Unai Laso es un pelotari imprevisible. Eso le hace especial. El público le adora. Altuna III-Martija querrán evitarle el domingo en la final del Campeonato de Parejas.

Es su segunda final consecutiva después de alcanzar la del Cuatro y Medio. Apenas han pasado cinco meses entre ambas. Ha eclosionado. ¿Es una estrella?

—No me siento así. Yo soy un chaval normal al que le gusta jugar a pelota. En los últimos meses sí que es cierto que lo estoy haciendo bien. En mi pensamiento no entra eso. Siempre hago lo mismo: la rutina de trabajo, mis amigos de siempre... Me gusta pensar así para que no me vaya peor.

En estos instantes de éxito lo normal es que aparezca bastante gente que le pasa la mano por la espalda, que le diga a uno lo bien que hace las cosas. En definitiva, que le bailen el agua.

—A esa gente se le ve venir de lejos. Los ficho enseguida. Como he dicho muchas veces, en los peores momentos, que lo he pasado muy mal, los que estaban conmigo, que me han apoyado y me han aguantado, con broncas y todo, son con los que sigo actualmente. Indudablemente, cuando uno es más visible, se aprovecha un poco de eso, pero yo no me considero una estrella.

¿Da importancia a los piropos de la gente?

—Es algo que gusta, que llena, pero no dejan de ser opiniones de la gente. No le doy vueltas. Cada uno tiene su opinión y ya está. Aun así, tampoco me gusta que me bailen mucho el agua. Que me vacilen un poco lo llevo mejor.

Lo toma con naturalidad.

—Exacto.

Cuando regresa a Baiko después de ocho meses fuera, sin contrato, llega a la final del Cuatro y Medio de San Fermín, hace un gran verano, es finalista del Cuatro y Medio oficial y acaba de alcanzar la final del Parejas. ¿Cómo se gestiona todo eso de repente?

—Con esa naturalidad que decía. No le doy muchas vueltas a todo eso. Tengo mis objetivos en la cabeza y cumplo igual mis rutinas diarias, sea una final o no. No cambio nada. Si algo va bien, no me gusta cambiarlo. No doy vueltas a ser el pelotari de moda, que dicen algunos. ¿Para qué serviría?

No le va a dar ningún tanto en su próximo partido.

—¿Sabe? Me da más tantos ir a entrenar todos los días, aunque no me apetezca. Lo que seguro no me va a favorecer es pensar que estoy a un nivel muy alto y, por ello, dejar de entrenar.

Es decir, se considera un currante.

—Sí. La verdad es que, aunque haya días que no me apetezca, voy a entrenar sí o sí. Si tengo que hacer otra cosa, cuadro las sesiones en otros horarios en los que puedo acudir. Tengo que hacer lo mío. Este es mi trabajo. Quizás antes era menos currela, pero cuando cambié de preparador físico interioricé todo esto. Egoitz Carrión me inculcó que, aunque tengas una cena, al día siguiente hay que entrenar sí o sí.

¿Es metódico en la preparación?

—Sí, aunque antes era más supersticioso. No me importa cambiar las fechas de los ensayos, pero sigo con el mismo trabajo que me ha dado frutos.

Unai Laso no está solo.

—Es el mismo caso que los tenistas, pero indirectamente, pues ellos tienen al fisioterapeuta y a los preparadores en exclusiva. A mi alrededor están mi fisio, que es amigo mío, los amigos de siempre, la gente del pueblo, mis padres, mi abuela, mi familia€ Por ellos estoy aquí. Ellos son los que me aguantan. Es mérito suyo todo lo que consiga en la pelota.

Hay un cambio fundamental en usted. Sigue igual de agresivo que cuando debutó, pero la toma de decisiones es cada vez más óptima.

—No lo sé. Lo que más he notado, de todos modos, es el cambio que hice con la preparación física. Ahora me percibo muchísimo mejor en la cancha, tanto en la colocación como en los movimientos. En la pelota, si estás rápido de piernas, va todo mucho mejor. Tanto para defenderte como para atacar necesitas sentirte veloz de reacciones. Lo que más noto es el físico, las piernas. Sí que es verdad que la técnica se va mejorando con los años y todo va saliendo de forma más mecánica. Sin embargo, repito, la soltura y la rapidez en la cancha es lo que más siento.

Cuando uno va con el gancho físico, el cerebro no le funciona igual, desde luego.

—Eso es indudable, pero en todos los aspectos del juego, tanto en el defensivo como en el de ataque.

Muchos aficionados han vuelto al frontón para verle a usted en acción. ¿Qué tiene para ser un polo de atracción tan potente?

—No lo sé. Diría que mi manera de jugar, pero también se habla de la personalidad o el carisma. Muchas veces celebro los tantos con el público y eso a la gente le gusta. Además, nunca doy un partido por perdido. Vaya como vaya, yo siempre voy a luchar, luchar y luchar. Eso engancha. Tipo a lo que hacía Oinatz Bengoetxea, que daba todo siempre.

En cualquier caso, todo eso lo hace naturalidad. No es algo impostado. Eso se percibe.

—Eso me sale cuando me sale. No lo llevo pensado de casa. Quizás en unos años deje de celebrarlo. ¿Quién sabe? Fíjese, cuando llegamos al cartón 16 en el último partido de semifinales y alcanzamos la final de forma matemática, Ander lo celebró y yo no. Fue por una razón: quería ganar ese partido. No fui al Astelena de Eibar a hacer 16 tantos. Lo celebré cuando llegamos al 22.

Ha nombrado a Oinatz Bengoetxea, un pelotari que acaba de cerrar su carrera en la Liga de Empresas. ¿Ha sido para usted un referente tanto en el mundo profesional como en la forma de ver la vida?

—En ambos aspectos, sí. A los chavales nos ha inculcado siempre que tenemos que gozar de la vida de pelotari. Al final, dentro de una vida, son unos pocos años como pelotari. Hay que saber saborear las victorias y, aunque sea complicado, también las derrotas. Se trata de unos pocos años en los que vamos a estar haciendo esto, que es algo increíble. Es un trabajo muy bueno, porque estamos haciendo lo que nos gusta. Tenemos que disfrutarlo. Después, lo que venga en el futuro vendrá, pero mientras tanto hay que vivir esto. Además, con lo que pasé, he aprendido de que hay que gozar de cada momento, porque en un segundo se te va todo a la mierda.

¿Se considera un afortunado?

—Desde pequeño he entrenado con el objetivo de ser profesional, vivir de la pelota a mano. Lo estoy logrando. Espero que sea por mucho tiempo si me respetan las lesiones.

Han formado una de las combinaciones más regulares del Campeonato de Parejas.

—Si de algo estamos orgullosos es de la regularidad que hemos tenido estos cuatro meses. Es complicado estar así las dieciocho jornadas. Hemos perdido algunos partidos, pero hemos peleado en todos. Este año ha habido una competitividad increíble. Han montado muy bien el campeonato.

Se encuentran dos parejas muy similares: delanteros agresivos y zagueros seguros. Han desterrado a los grandes pegadores.

—Sí. Martija e Imaz son pelotaris que se parecen en su forma de jugar. No son unos grandes pegadores, como Zabaleta, Rezusta o Albisu, pero no pierden pelota. Para mí, por ejemplo, es muy importante que el zaguero no falle; ya fallaré yo que soy el que se la juega y mete ritmo. Nosotros no hemos perdido mucha pelota en todo el campeonato.

No le va a temblar el pulso.

—No creo. El trabajo está hecho. Solo queda la guinda. Vamos a salir a disfrutar y a darlo todo el domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao.