Entrar estos días en la sala de exposiciones del Palacio Vallesantoro, casa de cultura de Sangüesa, es entrar en un jardín futurista. Una veintena de piezas de hierro emergen del suelo dispuestas por su autor Pablo Juarros (Huarte 1964) para evocar la belleza natural e invitar a la reflexión sobre el valor de la riqueza que nunca se debería perder. “Es mi pequeño grano de arena ante el cambio climático que vivimos”, comenta el autor del jardín metálico.
Tras su paso por Pamplona y Tudela, su exposición figurativa Un jardín para el futuro llena desde el 8 de mayo el espacio cultural de Sangüesa, a donde el artista, afincado en Izco, deseaba regresar, ocupar la sala tras más de tres décadas de ausencia desde su participación en dos muestras colectivas. Ahora lo hace con 21 obras de diferentes tamaños de chapa de hierro y varilla de hierro soldada que sugieren plantas, hojas y frutos con elementos asociados a la realidad y otros imaginarios. Formas finas, estilizadas u otras más gruesas, con total ausencia del color de manera premeditada para transmitir un mensaje: “Que no sea esto lo que les dejemos”, alerta en su reivindicación de la necesidad de recuperar el diálogo con la naturaleza desde la contemplación y la mirada sosegada. Un jardín de metal, con formas, sin colores, cálido, ya que, a pesar de que el hierro es un material frío y monocolor, logra transformarlo para conseguir la calidez que desprende un jardín natural.
Juarros no ha querido titular sus obras para dejar que el público perciba. Los primeros comentarios refieren a plantas carnívoras, girasoles, cactus... Su idea es que funcione como una instalación, sin peanas, igual que si emanaran de la tierra. Plantas o simplemente hojas colgadas de la pared. Destaca en la instalación el espacio dedicado a la composición de un referente animal, una procesión de hormigas como otro elemento relacionado con los jardines, todo en peligro de desaparecer.
Se aprecia, asimismo, la combinación de texturas que el artista aprovecha para dar mayor rigidez a alguna de las piezas de sus plantas imaginarias. En ellas se observa el elaborado trabajo de soldadura de un largo proceso creativo “Porque comienzas, dejas, retomas y en cada momento se añade algo nuevo. Son plantas muy elaboradas”, comenta al tiempo que acaricia los detalles con sus dedos.
Un jardín para el futuro se presta a imaginar y a sugerir fuera de las paredes que le rodean. A ello contribuye que todas las piezas se puedan tocar, algunas funcionan individualmente y otras en conjunto. El efecto es como si las meciera el viento y proporciona sensación de movimiento. Sorprende. “No estamos habituados a ver una muestra así en conjunto”, afirma.
Fin de ciclo
Juarros reconoce que el privilegio de vivir en un entorno rural, rodeado de plantas y animales, posibilita la creación. Se inspira en el medio para componer. Después de trabajar la piedra y la madera, bases de su obra anterior, el escultor se ha apropiado del hierro. “Es un material en el que me siento a gusto y me permite crear por aportación, que es lo que quiero ahora”, confiesa.
El escultor coloca la planta más grande en el zaguán del palacio a modo de bienvenida a una muestra que se presenta en armonía y es una alerta. Con Un jardín para el futuro, anuncia un cambio y cierra el ciclo dedicado a este tipo de obras,mientras se sumerge en otras profundidades que no revela, de momento.