El tiempo vuela y ya estamos en (febrero de) 2020. Tras completar la segunda década del siglo XXI, puede ser un buen momento de echar la vista atrás y ver qué tal nos ha ido en los últimos 10 años. ¿Estamos hoy mejor que en 2010?

Como supongo que habrán leído el título de este texto, mi respuesta no es optimista. Mi opinión es que estos 10 últimos años han sido una oportunidad perdida para sanar las heridas de la crisis financiera global de 2008-2009 y hemos entrado en un estancamiento secular (algunos economistas le llaman la Gran Recesión). Me centraré en analizar la situación de la economía española, aun siendo consciente de las notables diferencias económicas entre sus regiones. Según datos de la OCDE, la renta per cápita española era 24817 euros en 2010 y, en el año 2018 (último dato disponible) alcanzó los 26808 euros (considerando precios constantes). Si observamos la evolución de esta serie, se aprecia una disminución hasta 2013 (con un mínimo de 23522 euros en ese año) y un aumento continuado a partir de entonces. En cualquier caso, la mejora de la renta per cápita en la década ha sido escasa, con una tasa de crecimiento anual media próxima al 1%. En comparación con los países vecinos, la renta per cápita de España es actualmente un 15% superior a la de Portugal y un 15% inferior a la de Francia.

¿Qué se puede decir del reparto de la renta entre los ciudadanos? ¿Hay más desigualdades de renta ahora que en 2010? Veamos los datos del coeficiente de Gini, este indicador mide la desigualdad de renta tomando valores numéricos entre los casos extremos 0 (todos los ciudadanos con la misma renta) y 1 (toda la renta en manos de un único ciudadano). Curiosamente, una variación positiva de dos centésimas del coeficiente de Gini supone una redistribución de un 7% de la renta del sector más pobre de la población (por debajo de la mediana) al más rico (por encima de la mediana). Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, el índice de Gini en España creció en la primera parte de la década (aumentó de la desigualdad) hasta situarse en 0,347 en 2014 y desde entonces ha tenido una ligera disminución (se redujo la desigualdad) hasta situarse en el valor 0,332 en el último año del que se dispone observación (2018). En la comparativa con otros países, los datos de la OCDE muestran una desigualdad de renta mayor en España que en Portugal (0,32) o en Francia (0,29), y también por encima de la media de los países de la OCDE (0,31). Preocupante.

Como era de esperar, el aumento de las desigualdades ha venido acompañado por un incremento de la pobreza. Según datos nuevamente publicados por la OCDE, la tasa de pobreza en España (porcentaje de la población con ingreso inferior al 25% de la renta media) ha subido varios puntos a lo largo de la década pasada hasta alcanzar el 15,5%. Es superior a las reportadas para Portugal (12,5%) o Francia (8,3%). Muy preocupante.

Y todo esto pasó en un contexto en el que tanto los gobiernos como los bancos centrales llevaron a cabo políticas económicas expansivas, diseñadas (con poco éxito) para estimular la demanda agregada y la actividad económica. Las Administraciones Públicas españolas están mucho más endeudadas en 2020 (cerca del 100% del PIB) de lo que lo estaban en 2010 (60% del PIB). Los continuos déficits presupuestarios acumulados a lo largo de toda la década (tanto en años de crisis como en años de crecimiento) han provocado que la deuda pública por persona hoy en día equivalga a la renta per cápita anual. La política monetaria también ha sido superexpansiva: tipos de interés muy cercanos al 0% e intervenciones de compras masivas de activos (deuda soberana principalmente) por parte de nuestro banco público de referencia en la zona Euro (Banco Central Europeo). Estas inyecciones monetarias han aliviado tensiones en la devolución de las deudas al abaratar el pago de intereses, pero no han generado el crecimiento de la demanda deseado y han supuesto un desincentivo al ahorro a largo plazo con rendimientos esperados por debajo de la inflación.

En esta década que acabamos de empezar nos esperan grandes desafíos para la economía mundial que no se pueden retrasar (cambio del modelo energético, reordenación del comercio internacional, envejecimiento de la población en economías avanzadas). Puede ser oportunidades para desarrollar nuevas tecnologías, nuevas formas de negocio y cooperación, o nuevas formas de hacer política económica. La década de los 10 ya se ha perdido. Toca ser diferente, ser original, ser innovador y apostar por un mundo mejor para la década entrante.Universidad Pública de Navarra