pamplona. "La vida del jubilado es la mejor que existe. Yo vivía encima de la M-30 y me fui a la montaña". Y ahora tiene una casa en Moralzarzal, a 50 kilómetros de Madrid. La labor de tapicero es cosa del pasado y las cumbres, las más altas, son ahora su única pasión. Pero la montaña no es algo nuevo para Carlos Soria, que en 1973 ya participó en la primera expedición española a un ochomil, el Manaslu.
La primera pregunta que ronda la cabeza al hablar con usted es que ¿cómo puede escalar 'ochomiles' con 72 años?
Es que he aprendido a disimular y parece que estoy mejor de lo que estoy, pero al final estoy hecho polvo. No, en serio, es lo que he hecho toda la vida y tampoco es nada del otro mundo eso de escalar ochomiles. A mí me gustaría más hacer escaladas de gran dificultad más que hacer ochomiles, pero no estoy en el momento de hacer eso. Sin embargo, ochomiles sí puedo. Incluso he podido ir solo porque luego hay mucha gente, pero yo voy haciendo la guerra por mi cuenta.
¿Y todavía tiene cuerda para mucho?
Sí. De momento sí, pero a los 72 años no se puede decir: "Voy a hacer tal cosa dentro de seis, ocho o diez años". Pero de momento, me quedan ilusión, energía y ganas, y mientras tenga eso voy a seguir haciendo montañas. Cuando no pueda subir ochomiles, haré otras cosas: me pasearé por un bosque, o iré a los montes de al lado de casa.
¿Y su médico qué dice?
Es una doctora muy simpática y está encantada. Tenemos muy buen rollo.
¿Tiene una salud de hierro?
No, no. Mira, llevo un aparatito en los oídos porque oigo poco, las rodillas me duelen y los lumbares también de vez en cuando, pero te aguantas. Pero lo que hay que hacer es no parar porque si no te quedas ahí clavado. Pero la verdad es que voy bien. Lo que no haré nunca en la montaña es el ridículo, cuando vea que no puedo no iré, ahora estoy ahí porque estoy en mi sitio y estoy a la altura de las circunstancias.
Entonces, ¿usted va al mismo ritmo que cualquiera en un 'ochomil'?
Sí, sí. En la montaña sí. En una carrera hoy día no, pero en la montaña alta sí. Cuando tenía 50 años sí podía también en una carrera porque estaba fortísimo. Para actividades de gran fondo, de gran esfuerzo, me parece una edad fabulosa.
De hecho, es cuando usted empieza a hacer 'ochomiles' de manera más continua.
Sí. Pero yo empecé a hacer pequeñas montañas con 14 años y mi primera escalada difícil la hice con 23 en el año 62 en los Alpes. Era muy distinta a la vida a la que como es ahora.
Hombre, es que usted ha vivido la posguerra de lleno.
De firme. He pasado hambre, he tenido muchas carencias. En mi casa, por ejemplo, no había agua. Yo he ido, desde niño, a la fuente con dos cubos y los llevaba a mi casa. Por eso se me pudieron los brazos muy fuertes. No tengo ningún rencor por eso...
¿No se ha topado con gente que le critique porque piense que a ver qué hace usted escalando con 70 años, que lo hará solo por dinero…?
Sí, seguro que alguno que lo dirá. Pero directamente nadie me lo ha dicho, quizás en las redes sociales, Internet... Pero una de las cosas que más me gustan a mí es que hay mucha gente joven muy activa que me trata como un compañero más, como un amigo. Por ejemplo, coincidí con Alex Txikon, que es un fiera, un tío magnífico, en el campo base del K2, que había un montón de gente, él era el más joven y yo, el más mayor, y tan normal. Me siento uno más, aunque sé dónde estoy, quién soy y los años que tengo, pero no me tratan como un bicho raro. Y eso me hace muy feliz.
Ha utilizado oxígeno en muy pocas cumbres.
En algunas. En el Lhotse, por ejemplo, utilicé muy poco, litro y medio para cinco horas. Las dos primeras de la subida no lo usé y a la bajada tampoco. Podría haber subido a lo mejor sin oxígeno, pero también soy consciente de que tengo 72 años y de que no puedo hacer tonterías. De hecho, no llevaba oxígeno y me lo regaló un sherpa amigo. Me dijo: "Carlos, tienes 72 años, tienes un proyecto ahí…". ¡Un sherpa! Palabra de honor. Y me lo regaló. Y lo utilicé y me vino muy bien porque todo el mundo salió de allí muy mal. Fui el único de los nueve españoles que estábamos que llegó andando al campo base. A mí, en la montaña, lo único que me molesta es que la gente mienta: que diga que no ha utilizado oxígeno cuando es que sí o que diga ha subido como un marqués cuando lo ha hecho aprovechando el material del prójimo. Pero bueno, que cada uno haga lo que le dé la gana.
Esa es la peor parte de la montaña, ¿no? Mentiras, polémica…
Es lo que vende. Es lo que le gusta al país. Llama mucho la atención: el llegar a un aeropuerto en una silla de ruedas todo vendado es una maravilla. Hay cosas que pueden ser un fracaso y se convierten en un éxito.
Hay una etapa de su vida, cuando sus cuatro hijas son más pequeñas y usted tiene el negocio de la tapicería, que dedica menos tiempo a la montaña.
Yo he adaptado mi vida a los momentos que había: cuando era novio, era novio; cuando era marido, era marido… pero siempre haciendo montaña. Una vez, cuando tuvimos la primera hija, yo era director de la Escuela de Alta Montaña de Madrid y tenía un curso en el Pirineo y con 4 meses la llevamos en tren en un canastito entre las maletas.
¿Cómo surge la idea de hacer los 14?
Tampoco me lo planteaba, yo quería ir haciendo montañas porque las podía hacer y con eso de cumplir años me hacía gracia que la gente joven me dijera: "No sabes la alegría que nos das, la esperanza que nos das, al ver que hay tiempo para hacer muchas cosas". Y me apetece transmitir a la gente y al mundo que se pueden hacer las cosas que te apetecen todavía de mayor. Hay que renunciar a las menos cosas posibles por la edad. Y está muy bien que te carguen a los nietos continuamente, pero tú también tienes que vivir, que no existe la reencarnación.
De todas las expediciones que ha hecho, ¿con cuál se queda?
Con todas. Hombre, subir al K2 es una cosa impresionante. Y haber estado en la cima más alta de la Tierra, aunque esté tan denostado el pobre Everest, y ver el amanecer es un espectáculo. Y subir al Manaslu, 37 años después de haberlo intentado por primera vez tampoco está mal. Es que ¿con cuál me quedo? Con todas, con toda mi vida. Me gusta cómo la he hecho hasta ahora.
Algún mal momento también le habrá tocado vivir.
Sí, ha habido. Momentos de gran dificultad y peligro, sobre todo, por avalanchas. En el Manaslu y en el K2 he pasado miedo. En el Dhaulagiri murió un compañero, Pepe Garcés, y fue un momento muy duro. Pero la mayoría son momentos alegres. Creo que en total he hecho 46 expediciones y todavía no me han tenido que rescatar nunca, ni me han tenido que sacar en helicóptero ni cosas así.