son como un compás de espera, un momento de mucha expectación. En el fondo, es como un momento de calma antes de que vuelva otra vez la intensidad.
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Antes de la tormenta de una semana en la que no sé si le da tiempo a descansar.
–En mi caso y, en general, en el de todos los que trabajamos en el festival de distintas maneras, la verdad es que descansamos muy poco. La semana es como una carrera, mañana, tarde y noche, pero vas como impulsado por toda la parte social, por la gente con la que compartes un montón de momentos, y no te das cuenta. Pasa muy rápido. Luego ya el domingo viene todo el cansancio de golpe (sonríe).
Termina su período de cuatro años en la 19ª edición de Punto de Vista. Quizá habría sido bonito cerrarlo en la 20, con una cifra redonda.
–Sí, queda ya para la persona que se encargue el año que viene. Llegar a las 20 ediciones ya dice mucho de este festival, de su historia y de cómo es un proyecto que ha conseguido consolidarse. Durante estos cuatro años, nosotros hemos tenido muy presente siempre el impulso que nos daba la trayectoria recorrida, y es verdad lo que dijo Teresa (Morales de Álava) en la rueda de prensa, y es que todos los que trabajamos en Punto de Vista, y, desde luego, en la dirección artística, sentimos que, en el tiempo en que estamos, debemos cuidar de él y llevarlo a nuevos territorios, pero siempre siendo conscientes del valor que tiene lo ya logrado. Este festival se ha ido modelando a lo largo de estos años a través de distintas sensibilidades, las de las cinco direcciones artísticas, que han planteado cosas nuevas, pero también han perseverado en otras, y creo que por eso ha llegado hasta aquí.
¿Punto de Vista demuestra que no todas las formas de cultura tienen que ser económicamente y que los intangibles que deja también son importantes?
–Esta es una cuestión muy importante y no siempre fácil en una sociedad mercantilista como la que vivimos. Pero, sin querer tirar todo por la ventana, digamos que hay momentos en que hay que reivindicar esa intangibilidad. Suelo decir que el documental, se distingue por ser un territorio de prácticas modestas en lo material que son muy honestas con el público. Es decir, no intentan venderle lo que no es en un sentido comercial. Al mismo tiempo, es un terreno para el riesgo, para la innovación, para prácticas que en otros contextos más reglados es difícil que se den. Y esta combinación de factores dice mucho de lo que Punto de Vista ha querido ser durante estos cuatro años, pero también desde su fundación. Ver cómo realizadores que están empezando contactan y establecen relaciones con otros más veteranos igual es algo que no vemos, pero que también forma parte del legado del festival.
El intercambio intergeneracional es algo que siempre se destaca de este festival.
–Se puede decir que en este festival se difumina la cuestión de la edad. A menudo tenemos cineastas que a pesar de tener una edad avanzada o, incluso, como en el caso de este año con Frans van Staak, ya han fallecido, tienen una obra que sigue siendo muy joven. Además, muchos son unos grandes desconocidos. Pasa, por ejemplo, con las mujeres que hemos procurado visibilizar durante estos cuatro años, Manuela Serra, Anna Poliak, Su Friedrich, o en esta ocasión, Anne-Marie Faux. O con Miñuca Villaverde, protagonista de la sesión inaugural. A pesar de que son de cineastas ya muy veteranas, estas obras son jóvenes porque están empezando a ser conocidas, apreciadas y valoradas ahora. Y eso facilita el encuentro con esos otros cineastas que, por edad, están dando sus primeros pasos y se permiten más la experimentación, la innovación y el riesgo.
Este año hay varios estrenos internacionales, estatales y en Navarra. ¿De alguna manera el festival va a buscar a los cineastas que quiere que estén en su sección oficial?
–Algunas veces sí. En realidad, estos cuatro años hemos mantenido un compromiso muy grande con las inscripciones. Y hemos tomado varias decisiones que tienen que ver con eso. Por ejemplo, eliminamos la preselección y los cinco miembros del comité nos repartimos el visionado de todas las películas inscritas. Así, cada uno vemos una quinta parte del total y luego las ponemos en común. Decidimos hacerlo para evitar una criba más a vista de pájaro; y lo precioso de este tiempo es que, mirando bien, hemos descubierto películas muy valiosas que venían sin carta de presentación y que creemos que no lo hubieran tenido fácil para entrar en el circuito internacional de festivales. Esta es la labor a la que más energía hemos dedicado y son los títulos de los que más orgullosos estamos, porque recibir la película de un director conocido es muy gratificante, pero también es más fácil para seleccionar. Sin embargo, reivindicar otras de creadores desconocidos y darles refrendo y apoyo a través de su inclusión en nuestra Sección Oficial es un esfuerzo muy satisfactorio.
