recientemente el departamento de Innovación, Empresa y Empleo del Gobierno de Navarra autorizaba a la empresa Fagor Ederlan Tafalla a despedir a 61 trabajadores. De éstos, 30 trabajadores cuentan con una edad superior a los 50 años, en concreto 11 tienen 57 años, y una vida laboral en la empresa de entre 28 y 33 años de antigüedad.
Ni la edad, ni los sufrimientos que estos compañeros han pasado en la empresa, y que han permitido que ésta alcanzase unos beneficios empresariales que la convirtieron en una joya que la llevó a caer atrapada en el mundo cooperativista en el año 2008, ha hecho temblar, a la hora de despedirles, a los recientes cooperativistas en la brutal decisión que han tomado. Esta decisión, evidentemente, la ha tomado quienes dirigen la empresa, pero por omisión también aquellos a los que han convencido que son los dueños de la empresa.
Los nuevos dueños de la empresa no se han parado a meditar que gracias al trabajo de quienes hoy han despedido, entraron ellos a trabajar en Victorio Luzuriaga. No se han parado a reflexionar, que en bastantes casos los propios hijos han despedido a sus propios padres.
Ante esto, me pasan por la memoria muchas de las luchas llevadas a cabo en esta empresa. Muchas de las disputas sindicales libradas y muchos de los razonamientos que se han defendido, por unos y por otros, durante tantos años y, al final, alcanzo una conclusión: el tiempo se encarga de dejar a cada uno en su lugar.
Para explicar la anterior conclusión, hay que hacer un poco de historia. En 1989, la empresa Victorio Luzuriaga SA estaba compuesta por las fábricas de Usúrbil y Tafalla, con más de 1.500 trabajadores, y atravesaba una situación financiera absolutamente caótica. Las deudas con la Seguridad Social alcanzaban los 1.200 millones de las antiguas pesetas (¡del valor del año 1989!) y estaba en absoluta quiebra.
Se había tenido que vender la fábrica de Huesca y cerrar las de Rentería y Pasajes y nos veíamos abocados a unos despedidos masivos para intentar salvar algo de la empresa? si es que se podía salvar.
Ante esta situación, dos organizaciones sindicales, CCOO y UGT, dimos un paso adelante en busca de una solución que no contemplaba despidos de ningún trabajador. Entre otras cosas, se acordaron planes de prejubilación en unas condiciones más que dignas.
Por aquellas fechas, al entonces ministro de Hacienda socialista, Carlos Solchaga, fue al primero que recurrimos para buscar alguna solución. Nos indicó que la única salida era que otra empresa comprase Victorio Luzuriaga, y nos puso en contacto con quien era el vicelehendakari del Gobierno Vasco: Ramón Jáuregui (que había trabajado en la fundición de Pasajes).
De ambos contactos nacieron dos posibilidades de compra de Victorio Luzuriaga: el Grupo Mondragón y el Grupo Antolín. Ambas opciones pasaban, fundamentalmente, por la condonación de la millonaria deuda con la Seguridad Social y esto llevaba tiempo.
Para ganar tiempo, y no hacer más imposible la venta de Victorio Luzuriaga, CCOO y UGT alcanzamos un acuerdo económico con la empresa. Este acuerdo pasaba por que una subida salarial pactada en convenio, de un 6,15% (en aquellos años el IPC estaba muy alto), la cobrásemos en una paga y no se consolidase en tablas. Este acuerdo fue ratificado en referéndum.
En aquellas fechas, el presidente del comité de empresa era Jesús Arrizubieta (hoy presidente del Consejo Social de Fagor Ederlan Tafalla) y a CCOO, y a quien esto suscribe, como portavoz de CCOO en la empresa, le acusó de "vender a los trabajadores", de "traidores a la causa obrera" de "estar comprados" y de que "pronto tendríamos un despacho en la empresa", además de todo lo imaginable que se pueda pensar. Se empapeló la fábrica con toda clase de insultos y hasta llegó algún anónimo que, evidentemente, no se puede saber de dónde procedía.
Jesús Arrizubieta, desde su nuevo cargo no duda en despedir a quienes fueron sus compañeros, y lo que antes le parecía "venderse a la patronal" hoy lo considera de justicia. Para él, la "culpa" es de los que un día fueron sus compañeros por no aceptar una reducción de un 15% del salario, y sus repercusiones en las bases de cotización, sin posibilidad de recuperación y con la consiguiente reducción en tablas. Pero eso sí, lo hace desde su despacho en la empresa y sin entender que realiza semejante barbaridad en nombre de la mayor multinacional española: la Corporación Mondragón.
Por cierto, la Corporación Mondragón "compró" Victorio Luzuriaga por el valor de una peseta y hoy "vende" a aquellos trabajadores, al ponerlos en la calle con 57 años, casi por el mismo importe.
Desde hoy, esta corporación, y sus representantes en Fagor Ederlan Tafalla, supongo que no tendrán nunca más el valor de hablar de la "solidaridad propia de nuestro sistema cooperativo".