EL siglo XX parecía que iba a ser distinto. Comenzaba su andadura, en medio de grandes adelantos tecnológicos, médicos y científicos. La población dejaba atrás las aldeas y las granjas y se instalaba en los grandes centros industriales. El XX fue el siglo de las pugnas entre grandes corrientes ideológicas, pugnas que, en algunos momentos llegaron a su expresión más violenta.
En este contexto, el 11 de junio de 1911 se aprueban los estatutos de un nuevo sindicato. El día 23 del mes siguiente, en la bilbaína calle Correo, nace Solidaridad de Obreros Vascos, un sindicato vasco e independiente. Allí comienza la historia. Aquel domingo 23 de julio, 178 trabajadores aprobaron el reglamento de SOV y eligieron a Luis Jauregibeitia como presidente de la organización. "Lo hicieron después de varios intentos y para lograr una defensa en contra de las organizaciones marxistas. Fue la huelga de 1910, convocada por UGT, lo que impulsó directamente el nacimiento del sindicato nacionalista", explica Iñaki Goiogana, licenciado en Historia y técnico del Archivo Histórico del Nacionalista de la Fundación Sabino Arana.
La acción de ELA (Eusko Langileen Alkartasuna) llegó a Navarra bien pronto, con presencia de solidarios a partir de 1912 al menos en Pamplona y Puente la Reina-Garés. Navarra era un territorio agrario, lo que iba a ralentizar el despliegue de ELA, cuyo arranque se había centrado en el colectivo de obreros industriales. Un primer ejemplo de acción sindical solidaria lo encontramos en Zubiri, donde los aserraderos de Victoriano Echávarri acogieron un grupo de 40 afiliados a ELA que pusieron en marcha su propia caja de resistencia a finales de los años 20. Precisamente allí trabajaba Luis Santesteban Eskisabel (Zubiri, 1915), que era uno de los 60 empleados. Su testimonio cobra especial importancia más de 80 años después. "Unos 30 ó 40 éramos afiliados de ELA, y poníamos una peseta mensual de cuota para que si alguno de nosotros caía enfermo tuviera recursos para mantener a su familia".
En todo caso, fue la proclamación de la República (14 de abril de 1931) el hecho que iba a propiciar una veloz extensión de ELA por toda Navarra, con la creación de al menos 27 agrupaciones locales en menos de cinco años. Ya en octubre de 1931 se puso en marcha la agrupación de Pamplona, cuya actividad fue muy intensa, así como la inscripción de nuevos afiliados. Su actividad les hacía merecedores de la denominación de solidarios: pusieron en marcha cooperativas agrarias, economatos para obreros, mutuas de socorro por enfermedad, fondos de ayuda para desempleados, etcétera. "Era, sin duda, el sindicalismo propio de la época, ya que primaba el carácter asistencial en una sociedad que no disfrutaba de subsidios públicos de desempleo, ni pensiones, etcétera. Esa función de ELA se completará bien pronto con el auge de las reivindicaciones más obreristas", explican desde el sindicato.
sindicato de clase
Revolución de octubre de 1934
La creciente fuerza de ELA, denominada Solidaridad de Obreros Vascos hasta el congreso de Gasteiz en abril de 1933, se basó en dos líneas de actuación principales: la formación de los obreros, con cursillos por toda la geografía navarra, y los actos públicos para dar a conocer sus propuestas sindicales. Así, fue memorable el mitin del 7 de mayo de 1933 en el desaparecido frontón Euskal Jai de la calle San Agustín de Pamplona, que registró un lleno espectacular para escuchar a Miguel Esparza, Julio Jauregi y José Ariztimuño Aitzol, que años después sería fusilado por los franquistas. Entre las propuestas tratadas en este segundo congreso de ELA, donde el sindicato cambió la denominación de SOV por la de STV (Solidaridad de Trabajadores Vascos) destacan la abolición de las horas extraordinarias y la reducción de la jornada laboral a 40 horas así como la implantación del salario familiar, la promoción del cooperativismo y la edificación de las denominadas casas baratas, entre otros aspectos.
