Pamplona - EL 15 de mayo de 1985 nació el sueño de Juan Eusebio Oiarzabal Urteaga (Gasteiz, 1956). Le dijeron Juanito el Pescatero por su profesión, que terminó abandonando por la necesidad de retos, que nacieron un poco aquel día de mayo en el Cho Oyu (8.201 metros), pero que habían comenzado a gestarse cuando de chaval andaba por el barrio de San Cristóbal con un grupo scout que le traspasó el amor por la naturaleza. Entonces, según cuentan, el primer objetivo fueron las cuevas y el hermano de Oiarzabal fue el que le inyectó el veneno por las paredes. En Egino, con catorce años, subió la primera. A los 17 empezó a salir a los Pirineos. Más de una década después (1983) transitaba ya por América y Asia, ascendiendo hitos. Se quedó con Juanito para la posteridad y logró coronar el Cho Oyu junto Amezgaray, Apodaka y Querejeta en el mayo de 1985. Otros catorce años más tarde pisó la cima del Annapurna (8.091 metros) e hizo historia un día después de San Prudencio, patrón de Gasteiz. Catorce veces Juanito. El catorce es el leitmotiv de su relato. Veinte años después, Oiarzabal recuerda que “a medida de que iban pasando los años, íbamos dejando el Annapurna para el final. Era una montaña que daba muchos problemas. Iban expediciones y siempre sucedían accidentes”.

Ocurre que el escalador soñó montañas desde San Cristóbal y todas sucumbieron a sus pies. Entre sus grandes virtudes, la impresa en el ADN, la que le daba la posibilidad de aclimatar al galope. “Juanito era el único que no tenía mal de altura”, desvela Ion Armentia, médico en diferentes aventuras. También contó con la inestimable colaboración de Atxo Apellaniz al inicio, con el que tuvo idas y venidas, pero con el que compartió una cordada de poder inimaginable, los hermanos Iñurrategi y Juan Vallejo, entre otros, que estuvieron a su lado en muchos momentos de gloria. Superdotado en altura, con el Cho Oyu tomó la decisión de competir contra el Himalaya y el Karakórum. Con Apellaniz conquistó el Gasherbrum II (8.035 metros) en agosto de 1987 y el Nanga Parbat (8.125 metros) en julio de 1992. Hubo un click: el ochomilismo. Señalaron al Everest (8.848 metros) entonces y un curso más tarde prepararon su ataque, pensando en un posible doblete con el Lhotse (8.516 metros), uniendo rutas hasta el Collado Sur. Oiarzabal pisó el Techo del Mundo con un sherpa, pero el equipo, integrado también por Apellaniz, Adolfo Medinabeitia, Luis Ángel Rojo, Benjamín Infante y Antonio Miranda -además de los médicos Armentia y José Martínez Ferrer- tuvo que lamentar la caída mortal de este último. El Lhotse quedó en el limbo. El K2 (8.611) fue la primera experiencia de Juanito junto a Alberto y Félix Iñurrategi. También participaron Kike de Pablo y Juan Tomás Gutiérrez. “Lortu dugu”, dijo el de Aretxabaleta al culminar una difícil escalada, aunque rápida (doce horas) por las condiciones meteorológicas por el Pilar Oeste. Era 24 de junio. La mecha de Oiarzabal estaba prendida.

En apenas cinco meses, Juanito holló tres ochomiles en 1995. Juan Vallejo, hijo de su admirado Ángel Vallejo Rosen, Alberto Zerain y Ruiz Infante arrancaron el tríptico en el Makalu (8.463 metros) el 8 de mayo; Ábrego y Casimiro le siguieron al Broad Peak (8.047 metros) y Vallejo -de nuevo- y los Iñurrategi pisaron el Lhotse el 2 de octubre. “No me siento un simple coleccionista”, comentó el gasteiztarra antes de partir a Pakistán. “Hay que recordar el esfuerzo psicológico que es necesario para afrontar el sufrimiento que es necesario para ascender estas montañas. Esa fuerza solo está en la cabeza”, apostilló.

