n dos días Osasuna ha cerrado dos negociaciones concernientes a la plantilla que exponen la fortaleza actual del club y la consistencia que la junta directiva persigue dar a su proyecto.

Por un lado, ha rubricado el fichaje más caro de su historia y, por otro, ha atado por una década al jugador más descollante de la cantera y hasta ahora en la agenda de varios equipos. Son dos apuestas que persiguen el mismo objetivo (armar un bloque competitivo para pelear por seguir en Primera y mejorar la clasificación si es posible) pero que ofrecen planos diferentes de análisis. Osasuna realiza una magnífica operación con Budimir tanto por el precio y el aplazamiento del pago en cuatro años, como por las prestaciones ofrecidas por el delantero croata en las dos últimas temporadas, rebasando en ambas el techo de los diez goles en la Liga. El gol cuando no se tiene se compra y siguiendo esta máxima la dirección deportiva ha realizado una buena gestión, respaldada además por la apuesta de la afición rojilla en un futbolista que encaja con el carácter del equipo. No haber esperado a última hora para cerrar la incorporación del atacante demuestra también que los dirigentes tenían las prioridades muy claras y que el contenido económico es asumible. En el caso de Moncayola, Osasuna ha transmitido un enorme interés por retener al centrocampista, ofreciendo alternativas para contrarrestar las ofertas de otros clubes (el Atalanta ha sido el más insistente), no dando opciones a una posible operación que le hubiera podido reportar alrededor de 10 millones de euros, enrocándose en la cláusula íntegra como fundamento innegociable y haciendo ver al muchacho que es valorado y que se confía en él -como ya hizo antes con David García- como un jugador que debe marcar una época, al estilo de un Patxi Puñal o un José Manuel Echeverría. Ese esfuerzo por retener a un chico formado en Tajonar rompe también el estereotipo de que se valora más a los que vienen de fuera que a los formados en la casa. A veces, retenerlos es imposible, pero el mensaje que se envía a la cantera con la renovación de Moncayola es muy positivo a la hora de manejar otras ofertas que les invitan a abandonar Tajonar a edad temprana. Y, en fin, la postura del futbolista y de sus representantes bendiciendo el acuerdo -fueron ellos los que pidieron ampliar el contrato hasta los diez años- refrenda que ven en Osasuna un plan de trabajo con bases sólidas. Sus rostros al abandonar el estadio no ocultaban la satisfacción por el desenlace de unas largas negociaciones.

La segunda parte de esta operación consiste en cuadrar cuentas. Osasuna debe reducir la masa salarial y agilizar la operación salida que continuará en breve, posiblemente con Brandon y Enric Gallego, ante el overbooking de delanteros. Entre los retos está también conseguir la cesión de Manu Sánchez. Competir en Primera sale cada vez más caro y esa exigencia a veces lleva a perder el norte, como sucedió en la etapa de Pachi Izco como presidente: se tocó techo en lo deportivo pero se tocó fondo en lo económico poniendo en riesgo la supervivencia del club. Y eso no hay nada que lo justifique ni puede volver a pasar.