He visto dos veces la última final de Wimbledon entre lunes y miércoles, y confieso que estoy impactado. En general, todo lo que rodea cualquier Grand Slam es impactante, pero lo del otro día raya lo imposible. Quiero manifestar qué me impactó y por qué.

Impacto nº 1. El nivel. Durante la década de los 90, uno pensaba que no iba a haber nadie más perfecto que Pete Sampras, jugador técnicamente único, que compartía Circuito con el juego agresivo de Stefan Edberg y la posición dentro de la pista de Agassi, entre otros. Y veníamos de saborear a Borg, Connors, Lendl y McEnroe? Y ahora resulta que nos hacen olvidar todo eso dos individuos que se ponen a regalar calidad en una final de Wimbledon y que nos hacen pensar si el tenis ha llegado a su punto más alto. Ya se verá, pero hoy por hoy es lo máximo que se ha visto en la historia.

Impacto nº 2. La edad. Borg, el sueco que sorprendió en los 80 con su juego de fondo de pista y su revés a dos manos, se retiró cuando cumplió 26 años, después de ganar seis Roland Garros y cinco Wimbledon. Esto no fue normal, pero sí que los jugadores se retiraban mucho antes que ahora porque, entre otras cosas, el físico no perdonaba. Aquí sí que hemos mejorado. Los hábitos alimenticios, la preparación física, la irrupción de la psicología en el tenis, el progreso de los conocimientos técnicos y biomecánicos, las rutinas en entrenamientos y en competición, los cuidados médicos, la fisioterapia y todo lo que queramos añadir, ha posibilitado que un veterano (Federer, Basilea, 1981) y un casiviejo (Djokovic, Belgrado, 1987) hayan dado una lección magistral de ¡cinco horas! Quizá no sea tan difícil de entender: el jugador mejora su técnica con el paso del tiempo y la experiencia acumulada cuenta casi más que la técnica. Si a esto le añadimos una mínima pérdida de condición física (por los conceptos antedichos) se llega a entender lo que vimos en Londres el domingo pasado.

Impacto nº 3. El futuro. Quizá lo que más impacta al ver un espectáculo así es pensar hasta dónde va a llegar el nivel de tenis, a qué velocidad se sacará dentro de tres o cuatro generaciones, hasta qué edad competirán los tenistas, a qué edad destacarán, cuánta gente seguirá viendo tenis, cómo evolucionarán las Reglas para que el tenis siga teniendo atractivo, si existirán las pistas de hierba o si, como hicieron en su día el US Open y el Australian Tennis Open, se convertirán en cemento?

Impacto nº 4. La pronunciación. Parece mentira que un torneo que nació en 1877 aún no tenga la categoría suficiente como para que ser bien pronunciado. Wimbledon se pronuncia “Uimbeldon”, aunque los ingleses casi anulan la e. Sigo oyendo desde hace tiempo cómo los periodistas de radio y televisión, o sea, los que hablan a través del micro, pronuncian “Bimbledon” (quizá la acepción menos mala por ser literal, léase Saquespeare), “Uimbledon” o “Uimblendon”. Y me extraña porque he oído a gente que lleva muchos años en el mundo del periodismo deportivo (y alguno dedicado en exclusiva al tenis) pronunciar de tan original manera. Tampoco se salvan algunos exjugadores que van a retransmitir como invitados en los medios hablados. Y eso es más grave si cabe. Ahora bien, el que se lleva el premio es el sheriff del deporte nocturno de Onda Cero. Dice “Güimblendon”. ¡Toma impacto!El autor es entrenador nacional de Tenis