Alessio Lisci y el nuevo Osasuna presentaron sus credenciales ante la afición, que fueron recibidas con todas las bendiciones por parte de la hinchada. Siempre hay expectación cuando un nuevo invento se pone en marcha y el partido del debut en El Sadar deja sensaciones positivas, un juego atractivo, unos jugadores que funcionan a toda marcha con la lección aprendida y, lo más importante, los primeros tres puntos en el casillero. El resultado ajustado frente a un rival que estuvo con diez jugadores desde los primeros veinte minutos, los apuros inevitables a los que lleva un marcador mínimo, fue el único lunar de una gran actuación coral, con la mano del técnico meciendo la cuna en todo momento.
Osasuna promete diversión para esta temporada, por parte del entrenador y de los jugadores. Así se entiende la alineación ocultada y sorprendente de Lisci en la que no se salió de su dibujo de tres centrales para entregar el papel de carrilero izquierdo a Moncayola. Una alternativa imposible de vislumbrar salvo calibrando el poderío físico del canterano y su capacidad para la adaptacón para roles de todo tipo. También resultó interesante la conversión de Boyomo en medio centro cuando la expulsión en el Valencia, su inferioridad numérica, permitía explorar otros terrenos para ocupar. Divertido van a resultar los nuevos. Un solvente Valentin Rosier que supera su condición de lateral para morder en el otro lado de su carril y manejarse como cirujano a la hora de cortar pases y suturar acciones de peligro. Y Víctor Muñoz está para desorden, para lanzarse a por el balón como kamikaze, para dejarle a Gayá con el molde y con la roja en el rostro tras una patada inoportuna por una pérdida de balón mayúscula.
Sistema y novedades, todo aderezado con los hombres de siempre en una primera parte que resultó una carta de presentación excelente. Osasuna estuvo muy bien desde el primer momento, lanzado a por un Valencia timorato demasiados muchos y con pocos recursos cuando se le reclamó una reacción temprana, y se llevó el partido hacia su costado con el gol definitivo antes de los diez minutos. Fue el cóctel del nuevo Osasuna con ingredientes de siempre. A Moi Gómez le dieron metros para templar y Rosier, que lo mismo tritura que templa, sirvió un centro al meollo del área en donde Budimir es rey. El testarazo y el gol del croata coronó la gran presentación del equipo y, por supuesto, agitó de nuevo su cartel de goleaador para esta Liga.
Osasuna navegó siempre con el viento a favor porque fue superior y, desaparecido del partido como estaba, el Valencia le incitó a la tarea al quedarse con un hombre menos. Lisci no va a ser entrenador de dejar las cosas como están en los noventa minutos de un partido y, con su rival en desventaja, reordenó a sus futbolistas -a Boyomo- para meterse en espacios donde había más interés por la ocupación.
Como el fútbol es severo con quien no tiene piedad, la falta de puntería de Moi, Torró y Budimir -también hubo un gol anulado a Rosier- casi se cobra un disgisto en dos oportunidades de Danjuma, una solventada por Sergio Herrera y otra no alcanzada por el delantero.
Osasuna tiene las cosas claras y en el segundo tiempo no se bajó de la locomotora. Realizó un largo monólogo sin acierto en el remate final, ante un Valencia que se dedicó a vivir un partido soñando con la sorpresa. Casi lo hace en el minuto 90, porque le anularon un gol por un fuera de juego por un tacón. Todos los cambios de Lisci buscaron mantener la disposición y actitud de un conjunto ofensivo y combativo. El peligro está a la espalda, cuando no se traduce el riesgo en un marcador mejor.
Caer de pie desde el primer momento es siempre muy importante. Y Osasuna lo hizo.