uando te acercas a un deporte que no alberga a millonarios mimados, un deporte que no exhibe puños enrabietados, que no admite tramposos y que no contempla la victoria como una obsesión; cuando te plantas delante de un deporte así, llegas a pensar que eso no es deporte. Y lo es.

El pasado fin de semana se ha disputado en las instalaciones del último club de tenis creado en nuestra zona (Ipartenis, de iniciativa privada y vocación pública), el campeonato nacional de tenis en silla de ruedas por Comunidades Autónomas. Y la lección que han dado estos deportistas a todo el que ha querido ver de cerca esta especialidad es simplemente ejemplar. Unos deportistas con limitaciones físicas, montados en esas sillas con forma de A mayúscula y con el afán de superación por bandera, han competido viernes, sábado y domingo con el objetivo de intentar ganar sus eliminatorias y a la vez disfrutar. Y eso es posible.

El jugador de tenis en silla sabe que no dispone de pelotas en altura para atacar, porque juega sentado; sabe que no puede desplazarse con la aceleración que le gustaría, porque tiene que mover ese mamotreto en el que se apoya; sabe que no puede sacar como él quisiera, porque no puede saltar hacia delante con el impulso de sus rodillas; sabe que tiene barreras que físicamente no puede salvar. Y por eso mismo tiene unas ganas de mejorar y de superarse a sí mismo que a veces es difícil de entender.

Por lo visto durante el pasado fin de semana, el tenis en silla tiene algo (o mucho) de ejemplaridad. Y es que quien pueda ver trabajar en pista a esta gente se dará cuenta de que se puede hacer mucho más por mejorar. Todo ese esfuerzo al que no accedemos entrenando por muchas razones estúpidas podríamos recuperarlo si viéramos a estos deportistas practicar. Ya no digo competir; me refiero a las sesiones en las que el esfuerzo por repeticiones para mejorar son aburridas y agotadoras. El trabajo diario.

No estaría mal que los padres de los tenistas llevaran de vez en cuando a sus hijos a las pistas de entrenamiento en silla. Seguro que hasta el más insensible sacaría conclusiones. Positivas. Y llegarían (padres e hijos) a la conclusión de que el deporte es para quien lo trabaja y no para mimados, ni enrabietados, ni tramposos, ni obsesos. El tenis en silla muestra al mundo que es un deporte puro. Puro deporte.

El autor es entrenador nacional de tenis y director técnico del torneo