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Fluxu: El arte de lo común

La 1ª edición del circuito Fluxu concluye tras cinco meses en los que varios artistas presentaron 10 obras contemporáneas en localidades navarras alejadas de los núcleos urbanos para encuentros en torno a estas creaciones

Fluxu: El arte de lo comúnIban Aguinaga

Ordinario, vulgar, corriente o muy sabido. Y también lo que hace referencia a todo el pueblo de cualquier ciudad, villa o lugar. Lo común nace –existe– como consecuencia de lo que resulta familiar, ordinario y, en cierto sentido, tierno. De lo que se concibe como hogar. Es decir, se trata de un espacio donde se alberga lo propio. El arte contemporáneo se pasea desde 1970 de manera superflua, como un término distante y casi ajeno al espectador, a pesar de su intención social, política y cultural. Pero parece que no convence al pueblo. Frente a esta problemática, nació Fluxu, un circuito de arte contemporáneo en Navarra que tuvo lugar entre el 7 de octubre de 2024 y el 26 de febrero de 2025, que se propuso como un espacio con el que generar nuevos públicos en torno a la reflexión sobre la creación contemporánea gracias a once artistas que llevaron sus obras a diez localidades navarras. O, dicho de otra manera, surgió para que aquellos espacios que se encuentran fuera de los núcleos urbanos, pudieran abrir sus horizontes de la experiencia en este campo. Para que el arte contemporáneo se convirtiera en algo común y de todos.

Durante estos cinco meses, los artistas plásticos y visuales Txaro Fontalba, Taxio Ardanaz, Txuspo Poyo, Elba Martínez, Álvaro Gil, Estitxu Arroyo, Gonzalo Nicuesa, Maddi Barber, Marina Lameiro, Elena Goñi y Carlos Cánovas visitaron las localidades navarras de San Adrián, Viana, Sangüesa, Bera, Peralta, Altsasu, Tafalla, Elizondo, Corella y Puente la Reina/Gares, y entre todas ellas, según los datos ofrecidos por Susana Irigaray, directora del Servicio de Museos, se ha reportado que más de 2.500 personas se han acercado a alguno de los talleres, experiencias o documentaciones, de las cuales 893 han sido participantes directos. “Nuestro objetivo no era llegar a mucha gente. Sin embargo, es un dato muy significativo porque este programa ha repercutido, de alguna manera, en mucha gente que antes no se habían involucrado con el arte. No hay muchos proyectos que tengan esta capacidad de llegar a un grupo comprometido en estas características”, señaló Irigaray durante la clausura del circuito Fluxu que se llevó a cabo en un acto en el Museo de Navarra, en el que participaron cuatro de los artistas –Txuspo Poyo, Elba Martínez, Álvaro Gil y Taxio Ardanaz–. De esta manera, lo común se abrió camino en cada una de las localidades navarras para convertir esos lugares en espacios compartidos para el arte; en espacios que se vuelven propios, conocidos, cotidianos.

El péndulo y la campana

Txuspo Poyo.

En ese sentido, el artista Txuspo Poyo –a través de su creación El péndulo y la campana. Una extraña aventura romántica entre un péndulo y una campana, solo el amor es el único arma contra la barbarie– utilizó el concepto de lo común desde la educación, como consecuencia de las diversas crisis humanitarias que están sucediendo en el mundo. “Con todo lo que se ha producido en Gaza o en Ucrania, me parecía que era un momento en el que nos teníamos que parar a pensar en los derechos humanos”, sostuvo. Por esto, planteó su proyecto como un juego “para niños” con el que reivindicar los derechos humanos. De esta forma, por medio de un péndulo, una campana y el suelo de una iglesia desacralizada de Viana, Poyo logró crear un laboratorio pedagógico con el que los y las escolares transcribían en el suelo los artículos de la Declaración de los Derechos Humanos mientras la campana y el péndulo actuaban como elementos comunes. “Hay un lenguaje que todos reconocemos en la campana. Nos habla de las fiestas, de los funerales o de los sistemas económicos, mientras que el péndulo hace referencia a la idea de negociación”, explicó.

