yer estuve viendo un resumen de la final del US Open (entonces Forest Hills) entre Manolo Orantes y Jimmy Connors. Corría el año 1975. Y aunque todos tenemos claro que el tenis ha cambiado, no me hacía a la idea de que la evolución había sido tan brutal. El americano estaba catalogado como el tenista más agresivo de la época y, aún y todo, no tiene nada que ver con el tenis de ataque que vemos ahora. El tenis que practicaron en aquel histórico partido, parecía, desde la visión actual, un entrenamiento entre amigos. No había efectos liftados como actualmente, no atacaban apenas, se iban a la red con pelotas sin potencia ni profundidad, en media pista no destrozaban la pelota, las empuñaduras eran abiertas, no había potencia en los golpes, la pelota no tenía velocidad€ en fin, una serie de diferencias con el tenis actual que merece la pena saborear. Y es que el tenis sufrió un cambio total en los años 80 con la entrada de los nuevos materiales. Quien suscribe, que ha jugado con madera en sus primeros años de tenista, puede confirmar que casi, casi, estamos hablando de dos deportes distintos. ¿Más diferencias? No había gritos, ni puños en alto, ni miradas agresivas, ni reclamaciones al juez de silla. Y, además, el ganador no se tiró al suelo ni hizo la croqueta cuando logró el último punto. En eso parece que estábamos mejor.

Ayer presencié un reportaje sobre el ascenso de Osasuna a la máxima división en 1980 (La Condomina, Murcia, 1 de Junio). La voz inconfundible de Javier Martínez de Zúñiga narraba unas jugadas lentas, anodinas, como exentas de preparación física; y las narraba en un tono que ahora parece como si fuera broma. Sin apasionamiento, ni cambios de volumen, ni forofismo, el bueno de Zuñi contaba lo que veía. Sin más. Ni siquiera en el único gol (Txuma Rández, minuto 27) gritó aquello de gooooooool!!! ni se emocionó, ni tan siquiera un "te quiero, Rández", ni dijo que ya se podía morir tranquilo, ni nada de eso que dicen ahora los radio-forofos. Y por otra parte, al goleador le fueron a abrazar cuatro compañeros. Sí, cuatro. Ha leído bien. No hubo carrera larga, ni se quitó nadie la camiseta, ni se hizo montonera, ni se lanzaron corazoncitos a la grada. ¿Más diferencias? No había gritos de rabia, ni actitudes chulescas, ni tatuajes, ni peinados de estilista. Todo era más normal. En eso parece que también estábamos mejor.

Ayer llegué a la conclusión de que el deporte ha mejorado mucho. Ya mi padre, que jugó un par de temporadas en Osasuna, me decía que el nivel de sus tiempos no tenía nada que ver con el de años después, que los futbolistas eran mucho mejores que los de su etapa profesional y que era una alegría ver el nivel y la preparación de futbolistas posteriores. Sin embargo, en "lo otro" parece que hemos ido hacia atrás. La actitud de algunos deportistas, la conducta de algunos periodistas, el dinero, la fama, el famoseo, el narcisismo, el divismo y tantas cosas más, nos hacen ver que, si en lo técnico hemos avanzado escandalosamente, en lo humano, en el comportamiento del deportista y su entorno, estamos retrocediendo. Y eso habría que pensar en corregirlo ya.

Ayer pensé que, en lo fundamental, sin duda antes estábamos mejor.

El autor es entrenador nacional de tenis.