Robert Mundell es un economista canadiense que recibió el premio Nobel de Economía en 1999, precisamente el año en el que el euro se instauró como moneda única para un conjunto de países de la Unión Europea. Una de sus contribuciones científicas más relevantes en un artículo publicado en 1961 en el que se describía la Teoría de las Areas Monetarias Óptimas: la creación de una unión monetaria supranacional puede mejorar el bienestar de sus países al incrementar su comercio gracias a la reducción de los costes de transacción y a la eliminación del riesgo de tipo de cambio. En esa época, la creación de la unión monetaria europea se puso como ejemplo de área monetaria óptima y se citaba a Robert Mundell como uno de los padres del euro.
Resulta curioso que hoy en día, solamente 13 años después, se utilice la teoría de Mundell para explicar que la zona euro no es un área monetaria óptima (así de cambiantes somos a veces los economistas). Por un lado, el grado de integración comercial no ha crecido; solo el 15% de las exportaciones se efectúan entre países de la propia zona euro. Pero además, para que el sistema económico funcione, como advertía el propio Mundell, deben cumplirse tres condiciones. En primer lugar, los ciclos económicos deben ser simétricos. La política monetaria única obliga a que las épocas de boom y de recesión estén sincronizadas porque de lo contrario los tipos de interés no serían adecuados para los países periféricos. La fase alcista del sur coincidió con un estancamiento en el norte que provocó tipos de interés bajos, un alargamiento excesivo de la expansión y una necesidad de ajuste actual mayor. La llegada de la crisis está teniendo un coste social mucho mayor (paro, recortes de gasto público) en el sur que en el norte.
En segundo lugar, los trabajadores han de tener movilidad geográfica para que los desequilibrios se corrijan a través de ajustes salariales en lugar de incrementos del paro. Las barreras culturales y la heterogeneidad en las regulaciones laborales europeas limitan la movilidad laboral en la zona euro. Las tasas de movilidad laboral son muy inferiores a la que se observan, por ejemplo, entre los distintos estados de EEUU En un mundo globalizado, con libertad de movimientos de capitales y deslocalización de la producción, esta carencia de movilidad laboral genera desequilibrios todavía mayores porque las empresas se van y los trabajadores se quedan. Como tercera y última condición, es necesario un federalismo fiscal que estimule el desarrollo de una unión política. Este sería el último mecanismo de salvaguarda ante crisis asimétricas. La solidaridad fiscal entre países (eurobonos, por ejemplo) permitiría transferencias temporales de renta que favorecerían la recuperación de los países en crisis. Pero ya se ha demostrado la incapacidad para alcanzar acuerdos a escala política, porque las diferencias entre unos y otros son insalvables, y porque el fracaso de los intentos de rescate tiende a agrandarlas.
Resumiendo, la realidad muestra que, hoy por hoy, no se dan las condiciones necesarias para que el área monetaria del euro funcione satisfactoriamente. Los mercados desconfían y los políticos no ofrecen soluciones alternativas a las políticas contractivas de recorte de gasto y subidas de impuestos. La recuperación no llega. El futuro del euro es incierto, y la vuelta a un sistema de monedas nacionales cada vez parece más deseable.
La realidad demuestra que, hoy por hoy, no se dan las condiciones para que el área monetaria del euro funcione correctamente...