pamplona - David Soria Goñi (Pamplona, 29/04/1994) tiene una vida poco usual. Él pide que se diga que es el padre de África, una niña de 9 meses. Con 25 años, también es pescadero en el Mercado del Ensanche. Compagina limpiar las lubinas con los guantes, porque hace dos años pasó de boxeador amateur a profesional. Desde que empezó, no ha perdido: tiene un récord de 8-0. El sábado encara en el Navarra Arena la posibilidad de cumplir un sueño: ser campeón español, si vence al maño Ezequiel Gurria. Además, es rojillo de pro.

¿Cómo se define como boxeador? Dicen que usted no se guarda nada.

-Me defino como un currela que mira siempre hacia adelante. Entreno lo más fuerte que puedo, y a veces peco de eso, de no guardarme nada. Por ejemplo, en una pelea de ocho asaltos, si llevo seis o siete, podría relajarme, pero quiero ganar cada asalto.

Va a pelear por ser campeón superwelter. ¿Que sería para usted llevarse el cinturón a casa?

-Un sueño. Cuando empecé a boxear, que fue con 16 años, tenía tres anhelos que pensaba que eran asequibles: pelear a doce asaltos, que ya lo conseguí; ser campeón mundial, algo difícil pero posible si peleas; y, por último, ser campeón de España. Eso puede pasar el sábado.

¿Cómo lleva esta semana?

-Me siento centrado y motivadísimo. Esa es la palabra, motivado. Siempre la última semana es difícil, porque tienes que ajustar mucho tu peso, te cortas con la comida, empieza la presión cuando se acerca el combate... me están pudiendo las ganas de pelear.

¿Cómo lo lleva su familia?

-Tengo la suerte de que mi mujer se lo guarda mucho. En las veladas siempre está muy tranquila. No quiere llamar la atención. Para ella es un sueño también. Hemos ido subiendo el nivel poco a poco. La última pelea fue ante Clavero, que es un perro viejo. Si ganaba me abría las puertas a un campeón de España y también había mucha presión. He peleado con gente que está invicta, con buenos récords. Mi familia ha aprendido a vivir con eso. Quiero que la del sábado sea la pelea más importante de mi vida, y que después sea la siguiente.

Podría hacer historia en Navarra.

-En Navarra ha habido tres campeones de boxeo. En Pamplona la primera vez que se ha disputado un título en España fue César Núñez, contra Tiburón en Anaitasuna. También pelean entre ellos el sábado, curiosamente. Es la segunda vez que se disputa un título español en Navarra y la primera del Arena, que es bonito.

¿Qué es lo que más se aprende en el camino amateur?

-Las tablas. En mi último año no profesional hice muchos combates contra gente de buen nivel. En el boxeo profesional hay algo un poco egoísta: pierdes una pelea y parece que ya no eres nadie. En el fútbol puedes perder tres partidos seguidos, ganas el cuarto y la gente se olvida. Aquí no. Pierdes una pelea y cuesta mucho subir luego. En amateur da igual y ese espíritu. Lo bonito es hacer muchas peleas.

De profesional, ¿nota más presión?

-Hay presión, quieras que no siempre la hay. El tema del invicto está bien visto. Perder vamos a perder todos, aunque cuanto más tarde mejor. Lo que tengo claro es que por miedo a perder no voy a dejar de hacer combates. Prefiero hacer 20 guerras y perder cinco que pelear contra cinco boxeadores malos y hacer saco. Hay que arriesgar, sin ser kamikaze. Siempre digo una frase que uso mucho con mis amigos: "El sábado soy el boxeador campeón, pero el martes limpio anchoas".

¿Se esperaba en 2018, cuando empezó de profesional, plantarse con un invicto de 8-0 a estas alturas?

-No me he dado ni cuenta. Me suele pasar que cuando estoy entrenando disfruto mucho, peleo el sábado, y el domingo estoy con Amaia, mi mujer, y me dice: "¿Te das cuenta lo que has hecho? Has peleado en Bilbao, delante de 8.000 personas, ha sido televisado y encima has ganado". No soy consciente. Cada pelea tiene su riesgo, pero lo he ido llevando.

Su récord no es malo, pero el de Gurria, su adversario, tampoco. ¿Qué es lo que más le intimida?

-Tiene un buen boxeo. Hay que estar atento. Lo que más me gusta de esta pelea es que si gano, ganaré al mejor Gurria. Si él gana, lo hará al mejor David. Estoy seguro de ello: él está en su mejor momento y yo en el mío. Eso me motiva para la pelea.

¿Cómo se asemeja usted a Osasuna?

-Tanto yo en el boxeo como Osasuna somos "el equipo de la tierra". Somos peleones. No los más técnicos del mundo, ni un balón de oro, pero sabes que en El Sadar va a haber guerra. Lo mismo al venir a Pamplona para pelear. Raza navarra, vaya.

¿Qué tal te fue en el sparring

-Genial. Hice tres sesiones con él, también con Urrutia, con Núñez... por suerte o por coincidencia, ellos son gente fuerte, pesada. Pesan más que yo, y eso luego lo notas en el ring cuando peleas con alguien con menos peso. Los golpes duelen menos. El sparring también son guerras, con Kerman es casi una pelea. Aprendes que son tíos humildes, que podría estar en la pescadería, como yo.

Hace un año, tras un combate, le dio un abrazo a Vicent Monzó, su rival.

-Yo siempre, y lo digo de corazón, subo al ring, le doy la mano a mi rival, que lo es para los asaltos que sea, pero que después es un amigo. Si está en Pamplona le invito a comer muy a gusto. Ahora que soy padre, me doy cuenta del ejemplo que hay que dar a la gente pequeña. Empezamos dándonos la mano, peleamos pero acabamos en un abrazo. Eso es bonito. El boxeo me ha enseñado a tener respeto, disciplina... pero también eso.

¿Cuándo empezó en la pescadería?

-También en 2018. Es curiosísimo, porque hice las últimas dos peleas de amateur trabajando en la pescadería y luego pasé a ser profesional. Todo ha ido viniendo, pero lo he sabido compaginar muy bien. Mi jefe lo es 20 horas a la semana, pero el resto del tiempo es mi amigo. Y me ayuda mucho con los horarios. Antes era camarero. Daba menús a la mañana. Me echaba una siesta, peleaba, y volvía a trabajar de noche. No me quejo, porque nos pasa a todos los boxeadores. Y hay que llenar el frigorífico.

¿Trabajar le hace mejor boxeador?

-Sí. Me pone los pies en la tierra. Podría estar trabajando más horas, pero lo quiero compaginar. Pongo mucho de mi parte. Nos toca apretarnos el cinturón por eso. Y eso me hace que, si la pelea se pone difícil, piense en mi mujer y en mi hija. Me tienen que matar para pararme. Cuando tuve a mi hija, me di cuenta de que ya era campeón del mundo.

¿Qué papel ha tenido su entrenador, Joxe Eguzkiza?

-Empecé con él. Y me iré con él. Si gano el sábado el 60% del cinturón es suyo. Me ha enseñado todo. En el tema táctico es el mejor, pero tenerle en la esquina me da una seguridad absoluta. Tengo una relación con él muy grande. Me mete mucha tralla: me dice 100 cosas malas y una buena, pero la buena me la dice de verdad.