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“El balonmano es como un veneno que tengo metido y es muy difícil que salga. En mi caso no existe antídoto”

La Real Federación Española de Balonmano acaba de otorgar a Tatín Elizari la Medalla de Bronce, un reconocimiento a más de 50 años dedicado a este deporte

“El balonmano es como un veneno que tengo metido y es muy difícil que salga. En mi caso no existe antídoto”AMAIUR ELIZARI

PAMPLONA.- Jokin Elizari Lacasta, más conocido como Tatín Elizari, lleva más de medio siglo dedicado al balonmano. Como jugador y, sobre todo, como entrenador se ha forjado un nombre dentro de este deporte. Una labor que ha traspasado las fronteras navarras y que ha recibido incluso el espaldarazo de la Real Federación Española de Balonmano, que recientemente le distinguía con una Medalla de Bronce.Una guinda perfecta a una prolífica carrera, que ahora pondrá fin. Al menos en lo que respecta a los banquillos, porque su pasión por el balonmano seguirá muy presente.

Vaya reconocimiento el que le ha brindado la Federación Española de Balonmano...

-No me lo esperaba, la verdad. El presidente de la Federación Navarra, Andrés Garde, ya me había comentado que había una propuesta unánime de la Junta Directiva, pero estas cosas no te las acabas de creer nunca del todo. Más que nada por tanta gente que hay que se lo merece. Sin embargo, cuando me llegó el correo de la Federación Española me llevé una enorme ilusión. Fue algo muy especial. Dentro de mi carrera, seguramente el reconocimiento más especial.

Y eso que también ha recibido otros premios importantes, como la Medalla de Plata del Gobierno de Navarra.

-Cuando recibes un premio, a nivel nacional o regional, siempre se agradece. Faltaría más. Pero a nivel estatal es algo increíble. Se me hace hasta excesivo. En el momento de recogerlo recuerdo que estaba muy abrumado y se me saltaron hasta las lágrimas. El del Gobierno de Navarra también fue muy especial.

¿Un respaldo a cuántos años dedicado al balonmano?

-A más de 50. Toda una vida, que diría aquel. Para mí el balonmano ha sido algo muy importante. Ahora tengo 62 años y empecé a practicarlo con 8 o 10 en el colegio de los Escolapios. En Villava lo alternaba también con el Beti Onak, donde estuve jugando hasta los 29 y conseguimos subir a División de Honor. Por motivos un poco especiales, digamos, no quise jugar en la máxima categoría. Seguí con mi trayectoria como jugador hasta que en una fecha muy triste, el segundo entrenador del Beti Onak, Guillermo Borda, falleció en la pista de manera repentina. El por entonces presidente, Luis Mari Echeverría, que en paz descanse también, me pidió que entrenara. Y ahí empezó esta aventura, desde 1985 hasta ahora. Hasta el 30 de junio al menos, que he decidido abandonar los banquillos, aunque no el balonmano. Eso va a estar siempre ahí.

¿De qué forma va a seguir vinculado a este deporte?

-El balonmano es un veneno que tengo metido y es muy difícil que salga. No hay antídoto o por lo menos en mi caso no existe. Llevo muchos años viajando y al final pensé que ya era hora de descansar. Al menos en lo que se refiere a entrenar equipos. Ahora me voy a dedicar a la coordinación deportiva de un club cercano, para organizar un poco la base y dar alguna charla. Aportar mi experiencia en todo lo pueda.

La labor desde los cimientos es importante. ¿En Navarra se está trabajando bien la base?

-Yo creo que sí. Estos dos últimos años he tenido la oportunidad de llevar un equipo cadete y otro juvenil femenino, y me parece que sí se están haciendo bien las cosas. Ahora hay más recursos, más posibilidades, más información y gente y clubes muy bien preparados, como el Malkaitz, que es un ejemplo a nivel femenino; o como el infantil del Ardoi, que ha quedado entre los ocho mejores equipos de España; sin olvidar a Anaitasuna, al Loyola... En la mayoría de las escuelas deportivas de Navarra se están haciendo bastante bien las cosas. Tenemos que intentar por todos los medios, a través de la Federación, que se pongan en marcha cursos de capacitación, de Nivel 1 y de Nivel 2, para que haya cada vez más entrenadores titulados. La norma que va a regir ahora es la obligatoriedad de tener el título para dirigir de categoría juvenil para arriba. Entiendo que eso es bueno, que la gente tiene que formarse y reciclarse. Eso nos traerá un futuro mucho mejor tanto en Navarra como en el resto de España.

En la elite del balonmano masculino tenemos al Helvetia Anaitasuna. Sin embargo, desde la desaparición del Itxako no se ha vuelto a tener un representante femenino en la máxima categoría. ¿Navarra está preparada para asumir un nuevo equipo de chicas?

-Actualmente ya hay conversaciones con el Instituto Navarro de Deporte y Juventud para crear un equipo referente que aglutine a las mejores jugadoras navarras, trayendo incluso alguna de fuera. Para que Navarra tenga por fin un representante después del fiasco del Itxako. La cosa está un poco complicada. Este año quizás sea demasiado prematuro, pero las bases ya están puestas y nos tenemos que aprovechar. Es una iniciativa que la debemos apoyar todos.

Como seleccionador navarro, entrenó a Eduardo Gurbindo o Niko Mindegia. ¿Qué se siente al verlos ahora jugar en lo más alto?

-Sí y también a Antonio Bazán. Hay que reconocer que es un orgullo ver triunfar a jugadores que has entrenado. Es algo que se queda en el corazoncito, esas cosas tan bonitas que he disfrutado.

¿Qué otros recuerdos va a guardar en la retina de esos 50 años dedicados al balonmano?

-El primero, el más importante, el ascenso con el Beti Onak a la máxima categoría del balonmano en 1980. Por entonces, Villava tenía unos 4.000 o 5.000 habitantes y los jugadores entrenábamos de aquellas maneras... Fue un recuerdo maravilloso. También los años gloriosos del Portland San Antonio. En 1999 me llamó Zupo Equísoain para que entrenara a un equipo Júnior y me convenció. Estuve seis años allí y jugamos dos fases de ascenso. Vivir también todo lo que había alrededor, convivir con los mejores jugadores del mundo, fue algo muy bonito. Al igual que el ascenso con el Sanchicorrota a Primera Nacional, en 2007, después de dos años muy duros. Y tampoco me olvido del ascenso de las chicas de Villava en 1997 a la División de Honor Plata, donde están desde entonces. Son todos recuerdos muy emotivos.