Aunque ahora parezca raro, hace unos pocos años en el Estado español gobernaban los socialistas. El acierto de quitar tropas de sitios donde no pintaban nada provocó que un tal Zapatero cogiera la batuta de la piel de toro. En el sillón del reino se sentaba cómodamente un Borbón llamado Juan Carlos, especialmente los días que no se iba de caza. Ayer hizo 9 años que ambos, junto con Hugo Chávez, protagonizaron un episodio que muchos recordaréis. El venezolano agitó el manzano y atacó a Aznar, Zp aguantó el tirón pero el monarca sacó su escopeta y le atizó el famoso “¿por qué no te callas?”.
Yo creo que nadie debe callar y menos quien defiende lo suyo, pero también creo que a alguno se le podría meter un calcetín en la boca.
Mi par de calcetines en forma de bola irían para José Mourinho. El portugués, al margen de su trabajo como entrenador, demuestra su soberbia cada vez que abre la boca. Está insoportable la criatura.
No hace mucho declaraba en la prensa inglesa que su vida era un desastre, que no estaba a gusto en el hotel que vive y que para colmo no ve mucho a su familia, a 300 km. Todo esto ganando un porrón de millones de euros al año me parece que está fuera de lugar.
Sus declaraciones futbolísticas siempre le quitan parte de culpabilidad en sus derrotas. Eso a mí me saca de quicio. Los entrenadores debemos asumir nuestra parte de culpa o cuando menos de responsabilidad. Culpa a los árbitros, a sus jugadores llamándoles irresponsables, si hace falta culpará a los horarios o incluso algún día será capaz de decir que el culpable de su derrota fue el toro que mató a Manolete.
No entiendo que uno de los mejores entrenadores de los últimos años sea tan rácano cuando toca dar la cara y me molesta que el ejemplo que deben ser los profesionales del fútbol para con los niños, el señor Mourinho se lo pase por el arco. Aunque este, por lo menos no caza elefantes con nuestros ahorrillos.
El autor es Técnico deportivo superior