Inspirado en miles de historias reales que suceden cada día en la frontera entre Hendaia e Irun y que son desconocidas para la mayoría de Gipuzkoa, La isla de los faisanes aborda el problema que se vive en la muga natural del Bidasoa y que cada vez cuesta la vida a más personas. No es el Mediterráneo pero en el Estado se desconoce este problema que según la red de acogida de Irun afecta a 60.000 personas desde hace seis años, es decir 10.000 personas al año y 1.000 personas cada mes intentan atravesar esta frontera de la manera que puedan.
Habiendo sido un gran creador de cortometrajes exitosos, Asier Urbieta ha decidido llevar esta historia a la gran pantalla en su primera película después de conocer el caso de un hombre de Mali que se había ahorcado frente al Bidasoa, hastiado de entregar su vida en la búsqueda de una vida mejor. “La red de acogida decía que el Bidasoa se había convertido en una frontera muy importante de la gente de África que quieren ir al Norte de Europa”, indicó.
En este caso había cruzado por el río, desde Francia, habían hecho una devolución en caliente, había vuelto a cruzar por el río y había sucedido lo mismo. “Había atravesado desiertos, el Mediterráneo, España y creía que en Europa no había fronteras. Estaba tan cansado psicológicamente que decidió quitarse la vida. Eso me interpeló como persona”. En el proceso de rodaje, otras 8 personas murieron en esa zona, 5 en el río y 3 arrolladas por el tren.
En ese retrato de la situación que se está viviendo mete a los dos personajes, Amaia (Jone Laspiur) y Sambou (Sambou Diaby) una pareja en la que él es vasco, nacido en Irun, de padres senegaleses, que un día paseando ve cómo dos migrantes intentan atravesar el río y piden ayuda. Ella se lanza y él se queda petrificado sin saber qué hacer. “Está inspirado en un hecho real, dos ciclistas pasaban y lo vieron, uno se lanzó y otro no. Era interesante para vertebrar la película pensar ¿qué harías tú?”, explicó Urbieta. En esa disquisición el espectador juzga a Sambou por no lanzarse a ayudar a dos jóvenes negros que se están ahogando y, en esa idea, se esconde también un microrracismo, ya que no se le juzgaría así si fuera blanco. “Nos parecía más interesante que fuera él quien no se tiraba. Quisimos dejar abierto el por qué no se lanzaba y que creara debate, si era por algún trauma de su familia o simplemente por instinto”.
Microrracismos
Igual que en otras películas de este festival, el espectador se descubre viendo microrracismos que no percibía, como que le canten la canción histórica de Zarama Iñaki, zer urrun dagoen Kamerun o que la policía le pare en el puente sobre el Bidasoa cada vez que va a dormir a su casa de Hendaia solo por ser negro, ya que a su pareja, blanca, no le piden la documentación. “Para mí, la canción de Zarama hace homenaje a quienes venían en los pueblos cosas en las fiestas y se les llamaba Joxemari o Iñaki. Pero escribiendo la peli oímos que para algunos era una canción racista, pero a mí me parece absurdo revisitar la historia con otros ojos. Es cierto que el personaje, que juega al rugby en la playa de Hendaia, no le gusta que le llamen Iñaki porque le despersonalizan”.
Asier Urbieta reconoce que se ha quedado “tocado” con la historia, por su complejidad y por lo que implica en las vidas de miles de personas. “Vivo a 20 kilómetros y no te enteras. Es muy fuerte lo que está pasando. La gente no lo sabe y preparando la película y sumergiéndote en la historia te das cuenta que son un montón de personas que solo buscan una vida mejor. Es gente que está en tránsito, no quiere quedarse en Irun o en Hendaia, son de colonias francesas que solo quieren reunirse con sus familias o amigos y aspirar, como todos a tener una vida mejor”.
También el final, que puede parecer frívolo, se centra en historias reales, como la de un movimiento popular que en 2019 consiguieron pasar disfrazados a varias personas hasta Francia o más recientemente, la Korrika de 2025 que logró que 36 personas cruzaran la frontera integrados con ellas en la carrera por el euskera. El Gobierno francés denunció a 7 personas y mil más se autoinculparon.