Poesía en los espacios

Elba Martínez.

Por su parte, Elba Martínez estuvo del 16 de diciembre hasta el 12 de enero en Altsasu con Hacia el este, una exposición en la que la luz dialoga con sus piezas de textil, fotografía y pintura a través de la palabra. Para ella, un espacio nuevo es “sinónimo de generar obra nueva” para convertirlo en algo propio. “La sala era muy grande y a mí me activó para crear. Creo que se le dio mucha más potencia al espacio con la telas y los elementos. En cada obra, había un componente de palabra porque la poesía siempre ha estado muy dentro de mí”, reconoció Martínez. El tener que conocer un nuevo lugar le sirvió a la artista para confeccionar mejor lo que ella quería transmitir: una sensación de que la exposición no se había montado del todo. “Dejé la escalera, puse una tela en la que solo se veía la palabra estructura jugué con qué se ve y qué no, qué oculto y qué muestro”, apuntó. Entre lo que quiso enseñar se encuentra una escultura fabricada con luces navideñas, yogures y cenizas de tabaco. “Al iluminarse, parecía algo relacionado con el firmamento. Me parece que es bonito que, desde lo común, desde un vaso de yogur, pudiera llegar a tener una sensación de infinitud”, declaró.

Publicidad residual

Álvaro Gil.

La obra de Álvaro Gil partía de una situación incómoda; la de trabajar de forma colectiva con una asociación de ecologistas para recoger las basuras que recogieron del entorno próximo al mercado de Elizondo y, a partir de ahí, junto con elementos vegetales, crear obras que iban a ser colocadas como carteles publicitarios sobre las paredes de la localidad. “Desde el principio, todo me resultaba cotidiano. Sabía qué iba a pasar y que lo único que cambiaría es el residuo y el trabajo manual”, comentó. Con esta labor tan ordinaria nació Constelaciones verticales, un proyecto que pretendía otorgar una apariencia estética a la basura. De hecho, las piezas le recordaban a la publicidad grapada en las columnas “que muchas veces quedan arrancadas. Cuando fuimos a desmontar, muchas de las piezas desaparecieron del lugar y me pareció que tenía su lógica, que era el camino natural que tenía que seguir mi obra”. Por otro lado, Gil dejó las piezas que se conservaron en una caja con el objetivo de dejar un recuerdo –a través de una exposición– de la primera edición del circuito Fluxu. “Me pareció que era convertir la pieza artística en un fósil, en un resto que se queda perpetuo. En ese sentido, mi idea de lo común era poder hablar del problema de la basura bajo el paraguas artístico”, declaró.

La colectividad

Taxio Ardanaz.

Corella fue el lugar en el tanto el artistaTaxio Ardanaz como los alumnos 1º de Bachillerato de la Escuela de Arte de la localidad encontraron un espacio en el que identificarse. Pancartas surgió de una búsqueda con la que conocerse a uno mismo y a la sociedad. “Pensé en lugares en los que podemos hablar de una colectividad sin, necesariamente, tener que estar unidos por algo más que por el hecho de ser personas. Y lo primero que me vino fue la música, las fiestas y las peñas. Entonces, me percaté de que la pancarta es un lugar en el que todo confluye y tras la cual nos convertimos en un sujeto colectivo y político. Siempre que tenemos algo que decir, nos colocamos detrás de una pancarta. Y eso, en algún sentido, nos identifica como un colectivo que tiene un interés común”, reflexionó. Como uno de los sinónimos de este concepto es pasacalles –de nuevo, la música queda impregnada en su imaginación–, Ardanaz dividió a los estudiantes en cinco grupos para que confeccionaran unas pancartas en las que se relacionaban cinco estilos musicales –punk, rap, pop, indie y rock– con unos estilos plásticos concretos. “Les hablé de la historia de las pancartas, de cómo es un elemento que funciona desde las sufragistas y que todavía no ha perdido su poder de uso. Me interesaba que con esto se sintieran libres para componer sus relatos”, concluyó.