Casi 20 años, desde su último concierto en Barcelona en 2003, no hacía acto de presencia en el Estado uno de los iconos musicales de una buena parte de la generación milenial, la esquiva Christina Aguilera, que intentó compensar la espera con una actuación en Mallorca Live Festival que no evitó en algunos momentos la sensación de que volaba con el piloto automático puesto.

Con todo, la masa congregada ante el escenario principal mucho antes de la hora señalada en contraste con la baja asistencia al antiguo Aquapark de Calviá en las primeras horas eran prueba suficiente de que uno de los principales reclamos de la jornada era su actuación.

De alguna forma también la reincidencia en las camisetas de parte de los 22.000 asistentes con la portada de su disco más emblemático, Stripped (2002), mostraban las apetencias del público por un repertorio más instalado en su memoria sentimental que en las posibles y accidentadas evoluciones recientes, véase su apenas publicitado disco en español Aguilera (2022).

La diva, que se ha caracterizado en los últimos tiempos por vivir aparentemente en un mundo paralelo ajeno a la realidad y a su público, esta vez sí les dio lo que querían, con un repertorio plagado de grandes éxitos, desde sus orígenes con Genie In A Bottle, puntos álgidos como Ain’t No Other Man, Beautiful o Fighter y apenas una tríada de cortes de su último álbum.

“Mallorca estoy muy feliz de estar aquí y de ver vuestras bellas caras”, aseguró la artista tras una semana de ensayos en la isla, en un discurso ya sin gafas de sol en el que insistió en la trascendencia de sus raíces hispanas y en su vuelta a ellas como madre justo antes de mezclar Pa mis muchachas y Feel this moment con cañón de espuma incluido.

A pocos les pasó inadvertido el apoyo fundamental que por momentos ejercían en la parte vocal tanto sus coristas como las bases pregrabadas, uno de los elementos anticlimáticos de este espectáculo junto con sus constantes retiradas del escenario cediendo el protagonismo a sus bailarines en lapsos que no se justificaban, como se vio en toda la velada, por posibles cambios de vestuario.

Con el expediente aprobado por la mínima, su actuación -–la primera de tres en el Estado– la remató a solo unos días de la conmemoración del Orgullo LGTB con un discurso en el que sobre Let there be love y los colores del arcoíris proclamó: “Sed libres para quereros los unos a los otros”.