La acción sindical de ELA se fue agudizando al tiempo que cobraba más influencia entre los obreros. En este proceso estalló la huelga revolucionaria de octubre de 1934, en la que tomaron parte activamente los solidarios navarros, en Pamplona, Auritz-Burguete y Carcastillo, pero sobre todo en Tafalla, donde al menos media docena de militantes de ELA fueron encarcelados por llamar a la insurrección anticapitalista. Pese a la represión, se sucedieron numerosas huelgas con activa participación de solidarios navarros, como el histórico paro general del 15 de abril de 1936 en Pamplona, convocado por ELA a iniciativa de Felipe Oñatebia en apoyo de los obreros desempleados. Un paso más en el fortalecimiento de la identidad de clase, tal y como prueba, este editorial del Lan Deia (19-I-1934): "El espíritu de rebeldía, de inquietud profunda que deseamos sembrar entre los solidarios vascos es el deseo de lucha tenaz, constante, a favor de nuestras reivindicaciones (...). Queremos hacer una revolución social en Euzkadi".
1936-1945
Guerra civil y represión
La presencia de ELA en Navarra a mediados de 1936 era notable en todas las comarcas, con 4.835 afiliados obreros y 1.165 agricultores. Bienvenido Cilveti era uno de los dos representantes de los trabajadores navarros en el Consejo Foral Administrativo y el sindicato decidió celebrar su tercer congreso confederal (tras los de Eibar y Gasteiz) en Pamplona, reservando para ello la fecha del 24 de julio de 1936. La sublevación fascista, apenas una semana antes del previsto congreso de ELA, dio al traste con todo y abrió una época de represión, asesinatos, Guerra Civil y dictadura.
Numerosos solidarios fueron asesinados a manos de falangistas y carlistas, como fue el caso de Fortunato Agirre y Luis Adrián, de Lizarra, o Pedro Gorostidi, de Ituren. Otros, como el pamplonés Juan Pérez Marturel, se quitaron la vida ante la perspectiva de ser torturados. Otros muchos lograron salvarse, bien escondiéndose o bien siendo alistados a la fuerza. El propio Manu Robles-Arangiz, presidente de ELA, se encontraba en Pamplona preparando el congreso, pero logró huir a tiempo a Bilbao. Los franquistas destrozaron casi todos los locales de ELA en Navarra, el sindicato quedó prohibido y sus militantes atemorizados o cruelmente represaliados.
Pese a la durísima represión, solidarios navarros como Felipe Oñatebia, Félix Ezcurdia o Modesto Urbiola participaron durante la Guerra Civil en la conocida como red Álava, una organización clandestina que pasó por la muga entre Baztan e Iparralde a centenares de perseguidos por el régimen franquista. Fueron detenidos y encarcelados en enero de 1941 y se les condenó a muerte, aunque finalmente se les conmutó por una pena de prisión de 25 años. La represión se cebó también con los maestros, y aún más crudamente con los afiliados a ELA como Julia Fernández Zabaleta y Raúl Archanco Zubiri (dirigente además de ANV en Navarra), fundadores de la primera Euskal Eskola de Pamplona y que debieron exiliarse a Iparralde y México, respectivamente. Tras la derrota total en la Guerra Civil, el exilio, la represión y la prohibición total de cualquier actividad política y sindical impidieron la reconstrucción de ELA hasta los años 70, pero ésa ya es otra historia.
refundación en 1976
Sindicato de clase y abertzale
Con la industrialización de Navarra, acelerada a partir de los años 60, el movimiento obrero cobra vigor con la huelga de Frenos Iruña de 1966, seguida de conflictos épicos como los de Potasas, Motor Ibérica o Torfinasa, entre otros. En aquellos años, un puñado de militantes navarros hacía llegar a la dirección exiliada en Iparralde informes sobre las huelgas en Navarra y peticiones de mediación con la dirección de Authi (actual factoría de Volkswagen) en Inglaterra.
Estos solidarios navarros tuvieron también su papel en la naciente confederación de ELA, y de hecho una docena de ellos participaron en los congresos fundacionales de Euba y Eibar en 1976, como Miguel Ángel Abárzuza, Javier Ayesa, Javier Arriola o Dámaso Uribeetxebarria. Fue en esos congresos donde el sindicato marcó unos ejes estratégicos que han marcado su devenir desde entonces: la independencia política y la autonomía financiera, es decir, hacer un proyecto basado en las cuotas y con la caja de resostencia como instrumento al servicio de la negociación colectiva. Además, se apostó por un modelo de organización muy confederal. En palabras de José Elorrieta, "ese acierto del congreso de 1976 lo hemos aprovechado, en los años 80, 90, 2000, y creo que lo seguimos aprovechando también ahora. No hemos cambiado la naturaleza por la que apostamos en el año 76, y lo que hemos hecho es ir adaptando nuestra forma de trabajar".