LAS aguas del río Indo, un gigante que en época de estío lleva tanta agua como el Ebro en sus mayores crecidas, bajan apenas a cinco grados en su curso alto. En su descenso arrastran los sedimentos que los glaciares del Karakórum han arrancado a la tierra y obligan a los piragüistas a extremar las precauciones. "La dureza y la velocidad de sus aguas hace necesario anticipar los movimientos y descender en patrulla, colaborando unos con otros", explicaba ayer Antxon Arza en una conferencia que clausuraba la Asamblea Nacional de las Cooperativas de Trabajo Asociado.

Estas dos lecciones, extraídas de su experiencia bajando ríos por todo el mundo, ilustran el discurso de Arza, que animaba ayer a los cooperativistas a mantener siempre "una mentalidad creadora y positiva". Incluso cuando la crisis golpea duro la cuenta de resultados o cuando la vida te asesta un mazazo terrible, del que piensas que no te vas a recuperar. "En 2000, bajando el río Yuruaní, en Venezuela, me rompí dos vértebras. Inmediatamente me di cuenta de que no podía mover las piernas. Me tuvieron que sacar de allí. Estábamos a hora y media de la carretera más cercana y a 1.500 kilómetros de Caracas, donde me operaron". Un rescate complejo "en el que todos aportaban ideas, pero en el que hubo que delegar en el que sabía de primeros auxilios", recuerda. 20 días hospitalizado, regreso a Barcelona y posteriormente a Pamplona para continuar con una rehabilitación que no ha logrado separarle de su nueva acompañante. "En cualquier caso -dice-, la silla de ruedas la tienes debajo del culo. No en la cabeza".

Con la silla se mueve y con ella también esquía. Ha vuelto al monte en quad, ha cruzado Marruecos con él. Ha buceado y ha navegado. "Y disfruto de todas estas cosas más que antes", explica Arza, pamplonés de 50 años, que desde 1987 pilota Urkan Kayak, empresa dedicada a la venta de piraguas y accesorios y que entre 1987 y 2000 trabajó también como especialista de aguas bravas para Al filo de lo imposible. Había llegado a él casi por afición, después de trabajar como monitor de roca y hielo de la Escuela Nacional de Alta Montaña y como profesor de esquí de fondo en el Club Deportivo Navarra. "Era muy mal estudiante, así que mi padre me puso a trabajar en especias Onena, donde aprendió a vender. Pero yo quería tener más tiempo para hacer aquello que más me gustaba. El mejor motor es la ilusión de perseguir nuestros propios sueños".

tras el accidente

De las experiencias vitales a la empresa

Apenas dos semanas antes de sufrir el accidente en Venezuela, Antxon Arza había firmado la hipoteca para la nueva nave de su empresa en Mutilva, de unos 900 metros cuadrados. "Era una inversión importante, tenía tres hijos y veía que no iba a poder andar más. Tuvimos claro que en Urkan Kayak teníamos que ofrecer algo diferente". La empresa se convirtió en una referencia en toda la península, apostando por nuevos productos y materiales. En su página web incorporaron pronto nuevos servicios y hoy ofrecen, por ejemplo, información en tiempo real del caudal de toda la Confederación Hidrográfica del Ebro. Es el piraguómetro: una información imprescindible para bajar un río y que vinculaba directamente a los aficionados con su tienda.

"Y pensamos también en aplicar las experiencias vitales al mundo empresarial", aplicando los conocimientos en cartografía y GPS a actividades con ejecutivos y comerciales. Surgieron así algunos cursos con el Gobierno de Navarra y jornadas de formación con al aire libre y en equipo destinadas a empresas. "Les quitamos el teléfono móvil, les damos una brújula y los soltamos en el monte. De momento tenemos la suerte de que han vuelto todos a comer".

La ilusión, la comunicación y la cohesión de cualquier trabajo en equipo. La innovación. Cuatro conceptos muy presentes en la historia y en las peripecias de Arza y que, a su juicio, conforman los pilares de cualquier actividad empresarial. Arza, que en 2010 recibió el premio Manager Speaker, acompaña su intervención de imágenes de sus programas en Al filo de lo imposible, incluidas la de su terrible accidente de 2000. Y salta de los vídeos del Himalaya al desierto del Sahara. Y de allí, a la realidad cotidiana sobre la gestión de una empresa, que debe estar encabezada por alguien capaz "de trasladar ilusión". "Hay que liderar en positivo, dar las gracias a la gente por hacer bien su trabajo. Y reconocer los errores cuando los hay. Decir 'de eso podemos aprender'. Si alguien solo recibe un chorreo o una bronca nunca hará nada nuevo".

innovación

Entrenar el cerebro

"Innovar es buscar nuevas soluciones a viejos problemas", explica Arza, que ilustra con ejemplos la resistencia a aceptar los cambios o las mejoras. Y que reclama, además, aprovechar mejor "un órgano como el cerebro, que pesa apenas 1,3-1,5 kilos, pero que consume el 15% de la energía". "Si uno llama a una empresa y pregunta por el director general, le van a decir que está reunido. Y yo digo: 'entonces, si siempre está reunido, ¿cuándo piensa?", bromea. "Muchas veces se nos ocurren las mejores ideas cuando estamos medio dormidos, durante la fase alfa del cerebro, que es la más creativa y hay que conocerla. El cerebro, como cualquier músculo, se puede entrenar", dice.

Un grupo -continúa- no es lo mismo que un equipo. "Y un buen equipo son los All Blacks", la legendaria selección de rugby de Nueva Zelanda, que aterrorizaba a sus rivales desde el momento en que ejecutan su escalofriante danza maorí. "Ahí hay orgullo de pertenencia", una virtud que Arza recomendaba ayer explotar a las cooperativas, donde los socios son trabajares y participan de un proyecto común: "Pensar, comunicar, aplicar las últimas tecnologías, actuar juntos. Si somos innovadores, aunque nos corten las alas podemos seguir volando".