Las modas tienen su influencia en muchas de las decisiones que tomamos en la vida, sean importantes o no. Y también, cómo no, en las que adoptamos en todo lo referido a los gastos o muchos de los aspectos relacionados con las finanzas personales.

Influencias externas, modas pasajeras, opiniones de personajes públicos, la presión de nuestro entorno, etc. son cuestiones que pueden hacer que no tomemos decisiones más racionales y que prime a veces la impulsividad también en la esfera de la economía doméstica.

Y es a la hora de comprar en el supermercado, en las tiendas de moda o complementos, al elegir el viaje de vacaciones, al contratar un determinado producto bancario, amueblar tu hogar y elegir los electrodomésticos, al ir a un establecimiento de hostelería, o al darte un capricho cuando más impacto puede tener las modas.

Gasto innecesario

Todas estas influencias externas que pueden provocar que gastes más de lo necesario o elijas un determinado producto que no se ajuste a tus necesidades o que posteriormente no lo vayas a utilizar se denomina originalmente efecto bandwagon, aunque también recibe el nombre de efecto arrastre o efecto moda.

El término bandwagon es un anglicismo que significa un carro que lleva una banda en un desfile, circo u otro espectáculo y fue utilizado en estrategia política en EEUU en el siglo XIX aunque luego derivó hacia la economía de consumo haciendo referencia hacia preferencia de los consumidores por un producto que se incrementa cuando crece el número de las personas que lo compran. Es decir, que mucha gente se sube al carro de los ganadores ante una oferta política determinada o, en el caso de la economía, un producto de éxito o afamado.

Y esta influencia se nota al tomar decisiones sobre las finanzas personales, créditos o préstamos, inversiones, hipotecas o cualquier decisión económica similar.

La influencia de las modas

Ahí también se nota la influencia de las modas, las personas con alto perfil público, las redes sociales, la familia o amigos, el entorno laboral, etc. que nos hace ser más impulsivos que reflexivos a la hora de tomar unas decisiones que deberían estar basadas en criterios racionales como calidad, precio, durabilidad, rentabilidad, etc.

Este efecto hace que cuando un producto se vuelve extremadamente popular, mucha gente puede sentir la necesidad de comprarlo simplemente porque otros lo están haciendo.

En el caso de las decisiones financieras el ejemplo más palmario son las inversiones en criptomonedas tipo Bitcoin, que se han puesto de moda y mucha gente entra en ellas sin los conocimientos necesarios y asumiendo altos riesgos de depreciación.

Así pasó en su día con la fiebre por el ladrillo y las inversiones inmobiliarias o con la burbuja de las empresas tecnológicas en la era de las puntocom.

Para mitigar los efectos nocivos del poderoso efecto arrastre los expertos recomiendan que antes de tomar una decisión de compra o inversión el analices la operación detenidamente, informándote de sus características, beneficios, pegas, etc.

También tener capacidad crítica sobre la decisión y comprensión del producto o servicios para tomar decisiones con amplia información y basada en datos, en lugar de depender únicamente de la opinión popular. Y saber distinguir entre caprichos pasajeros o decisiones rentables y beneficiosas.

A largo plazo 

El efecto arrastre puede condicionar compras en las que gastamos poco dinero en productos de moda, en el supermercado, etc., pero también al tomar importantes decisiones a largo plazo para nuestras finanzas como, por ejemplo, la compra de una vivienda, ya que las influencias condicionarán si adquirir o alquilar, el tipo de vivienda, el sitio en el que vamos a hacer la compra, lo cual influirá sobremanera en el precio final de la misma.