Durante la primera presentación de la edición de este año destacó, por ejemplo, la presencia del director surcoreano Won-woo Kimen la sección competitiva.
–Sí, aquí estrenará Writing Poems at the End of the World. Es un cineasta al que seguimos la pista desde hace ya tres años porque ya había inscrito otras películas que nos habían interesado mucho, pero que por distintos motivos no pudimos seleccionar. Y este año, por fin, hemos incluido una. Él no ha sido prácticamente programado en el contexto internacional de festivales. Y el del otro director surcoreano, Jin-Yong Park, es un caso muy parecido. A South-facing House in Gyeonggi Province es una película muy pequeña, hecha en su casa, con su familia, pero con una calidad cinematográfica enorme y que solo se ha proyectado en un pequeño Festival en Corea.
¿Qué puede destacar de las películas españolas de la Sección Oficial?
–Todos los años o casi todos ha habido apuestas. En 2022 fue Evangelio mayor, de Javier Codesal; en 2023, Trabajo nocturno, de Elvira Sánchez Poxon y Christian Bagnat, y, en 2024, Remembering Franco, del veterano Pedro Pinzolas. En esta edición, tanto El viento que golpea mi ventana, de Emilio Hupe, como A., de Ramón Bals, son películas de ese tipo. Ambos son cineastas muy jóvenes, pero cuyos trabajos a nosotros nos parecen tan importantes como Cuadro negro, la última película de José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola. Esa convivencia para nosotros realmente es de igual a igual. En general, estamos muy orgullosos de todas las películas seleccionadas y creemos que dialogan muy de igual a igual. Por supuesto, lo mismo sucede con Cambium, de Maddi Barber y Marina Lameiro.
Se han inscrito este año 900 títulos nada menos, y la selección es de 17. Se habrán dejado las pestañas y alguna neurona que otra.
–(Ríe) Sí, el ritmo de visionado ha sido muy intenso. Pero, a la vez, para nosotros es un privilegio poder tener ese contacto tan directo con la producción más reciente en el campo del documental. Recibimos películas de todo el mundo y, claro, eso permite hacerse una idea de por dónde se mueven las cosas.
"Este año hemos mantenido un compromiso muy grande con las inscripciones; por eso eliminamos la preselección"
¿De qué está más orgulloso de lo realizado durante estos cuatro años?
–Pues de haber sabido dar hueco a películas en las que hay que mirar dentro para ver su valor y en las que un visionado superficial no bastaba. En eso, en programar más desde las entrañas de los trabajos, hemos sido una rara avis. Lo hemos hecho tanto en las películas de los cineastas más consagrados, como en aquellas que no tenían ese pedigrí, y hemos aprendido a darnos cuenta de que lo realmente importante es eso que está dentro. Tal vez esto sea de lo que más orgulloso estoy. Hay una frase de Juan Ramón Jiménez que dice ‘las coronas, dentro’ y que siempre recuerdo porque haber buscado esos valores más en el interior de los documentales nos ha dado muchísimas alegrías.
¿Y la espinita que le queda clavada?
–Lógicamente, ha habido cosas que me hubiera gustado programar. Mejor no doy nombres, pero así ha sido, aunque esto forma parte de la experiencia. También ha habido sorpresas por el camino. En este festival, entendemos la programación como un proceso, como algo que te exige reaccionar, adaptarte, y muchas de estas caídas o de estos cambios seguramente nos han llevado a soluciones mejores.
¿Qué le diría a la persona que va a ocupar la dirección artística de Punto de Vista a partir de 2026?
–Lo primero, que verdaderamente va a encontrar un contexto muy favorable y muy estimulante para desarrollar un trabajo que llamamos de programación, pero que, en realidad, yo creo que es de reflexión, que, al final, es lo que produce cualquier forma de arte. El cine también crea una reflexión colectiva. Así que va a contar con un contexto muy interesante que, seguramente, le va a llevar a querer cuidar el proyecto, a querer comprenderlo y conservarlo, como hemos hecho durante todos estos años. Pero, evidentemente, también será muy importante que sepa darle un nuevo rumbo a lo que encuentre. Seguro que una nueva sensibilidad cambiará muchas cosas y creo que, para la persona que venga, Punto de Vista es un espacio que le va a permitir atreverse a muchas cosas.
¿Y qué se lleva Manuel Asín de esta experiencia?
–Me llevo mucho aprendizaje y también personas, porque un festival es algo muy humano, un encuentro entre diferentes sensibilidades. Y, en el viaje que he hecho hacia aquí para esta última rueda de prensa, pensaba que he estado yendo y viniendo con asiduidad durante estos cuatro años y que, sin duda, también me llevo un vínculo con Navarra que para mí es muy importante y muy valioso.
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