Pocas veces se ha visto a Marc celebrar una victoria de esa manera. Ni incluso cuando un Mundial ha caído de su lado. Pero como ya dijimos, tras las dos últimas derrotas en la última curva con Dovi y Rins, la herida escocía. Y mucho. Por eso esa locura desatada al quitarse el casco en el parque cerrado. Eso y subirse a lo alto del podio en casa de su archienemigo, más aún con el nuevo encontronazo de la Q2. Y además, marcando territorio ante el que está llamado a ser su posible enemigo natural en un futuro inmediato.

Ayer se volvió a poner todo de cara respecto a un Mundial que se queda más que sentenciado,

pasados los 80 puntos de ventaja, toda una barbaridad. Pero no era suficiente. Sabía que

una nueva derrota en la última vuelta ante otro rival distinto haría perder mucho de su rédito como piloto estratosférico. El Mundial lo seguiría ganando, pero para él, eso solo no vale.

Y tras Marc, nada menos que cuatro Yamaha, otra incógnita que se despeja. El paso adelante de la casa de Iwata es claro, pero no exento también de preocupación. Ignoro lo

que Maverick pondrá como excusa esta vez para que un recién llegado, con una moto del equipo satélite le moje la oreja de este modo. Fabio estará el año que viene en un equipo oficial, de eso no hay duda. Y para que Yamaha le retenga haciéndole un hueco en su

primer equipo o manda a Rossi a cobrar la pensión de jubilación o Maverick sale por la

puerta de atrás. Y la vuelta de Maverick a Suzuki es algo de lo que ya se ronronea por el

Padock.

Y otro aspecto a resaltar tras la carrera es la paradójica y creciente debacle de Honda. Para encontrar la siguiente hay que ir hasta el puesto 14º. Eso sí es un problemón para la marca japonesa, hipotecada absolutamente al talento de Marc, sin recambio a la vista, con lo que eso supone de riesgo para su futuro. Seguro que en breve, tras el fiasco de Lorenzo, tendremos nuevos movimientos.