Siempre hemos tenido la tesis, al menos con Osasuna, de que los inicios de temporada la impregnan casi por completo, de que sentimientos como la confianza, la ilusión o la ambición se construyen –o se quiebran– en estas primeras jornadas. Y, por eso, la victoria de ayer –e incluso la derrota honrosa en el Bernabéu– sabe a gloria y da mucho más que tres puntos a Osasuna y al nuevo proyecto de Alessio Lisci.
Que sí, que esto no ha hecho más que comenzar y que hay que ver cómo está jugando este año el Espanyol, el próximo anfitrión, pero 3 puntos ya en el zurrón y 3 puntos ya de distancia con el descenso –eludirlo es siempre el primer objetivo, que sabemos quienes somos y de donde venimos–. Y ante un equipo que llevaba cuatro años mojando en El Sadar. Cuando Osasuna se sube desde el principio a la ola buena de la Liga todo fluye con bastante más facilidad. Y a ello se ha puesto.