Banderazo de salida a la que es, para algunos, la temporada más interesante de la última década. Hasta telediarios e informativos que casi nunca prestan atención a este deporte, han abierto con el inicio del Mundial. Por Marc, claro. Y nada más. Porque la tormenta perfecta está servida. En agosto de 2024, confirmado el salto de Marc al equipo Ducati oficial, ya comentamos que uno de los más reputados periodístas del paddock sentenció: “El mejor piloto, con la mejor moto. ¿Dónde está la gracia?” Y en contra del regocijo general y el fenómeno de futbolización de MotoGP -que únicamente quiere volver a ver a su piloto ganando sí o sí- muchos éramos los que se nos rompió el sueño de verle desde la trinchera de enfrente -léase KTM o Aprilia- disparando a discreción desesperadamente en contra del imperio de Borgo Panigale.

Quizá porque tenemos aún grabado en oro en la memoría a un tal Rossi, bajándose de una excelsa Honda, para ganar la primera carrera y luego el mundial sobre un hierro de Yamaha. Pero ahora el marketing, el negocio, y sobretodo las ganas de Marc de sobrepasar en títulos a ese tal Rossi, han podido. Este campeonato no se decidirá por detalles, no. Excepto un trágico golpe de efecto, que nadie desea, casi ya pueden ir grabando la placa. Lo va a decidir que el mejor piloto actual de la parrilla monta, y está en el equipo, de la mejor moto de carreras que nunca jamás de haya puesto en pista. Nada más y nada menos. Y entiendo la algarabía de los fans y el deseo de Marc de volver a ser campeón. Con 32 años, tras el calvario pasado y con un cambio de reglamentación radical en 2027, el tiempo se le acababa. No había espacio para nuevas aventuras. A partir de aquí, otros son los detalles a los que hay que prestar atención, y que ayer ya pudimos observar. Cómo va a gestionar toda la familia italiana del oficial Ducati la alegría de ver a Marc por fin ganando para ellos, mientras el hasta ahora niño mimado, Pecco, languidece en su rincón del box. Y es que hasta el otro Márquez le gana ya. Ayer, Tardozzi le pedía mesura a Marc en las celebraciones mientras Gigi Dall’Igna intentaba repartir sus sonrisas entre los dos pilotos. A ver hasta cuándo pueden aguantar sin explotar de felicidad.