Vuelven, como cada año por estas fechas, los conciertos del Caballo Blanco. En realidad comenzaron antes de San Fermín con una actuación que corrió a cargo de Motxila 21, y es ahora, después de las fiestas, cuando la terraza retoma su actividad y afronta, ya sin interrupciones, el grueso de su programación. Cuando aún humeaban las velas del Pobre de mí, llegó el turno de la segunda cita del ciclo, los sevillanos de Rienda Suelta. Basándose en el núcleo fundamental del rock’n’roll, esto es, en el trío formado por guitarra, bajo y batería, el combo ofreció una auténtica másterclass sobre cómo debe sonar una banda de este tipo. Imaginen una base rítmica abrasadora, unos riffs de guitarra secos y contundentes como martillazos en la sien, y una voz que va escupiendo las palabras con esa chulería que solo se puede aprender en el barrio; imaginen un sonido que emula a ACDC y un fraseo que recuerda, inevitablemente, a Rosendo.
CONCIERTO DE RIENDA SUELTA
Intérpretes: Rienda Suelta presentan su primer disco, ¿Dónde está el hombre malo?, publicado por el sello navarro El Dromedario. Rucho Linares (bajo y voz), Charlie Palacios (guitarra), La Bestia Villagrán (batería). Fecha: 17/07/2025. Lugar: Caballo Blanco.
Esas eran las referencias que manejaban cuando montaron el grupo, hace más de cinco años, y esas son las que siguen manejando a día de hoy. En un afán de distinguirse del rock andaluz acuñado por grupos como Triana, Smash o Medina Azahara, dicen que lo suyo es el rock jondo; la raigambre de los sonidos de su tierra puede percibirse de manera sutil en el algunos pasajes de sus canciones, como el tempo de soleá que encontramos en Hortelano. Al margen de esos detalles y de algunas palabras que delatan su origen, el rock que les sale de manera natural está hecho en Andalucía, pero es bastante norteño.
Y si se dan, como bien indica el nombre del grupo, “rienda suelta” en la música, lo mismo hacen con los textos, donde no rehuyen ningún tema: el racismo, en Extranjero, que en el Caballo Blanco sonó más actual y necesaria que nunca, cuando todavía no se habían apagado las brasas de la hoguera de odio que algunos dementes avivaron en Torre Pacheco; el machismo, en La madre que te parió; algunas actuaciones de la Iglesia, en Ave María; o las duras condiciones de trabajo de los trabajadores del campo, en Hortelano.
Los sevillanos mostraron, en definitiva, una actitud netamente rockera en el fondo y en las formas, esa misma que reclaman en Tras la zanahoria (“quiero más actitud / si está mal, hazlo tú / basta ya de pudor / quiero más rock’n’roll”). Y aunque se bastaron y se sobraron para ello, contaron con la buena compañía de amigos como Aarón Romero, de Linaje, que cantó con ellos Columbario, o el Txo, bajista de Ciclonautas, que subió a tocar en la postrera Turulo. Si alguien estaba cansado por el tute de los Sanfermines, no le quedó más remedio que levantarse y bailar al incansable son que marcaban desde el escenario. Como suele hacer en cada uno de los sitios donde tocan, Rucho había escrito unos versos dedicados a Pamplona en los que hermanó a nuestro Pompeyo con su Trajano, a la vez que convidaba al público a disfrutar del vino en las barras de los bares. Ojalá queden muchos brindis y canciones en el futuro.