Nadie sabe muy bien qué tiene este circuito en la remota y fría Phillip Island para que siempre nos obsequie con emocionantes carreras. Las peleas constantes ayer en el segundo grupo por entrar en el podio, los adelantamientos en cabeza de las primeras vueltas y la resolución de la carrera en los compases finales del último giro nos quitaron el regusto un tanto amargo de las últimas carreras más bien sosas. Y tres años hemos esperado para ver por fin el famoso duelo que disfrutamos ayer. Tres desde que Maverick llegó a la Yamaha oficial después de dos magníficas temporadas en Suzuki y que le encumbraron como principal pretendiente al título de anti-Márquez. Con ilusión esperamos en 2017 ese duelo que nunca llegó, ni tampoco en 2018 y casi se nos va 2019 sin que lo pudiéramos disfrutar.

Cierto es que a Viñales le ha tocado sufrir en pleno el peor periodo de Yamaha en la categoría reina, con una moto que en 2017 y 2018 se encontraba muy lejos de plantar cara a Honda, y sobre todo a Marc sentado en la Honda. También es cierto que la personalidad de Maverick no ha ayudado en muchas ocasiones a remontar o por lo menos contemporizar esta racha de malos resultados. No es poco habitual oírle después de fiascos en carreras echar siempre los balones directamente a Hamamatsu, evitando cualquier atisbo de autocrítica. Cambió medio equipo, jefe de mecánicos incluido, e intentó rodearse de gente de más confianza, incluido Julio Simón como coach. Ahora por fin, Yamaha le pone en pista una M1 que sin duda se encuentra en equilibrio con el resto de marcas ganadoras, léase Ducati, Honda y Suzuki. Cierto es que siguen penalizando en velocidad punta, pero están volviendo a mirarse en el espejo de aquella Yamaha dócil, fina y con el mejor paso por curva del campeonato, a la que Lorenzo con su estilo hizo dos veces campeona del mundo.

Maverick, tras unos cronos fantásticos, pole incluida, las tenía todas ayer: ritmo, confianza y moto. Pero la bajada de la 10 en la última vuelta nos devolvió de un zarpazo a la realidad. Marc jugó como gato y ratón, hasta provocar lo inevitable. Hoy no hay ya opción a duelo, solo un suma y sigue.