Los que conocen a Jon Moncayola desde pequeño confirman que siempre fue un jugador que andaba sobrado de fuerzas. Los que le trataron de cerca su trayectoria también certifican que dispone de un buen golpeo a puerta, de un acertado desplazamiento de balón. Los más atrevidos afirman que tiene más poderío que Fede Valverde, el tótem del madridismo en cuanto a despliegue y capacidad para la imposición del físico inagotable.
Con un historial de 203 partidos de Liga en Primera con Osasuna –225 en todas las competiciones y siete goles–, que el entrenador recién llegado al equipo diga que se encuentra con “una locura de jugador” es como para certificar que el expediente que se va engordando con los años en la máxima categoría es justificado, y que el futuro es prometedor.
Jon Moncayola, su posición en el dibujo táctico de Alessio Lisci, fue la gran novedad de la alineación de Osasuna en el primer partido de Liga en El Sadar. Fue sorprendente porque el técnico había deslizado que iba a jugar con una defensa de cuatro hombres, pero se puede considerar como una decisión cabal por el rendimiento y porque se trata de un chico para todo.
Especialista en estar en el sitio donde el equipo le necesita –mejor dicho, donde el entrenador le reclama con urgencia–, el futbolista navarro cumplió con solvencia en el carril izquierdo, que lo convirtió en autopista cuando la ocasión lo permitió, además de ser muy solícito en las pugnas. Pero cumplido el cometido peculiar en la banda reservada antes a los zurdos durante un buen rato, Moncayola volvió al hogar, al centro del campo en el tramo final del partido, y voló cuando el crono se iba a marcar la conclusión del tiempo y el motor de muchos de los contendientes comenzaba a fallar.
Moncayola debutó en Primera División de la mano de Jagoba Arrasate –en la primera jornada de Liga de la temporada 2019-20 en Leganés (0-1)– y es uno de los titulares de Osasuna en esta última etapa en Primera. Ha sido uno de los hombres del doble pivote, también ha estado en el lateral derecho –le tocó jugar la final de Copa en ese papel muy complicado–, de extremo por ese costado, en la salida del balón y en la zona caliente del remate.
Precisamente en el campo del Espanyol –en la campaña de su debut– protagonizó una de sus acciones más recordadas, cuando se cruzó el campo y marcó ante Diego López (2-4). No fue titular, jugó la media hora final, suficiente para enseñar cómo es una estampida.