Con los escaladores de Aretxabaleta, Juanito conquistó el Kanchenjunga (8.586 metros) el 6 de mayo de 1996, pero descendió con congelaciones en los pies. “He llegado a encontrarme más al límite que en ninguna otra ocasión, más incluso que en cualquiera de las otras dos veces que he intentado el Kanchenjunga, la montaña que más me ha hecho sufrir nunca. La bajada ha sido terrible”, manifestó el alavés. Se recompuso y atacó el Gasherbrum I (8.068 metros) un año después. Marcó esa temporada también el objetivo del Manaslu (8.163 metros) con Querejeta, Fernández y Lasa. Era el undécimo de su carrera y el único que nunca había sido pisado por un vasco.

El Dhaulagiri (8.168 metros) fue el antepenúltimo de los primeros catorce capítulos de Juanito en el ochomilismo. Fue el 12 de mayo de 1998. Supuso un trabajo de constancia para el alavés y los Iñurrategi -que sumaron su novena muesca-. Conquistaron en la última oportunidad, después de vivir problemas de niebla y nieve en varias semanas de Campo Base y ansiedad. El retraso en las fechas rompió los planes del bloque, cuya meta era ir al Annapurna esa misma primavera y dejar el Shisha Pangma (8.027 metros) como último hito. Cambio de planes. No fue así, porque Juanito apuntó en otoño hacia Tíbet, que halló con Querejeta. Kike de Pablo sufrió congelaciones “serias” en el Shisha y no pudo ascender. La cordada vivió una bajada que fue un calvario.

LA ÚLTIMA “La idea inicial era subir en San Prudencio, 28 de abril. Ocurre que las condiciones no eran adecuadas y ascendimos un día más tarde”, desgrana Oiarzabal. El Annapurna, por entonces, únicamente había sido coronado por 102 montañeros y sumaba 54 cadáveres. Oiarzabal acudió a la montaña con Eneko Pou, Juan Vallejo y Ferrán Latorre. “Eneko estaba probando altura. Lo pasó fatal y fíjese lo que es ahora. Aquel día, al ir al Campo 4, Eneko subió con un principio de edema cerebral y le recomendé que no continuara. Una vez que hicimos cumbre, volvimos a dormir al Campo 4 y bajamos con mal tiempo. Fue una bajada dura, porque le bajamos en volandas y nos temimos lo peor. Fueron momentos tensos”, revela Juanito. En 32 días pasó de Katmandú a la gloria. Araceli Hernández, compañera de Oiarzabal, confesó entonces que “son momentos de espera difíciles” y agregó que “el miedo siempre está presente”.

Cuatro décadas antes de que Oiarzabal se proclamara el sexto hombre del mundo en conseguir las catorce montañas más altas del planeta, Maurice Herzog y Louis Lachenal llegaron a su cima. Fue la primera cumbre de un ochomil y Herzog pagó un precio muy alto: todos sus dedos. Estando el alavés en el Campo Base, Herzog acudió para conmemorar el aniversario y le escribió un mensaje, que Juanito lanzó al viento a 8.091 metros de altura. “Fue muy especial”, recuerda. “Viene a decir en su libro que en la vida de los hombres siempre habrá otras Annapurnas y no tienen que tener forma de montaña y me escribió que después de todo ese tiempo comprendía por qué lo había escrito”, evoca Oiarzabal.

EL PROYECTO 2x14x8.000 “Posteriormente, lo más prioritario era volver al Everest. Lo hice en 2000 y comenzó todo de nuevo. Empecé con expediciones y me congelé en el K2, pero volví a retomarlo después... Ahora mismo, tengo 26 cumbres y he repetido diez ochomiles. El proyecto 2x14x8000 está paralizado. Estoy medicado y a la espera de decidir si volver o si aparcarlo de manera definitiva”, advierte Juanito, cuya última muesca fue el Shisha Pangma en 2012.