¿Sigue encontrando con facilidad material para la sección ‘Bogando por la red’?

—¡Más que nunca! Twitter mantiene su intensidad y hay unos cuantos medios digitales con información actualizada y puntos de vista u opiniones bastante interesantes. Pero es cierto que echo de menos algunos debates que se montaban en Facebook o blogs en los que podías leer reflexiones disruptivas.

¿Cuál es el propósito que se plantea en cada entrega?

—Localizar y exponer en un periódico esas noticias o esas ideas que pululan por Internet pero se merecen, en mi opinión, unos segundos de atención. Pero con lo que más disfruto es con relacionar tuits o titulares que ayudan a explicar una parte de la realidad.

¿De todas las plataformas, Twitter es la más tóxica?

—TikTok es ahora mismo nuestro mayor problema porque se dirige a gente muy joven, concentra lo peor de Twitter y de YouTube y, lo más preocupante, porque mezcla cosas peligrosas, como las inversiones en criptomonedas, con lasañas de Oreo rebozadas, como si todo fuera inocente. Y eso, sin hablar del uso de los datos que almacenan. Twitter es hoy un gallinero que está lleno de eso, gallinas, pero también de zorros. Todo el mundo lo sabe, ya no asusta.

¿Se ganaría algo impidiendo la participación de los anónimos agresivos?

—Ganaríamos mucho. Podríamos usar las redes sociales, especialmente Twitter, para conversar, descubrir ideas y personas, e incluso para dirigirnos por fin a las y los políticos, o a grandes empresarios.

¿Cómo se enfrentan (nos enfrentamos) a eso los que actúan a cara y sigla descubierta?

—Con resignación y, sobre todo, con practicidad. Sabes que los troles están ahí y que no pueden enredarte ni hacerte perder el tiempo, que es lo que buscan. Cada vez que un trol tuitea o comenta y nadie le responde ganamos todos y todas. Es así de sencillo.

¿Por qué se lleva tanto el linchamiento, especialmente por parte de usuarios de determinas ideologías?

—En Internet, especialmente en Twitter, también linchan quienes entran a un tumulto a soltar una patada o un puñetazo. Convivimos con fascistas que se comportan como lo que son y lo hemos naturalizado. ¡Ese es el problema! Al fascista le señalas, le apartas de las tertulias, de los grupos de WhatsApp y le bloqueas en Twitter. Lo que no puedes es invitarle, soportarle y, luego, sorprenderte de que participe o incite a un linchamiento virtual o real.

¿Cómo lo lleva cuando le toca a usted recibir estopa?

—Aprendes a pasar, silenciar conversaciones o, directamente, bloquear. Lo que más me ha entristecido es ver a compañeros de profesión que pueden llamarme o mandarme un mensaje pero prefieren señalarme para que sus seguidores se metan conmigo. Cada uno se hace el selfi que quiere.

¿Es partidario de que los políticos gestionen personalmente sus cuentas?

—No, porque no les genera ningún beneficio y les roba muchísimo tiempo que necesitan para lo realmente importante. Hay community managers y jefes de prensa estupendos y estupendas que pueden lanzar el mensaje correctamente y observar las respuestas.