Eusebio Unzué era el manager del equipo Banesto cuando el Tour pasó por Navarra en 1996. Todo estaba planeado para que Miguel Indurain luciera su sexto mallot amarillo en casa, pero el destino fue caprichoso y ese día perdió todas las opciones de ganar la edición del 96. Unzué, con más de 40 años de experiencia en el ciclismo, afirma que no ha visto nunca tanta gente en la carretera como aquel día.

¿Qué sintió cuando supo que el Tour pasaría por Pamplona para homenajear a Miguel y al equipo Banesto?

-Fue una mezcla de todo, pero es bonito que reconozcan el trabajo del equipoy sobre todo la figura de Miguel. Él consiguió la victoria en muchas carreras del Grupo Aso, los encargados de organizar el Tour de Francia. Empezó ganando el Tour del Porvenir en 1986 y después consiguió Critérium, París-Niza, Dauphine. Tanto Miguel como el equipo siempre hemos estado muy ligados a su organización y la llegada de etapa a Pamplona era una deferencia a todos nosotros, hacia la ciudad y a Navarra. También fue muy importante el trabajo de la Unión Ciclista Navarra y la disposición del Ayuntamiento de Pamplona.

¿Cuáles eran las sensaciones el día antes de esa etapa?

-Sabíamos que era una etapa durísma, veníamos de dos días muy exigentes y Miguel iba acumulando cansancio en sus piernas. Éramos conscientes de que podíamos pasar por dificultades y así fue. Miguel tuvo muchos días para el recuerdo y casualmente la única vez que llegó el Tour a su ciudad fue cuando perdió prácticamente todas las opciones de ganar la edición de 1996. Está claro que le hubiera gustado lucir el amarillo en nuestra tierra y disfrutar de la cercanía de la gente.

¿Qué sintieron al recorrer las calles de su ciudad?

-Fue impresionante, desde que subíamos por Burlada, toda la Avenida del Ejército, en Pío XII, todos los balcones estaban llenos de gente animando. Fue un día muy especial, la gente quería agradecer y homenajear a Miguel por todo lo que nos había dado.

¿Fue uno de los momentos más emocionantes de su carrera.

-Sin lugar a dudas, fue súper emotivo. Había tanta gente a un lado y a otro animando y agradeciendo, devolviendo con cariño el esfuerzo que habíamos hecho en los cinco años anteriores.

Fue un Tour que tuvo la cara y la cruz, recibieron el cariño de los navarros pero no consiguieron el resultado deseado. ¿Qué pesa más en la balanza?

-El deporte es así. Sabíamos que antes o después iba a llegar ese momento. La casualidad quiso que el día que Induráin se despidió del Tour fuera en su ciudad. Pero esta es parte de la magia del deporte. Demostró que el mejor ciclista también es humano y que llega un momento en el que empiezas a ir a menos. Fue muy duro, pero el cuerpo dice basta, aunque siguió estando bien físicamente ya no era suficiente para estar entre los mejores.

¿Se sintieron frustrados por no vestir de amarillo en Pamplona?

-Es posible que fuera lo mejor que nos podía suceder. Estábamos rodeados de nuestra gente para pasar el mal trago. Está claro que a todos nos hubiera gustado disfrutar de un día de esos a los que Miguel nos tenía acostumbrados, pero el destino tuvo su parte cruel y el día D lo sufrimos en casa. Él asumió que esto también era parte del deporte y que un día antes o después pasaría. No cambiaría ninguna victoria de años anteriores por subirnos de amarillo al podio de Pamplona. Está claro que hubiera sido bonito devolverle al público el cariño que nos dio pero el destino no lo quiso así.

¿Fue en esas tres semanas del Tour de 1996 cuando se dio cuenta de que quería dejarlo?

-Él ya había avisado el año anterior que si no se veía con opciones de ganar lo dejaría. Entiendo el nivel de sufrimiento y la dureza de los entrenamientos, ganando te pueden compensar, pero cuando dejas de hacerlo pierde el sentido. Se retiró en un momento en el que seguía siendo el más grande.

¿Qué pasó en ese Tour para que no revalidaran la victoria?

-Los años te llevan a que pierdas la calidad y la frescura. Aunque él era joven todavía, llevaba una carrera muy intensa. Cada temporada peleaba en más del 70% de las carreras que corría. Trabajaba para ganar y eso lleva a un desgaste muy grande, tanto física como psicológicamente. Llevaba casi 15 años al máximo nivel y no quería seguir exigiéndole tanto al cuerpo.

¿Les sorpendió que cerca de 250.000 navarros salieran a la calle para recibirles?

-Probablemente sea la vez que más gente he visto en una carrera. A lo largo de todo el recorrido había dos o tres filas de personas detrás de las vallas. El paso por los pueblos desde que entramos por Larraun fue un espectáculo. No sé cuanta gente había exactamente, pero cualquier cifra que me digas me la creo. Era una muralla humana de gente a ambos lados de la carretera.

Los coches de la caravana, en la Plaza del Castillo.

"La llegada de etapa a Pamplona era una deferencia del Tour a Miguel, al equipo, hacia la ciudad

y a toda Navarra"

"Fue un día especial, la gente quería homenajear a Miguel y agradecerle todo lo que nos había dado en todo ese tiempo"