alsasua - Mañana comienza su andadura La Peluso, marcha cicloturista que toma el nombre del apelativo con el que era conocido Jesús Legarra, impulsor del ciclismo en Irurtzun. Y en esta localidad de Sakana este deporte tiene nombre propio, Reynolds, equipo profesional del que se cumplen ahora 40 años. Así, la primera edición de esta cita organizada por el club ciclista Dos Hermanas tiene un triple objetivo, reconocer a este irurtzundarra fallecido en 2017 así como a Pello Alzueta y José Antonio Martínez, otras dos personas claves en la creación de esta mítica escuadra y celebrar cuatro décadas del Reynolds, la semilla de otros grandes equipos como Banesto, Caisse d’Espagne y Movistar Team. También fomentar el ciclismo y dar a conocer Irurtzun y los diferentes valles que rodean a esta localidad, lugares de gran belleza paisajística y que se prestan para la práctica de este deporte.

Peluso, José Antonio Martínez y Pello Alzueta fueron las primeras personas del pueblo de Irurtzun que en los años 70 y 80 lograron grandes éxitos internacionales y trasmitieron la pasión por el ciclismo en nuestro pueblo”, apunta Santi Moreno, del club Dos Hermanas. Al respecto, recuerda que Reynolds comenzó a rodar en 1979 pero su historia comenzó unos años antes, cuando los hermanos Jesús y José Legarra regentaban el bar Nuevo Legarra, un próspero negocio en un pueblo que no paraba de crecer tras la instalación en 1956 de la empresa Inasa (Industria Navarra del Aluminio SA). Unos años más tarde, en 1963, entró en su accionariado la multinacional Reynolds. El mayor, un apasionado del ciclismo, pensó en montar un equipo de juveniles. “Para ello era necesario estar adscrito a un sociedad y pensaron en Irurzungo Alay, la entidad que agrupaba a la juventud de Irurtzun”, recuerda Moreno.

El Nuevo Legarra echó a andar con un grupo de chavales de la zona en 1970. Dos años después llegaron Félix Corres y Eusebio Unzué, dos corredores que marcaron un antes y un después en el equipo. “Entre las victorias de Corres y la visión de carrera de Unzué, el equipo creció en cantidad y calidad”, observa Moreno. Lo cierto es que este último ya apuntaba maneras y con 18 años recién cumplidos, obtuvo su primera licencia de director deportivo. “Vendió su bicicleta y con el dinero obtenido se compró un Seat 124 de segunda mano que, una baca y dos sesiones de rotulación después, se convirtió en el coche oficial del nuevo equipo Reynolds para 1974”.

El equipo iba creciendo y también los gastos. Por ello, los Legarra pensaron en Inasa, que también era patrocinadora y mecenas de equipos de balonmano, baloncesto o fútbol sala de la zona. “Inasa decidió aportar 100.000 euros al proyecto con una condición, que en el maillot apareciera la palabra Reynolds”, apunta Moreno. Y es que esta multinacional estadounidense entró en 1963 en el accionariado de esta compañía que se dedicaba sobre todo a la elaboración de cables pero había comenzado a fabricar papel de aluminio, el producto cuya marca comercial a partir de entonces se relacionaría con el ciclismo.

El primer Reynolds juvenil comenzó a rodar en 1974 con Javier López Izcue, José Ignacio Oroz, José María Cuende, Rubén López, Javier González de Morentín, Ulpiano Bello y Enrique Sanz bajo la dirección de José Legarra y Eusebio Unzué de ayudante. Asumió la dirección un año después porque José Legarra se marchó a Valladolid por motivos laborales. Pero en 1976 Unzué debía realizar el servicio militar, por lo que Peluso volvió a ponerse al frente. Además, esa temporada el equipo juvenil pasó al campo aficionado con seis ciclistas, cinco de primer año: Miguel Acha, Miguel Mari Errea, Javier González de Morentín, Francisco Jaurena y Enrique Sanz; y otro, Javier López Izcue, de segundo. El equipo se centró durante los dos años siguientes en las competiciones navarras y vascas de los denominados aficionados de segunda.

Otro año clave en la historia del equipo es 1977, cuando entra en escena José Miguel Echávarri, un modesto corredor amateur en equipos franceses que se estrena como director deportivo en la Vuelta Ciclista del Uruguay. Allí le llamó la atención un corredor, Héctor Rondán, para quién consigue un contrato de un año en el Reynolds. Pero tiene una contrapartida, colaborar con el equipo. “Rondán fue también el nexo entre José Miguel Echávarri y Eusebio Unzué, entonces director del equipo junto a Peluso”, observa Moreno. La labor del primero, siempre compaginada con su trabajo en su hostal, se centró en conseguir la participación del equipo en carreras de fuera de la comunidad. Dos años después, en 1979, Eusebio Unzué se convirtió oficialmente en el primer director deportivo del Reynolds, el más joven entre todos los directores de la categoría a nivel nacional con 24 años. Peluso, por su parte, pasó a ser el nuevo seleccionador regional amateur, cargo que hasta entonces ocupaba Unzué. El equipo mantuvo su columna vertebral, con Acha, Rondán y Segura y recupera a Ocaña tras un año en el Super Ser. Además, José Miguel Echávarri aumentó poco a poco su implicación y de común acuerdo con los corredores, se propuso dar una imagen más profesional del equipo.

salto al profesionalismo Tras varios encuentros y negociaciones con Juan García Barberena, director general de Inasa, Echávarri, Martínez y Alzueta, presidente y secretario del Irurzungo, consiguieron que el proyecto del Reynolds profesional fuera adelante con algo más de 12 millones de pesetas de presupuesto y una filosofía, gente joven, de casa, sin presiones pero con profesionalidad. “Ayudó que Barberena antes había sido secretario en Abárzuza, el pueblo de José Miguel”, apunta Moreno. No en vano, aportó 15 millones. No obstante, el proyecto de Reynolds estuvo a punto de cambiar de rumbo. Y es que el mítico Kas, en su recta final, ofreció su escuadra a la empresa de aluminio por 25 millones de pesetas.

El primer Reynolds profesional estaba formado por 12 corredores. Cinco eran del conjunto amateur: Acha, Azkarate, Ocaña, Segura y Rondán. Asimismo, se recuperó a López Izcue, que había corrido el último año en el Teka aficionado, y se ficha a Vicente Iza, Dominique Arnaud y José Luis Laguía. Para comandar el equipo Echávarri pensó en dos veteranos: Ángel López del Álamo, que había ganado esa temporada una etapa de la Vuelta a España, y Anastasio Greciano, que había dejado el ciclismo un año antes. Se completó con el pistard danés Gert Frank. Había comenzado la leyenda.

Lo cierto es que son años del boom de los equipos en España, con siete equipos profesionales, un récord histórico, un equipo modesto se codeó de tú a tú con los grandes. “Echávarri aplicó nuevos métodos, concentraciones de los ciclistas en su hostal en Campanas o en Pirineos, con entrenamientos duros y un preparador físico, otra de las novedad”, destaca Moreno. “Las ideas renovadoras también llegaron a la vestimenta, con publicidad en los laterales del maillot”.

Reynolds también fue pionero en incluir a a sus ciclistas en la Seguridad Social, algo que no fue posible al principio porque su petición fue rechazada. A pesar de que suponía un mayor gasto, recurrió el caso a la Magistratura de Trabajo, que acabó dándole la razón, con efectos retroactivos, más de tres años después. “La sentencia sentó jurisprudencia para el resto de ciclistas profesionales. Fue un paso más en la dignificación del ciclismo que buscaba Echávarri”, incide Moreno.