En un párrafo

l retrasar a octubre (como mínimo) el inicio del fútbol aficionado, la RFEF ha abierto el debate que deberán hacer todos los deportes: sin vacuna, sin tratamientos 100% efectivos y con malas cifras en rebrotes, ¿es realmente necesario volver en otoño a las competiciones? ¿Es un buen plan jugar un partido el sábado y comer el domingo con los abuelos? ¿Quién se atreve a garantizar a las familias que los jóvenes deportistas no se van a contagiar, si en el mundillo aficionado no hay dinero para montar burbujas de controles como los del deporte profesional? Y todo eso en medio de la cascada de rebrotes que se teme en el regreso al cole. Si algo hemos aprendido en esta pandemia es que hay que tomarse muy en serio la capacidad de transmisión del virus y que el calor estival no ha sido el cortafuegos que se deseaba. Algunas federaciones están jugando con fuego y los que corren riesgo de quemarse son los deportistas. Más responsabilidad.